Muchos cambios que se operaron en España desde 1977, fecha de las primeras elecciones democráticas, tuvieron reflejo quince años después que, por esas casualidades históricas, coincidió con el 500 aniversario del Descubrimiento de América por un puñado de españoles capitaneados por Cristóbal Colón, que zarpó del puerto de Palos de la Frontera el 3 de agosto de 1492, hace ahora, cuando escribo estas líneas a unos metros de este mismo municipio, 525 años. El año 1992 fue especial para España y por eso lo recordamos estas semanas en todos los medios.
Las Olimpiadas de Barcelona, la Expo de Sevilla y la inauguración del AVE fueron tres hitos de especial relevancia por muchas cosas pero, entre otras, por temas relacionados con la innovación. Las olimpiadas nos dieron a conocer muchas innovaciones que hasta entonces eran bastante desconocidas, por poco habituales, para la mayoría de los españoles. Descubrimos que alrededor del deporte hay una tecnología impresionante que hace posible la mejora casi infinita de los deportistas, como hemos visto en los recientes campeonatos mundiales de Natación que se han celebrado o los de Atletismo que están en su apogeo. Aprendimos como muchas empresas españolas eran capaces de competir en el mundo audiovisual, por ejemplo.
La “Expo 92” nos descubrió que podíamos organizar un evento de esas características tan especiales y sostenerlo durante casi 200 días con un nivel de calidad muy importante a todos los niveles. Allí conocimos muchas de las cosas que estaban por llegar y que, no solo han llegado, sino que han sido superadas. Materiales, comunicaciones, tecnología audiovisual, y un largo etcétera. Por último, el AVE nos acercó a tecnologías relacionadas con el transporte, uno de los enormes déficits que mantenía España, con la excepción de algunas empresas que, como Talgo, competían a nivel internacional. Fue un hito del que no somos todo los conscientes que deberíamos ser y que deberíamos contar con exactitud y amplitud para ser conscientes de como el futuro se prepara con tiempo, estudio y dedicación.
Para hacernos una idea de lo que supuso 1992 y el definitivo despegue de la economía española recordemos que el PIB de ese año fue de 463.263 millones de euros. Este año es de 1.113.851 millones de euros, 2,4 veces más o el 240,4% de aquella cantidad. Es verdad que después vino una crisis económica aguda, pero nada que ver con ésta que nos dura desde hace diez años.
Es decir, el salto se ha producido pero no hemos acabado de cerrar ese enorme agujero negro que nos separa de los países más desarrollados y de los emergentes que han sabido ver en la innovación la palanca para abordar un futuro mejor. Fue entonces cuando tuvimos la oportunidad de dotar al país de una voluntad de inversión en innovación que no la hubo de una forma determinante como para acabar con esas lagunas que todavía tenemos. Después de cinco lustros seguimos hablando de la distancia que hay entre la universidad y la empresa; de la escasa educación que permite hacer crecer en los alumnos el gusto por la ciencia, la investigación y las ganas de hacer cosas nuevas, que es la base que sustenta la continuidad de los procesos creativos en todas las actividades humanas.
Poner en marcha una empresa es una aventura, pero en España más. Las ayudas a la innovación no acaban de ajustarse a las necesidades y la desigualdad del fenómeno innovador en España, que es lo que asegurará la creación de empleo, sigue siendo enorme entre unos territorios y otros. A nivel general, el Estado en su conjunto debería seguir el ejemplo ya conocido del País Vasco. Eso generará riqueza.
La Fundación Cotec recuerda en su Informe 2017 como la bonanza económica no se ha trasladado al mundo de la innovación por lo que a los presupuestos se refiere y vemos como en la gran encuesta que ha realizado recientemente los reparos a la innovación son significativos. Lo mejor es que todo es susceptible de mejorar. Hay recorrido y el caso está en hacerlo. El tiempo corre en contra nuestra.
Dentro de 25 años el mundo será bien distinto al que vivimos. No sabemos cómo, pero distinto. Hace cinco lustros no sabíamos nada de Google, Facebook, Twitter, Alibaba o Amazon, pero tampoco nos imaginábamos que empresas como Telefónica, Indra, Sacyr, Talgo, Acciona o Santander iban a estar entre los primeros del mundo en sus respectivos sectores. El reto no es solo para España sino para la Unión Europea en su conjunto. Estamos es sectores tradicionales pero tenemos que estar en los punteros, en aquellos que están cambiando las formas de ser y hacer en el mundo de la empresa.
La burocracia excesiva agarrota Europa en muchos sentidos y en todo lo que rodea la innovación, que es el fruto de muchas cosas, mucho más. Es una cuestión de política, pero también de presión social y en eso estamos. El reto es llegar a 2042 con ganas de recordar lo que fue 2017, pero solo eso. Los recuerdos gratos sirven de acicate; los recuerdos que nos llevan a la melancolía no son útiles para el tema de la innovación.
Durante esta semana, como cada año en agosto, nos han visitado los hackers. Nos irrita porque nos bloquean la web durante unos días, pero es también un símbolo de que llamamos la atención. No sabemos las razones que les lleva a cargarse una web que habla de innovación. En este sentido parecen luditas de aquellos que destruían las máquinas que anunciaban un mundo nuevo. Hay gente para todo. Pasado el disgusto que produce ver el trabajo de mucha gente bloqueado nos quedamos con lo positivo del fenómeno. Solo queda dar gracias a nuestros seguidores y un dato: el índice Alexa, que es uno de los que permiten ver la evolución de un medio en internet, nos dice que llevamos un año manteniendo una posición similar, algunas veces por delante y otras por detrás, al de otras referencias mundiales del campo de la difusión de la innovación tratada ésta de forma transversal. Es un éxito para nosotros y un acicate para seguir creciendo, que no es nada fácil, por cierto.