En la última década, 6.232 municipios han perdido población en España. El problema de la despoblación es principalmente rural y afecta, en mayor medida, a los municipios pequeños. Ante esta situación, el coworking rural surge como una alternativa para combatir la llamada España vaciada. «El perfil de los trabajadores que optan por el coworking rural es predominantemente autónomo y freelance, a diferencia del coworking urbano, en el que también hay una significativa presencia de trabajadores corporativos», explica Carles Méndez, investigador de los Estudios de Economía y Empresa de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y experto en coworking.
En España se están impulsando algunas iniciativas destacadas de coworking rural, como por ejemplo Cowocat Rural, en Cataluña. El Consorcio Intercomarcal de Iniciativas Socioeconómicas lidera este proyecto, que surgió ante la posibilidad de transferir la pionera experiencia en coworking en el ámbito rural nacida en Ribarroja de Ebro (Zona Líquida) y ante la necesidad de promover la actividad emprendedora, vinculada al uso de las tecnologías de la información y la comunicación. Con esta iniciativa se quiere potenciar la atracción y retención de talento, la creación de empleo y actividad económica en las zonas rurales, y difundir los valores del coworking y del teletrabajo en los territorios que participan en el proyecto.
Cowocyl, en Castilla y León, es otra iniciativa relevante. Busca ofrecer espacios de emprendimiento en el medio rural en red para fomentar el networking y consolidar el ecosistema emprendedor de los territorios asentando población. Cuenta con una red de trabajo cooperativo de varios Grupos de Acción Local en Castilla y León y con una gran red de difusión y promoción que permite asentar nuevos perfiles profesionales en los territorios rurales.
Sierra de la Demanda, en Burgos, se define como el espacio de coworking rural más grande del mundo, con locales equipados actividades formativas y fórmulas para compartir, crear, innovar, convivir, vivir y trabajar con otras cientos de personas. Castilla y León es una de las comunidades autónomas más afectadas por la despoblación, junto con Extremadura, Galicia y Asturias.
Para Méndez, el éxito de estas iniciativas reside en el trabajo hecho por los técnicos y gestores que han impulsado estos proyectos. «Han demostrado habilidad para iniciar y redirigir las iniciativas según las necesidades y características del entorno. Esta flexibilidad les ha permitido atender las demandas de los trabajadores y adaptarse a los cambios en el mercado laboral». Por otro lado, la financiación pública de los organismos del territorio y la apuesta decidida por parte de las autoridades locales y regionales han sido claves para el experto. «Este apoyo ha proporcionado los recursos necesarios para su creación y mantenimiento, y les ha dado el impulso y la sostenibilidad básicos para crecer y ser atractivos».
Gran oportunidad para los profesionales de las TIC
Al coworking rural se apuntan profesionales de empresas y organizaciones vinculadas especialmente a las actividades TIC, ingenierías y del ámbito de la comunicación. «Aproximadamente, en Cataluña el grupo de profesionales vinculados a estos ámbitos representa alrededor del 45 % de los usuarios que utilizan espacios rurales de coworking. El 55 % restante son otras áreas, como artes gráficas, turismo, entre otros», señala Méndez.
El coworking rural acoge una amplia variedad de perfiles profesionales. «Este entorno atractivo es escogido por una diversidad de trabajadores autónomos, freelance e incluso algunos trabajadores por cuenta ajena que buscan combinar las comodidades de trabajar en un entorno natural con las necesidades de sus actividades profesionales», comenta el experto.
Sin embargo, el coworking rural tiene sus riesgos. «El principal es la viabilidad económica. El modelo de negocio de los espacios de coworking en las grandes ciudades está focalizado en el alquiler de espacios; solo alquilando los espacios ya tienen suficiente para ser viables económicamente. Esto mismo no sucede en los coworkings rurales, en los que el número de usuarios es muy inferior al que puede tener un coworking urbano», advierte Méndez.
Para ser una iniciativa viable, puede acogerse principalmente a dos modelos de negocio: «Uno es contar con financiación pública en una gran parte o convertirse en un servicio público en su totalidad. Y el otro es recibir financiación pública de forma parcial o convertirse en una iniciativa privada, en la que el coworking debe ‘reinventarse’ y ofrecer otros servicios más allá del alquiler de un espacio (por ejemplo, el alquiler de habitaciones, el famoso coliving, servicios a empresas externas, servicios de ocio o restauración, entre otros)».