Érase una vez una princesa... ¿Una princesa? ¿Y si cambiamos el encabezamiento de los cuentos que leemos a nuestras hijas? Érase una vez una vez una niña que quería ser… científica, astronauta, levantadora de pesas, jueza, tenista, chefs, astrónoma, inventora... Hay muchos modelos de mujeres que han hecho cosas extraordinarias, aunque se hable poco de ellas.
Hasta cien ejemplos de mujeres que cambiaron el mundo recoge “Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes” (Destino), un libro que ya se ha convertido en otros países en un emblema del empoderamiento de la mujer. Estos cuentos, a diferencia de los clásicos, recogen las historias de cien mujeres extraordinarias que contribuyeron a cambiar el mundo como Frida Kahlo, Marie Curie, Rita Levi, Nina Simone o Serena Williams, entre otras. Sin duda una iniciativa loable para que las niñas crezcan convencidas de que pueden llegar a ser lo que ellas quieran.
Si nos paramos a pensar, cuentos tradicionales como la Bella Durmiente o Blancanieves presentan a las niñas modelos pasivos de mujer, en los que la protagonista espera “dormida” a que un príncipe azul la despierte a la vida. Por el contrario, otros como Caperucita Roja, muestran lo peligroso que puede ser tener iniciativas como internarse en el bosque, aunque sea con buen fin, porque un lobo hambriento te puede comer y será necesario que, de nuevo, un leñador te rescate.
Un sesgo en la educación que se produce incluso antes de que empecemos a contar cuentos, y está presente ya desde la cuna, según un reciente estudio publicado en “Behavioral Neuroscience”, la revisa de la Asociación Estadounidense de Psicología.
El estudio, hecho con hombres, muestra que los padres juegan, hablan y atienden de diferente manera su hijos dependiendo de que sean niños o niñas. Y los cuentos, inventados por hombres en su mayoría no iban a ser una excepción. Para dirigirse a las niñas los hombres utilizan más palabras asociadas a emociones, como llanto, lágrimas o soledad, que cuando hablan con los niños.
Resaltan también más el aspecto físico cuando hablan o juegan con sus hijas. Sin embargo, con los niños juegan más que con las niñas y utilizan un lenguaje más relacionado con el poder y cómo mejorar, utilizando palabras como como ganar, superación o llegar a la cima.
¿No se parece mucho a lo que reflejan los cuentos? Pues para romper esa inercia, no está de más cambar de modelo de cuento. Y elegir otros, como los que presentan Elena Favilli y Francesca Cavallo, protagonizados por mujeres reales, con problemas reales para llegar a la meta que habían elegida y que pese a todo consiguieron lo que pretendían.
De ahí que un mensaje claro de este libro de cuentos del siglo XXI sea que “es importante que las niñas conozcan los obstáculos a los que se enfrentarán a lo largo de su vida, pero también es esencial que sepan que dichos obstáculos son superables. En este libro no sólo encontrarán formas de sobreponerse a ellos, sino que pueden ir eliminándolos para las mujeres del futuro, igual que lo han hecho las grandes mujeres de este libro. Vivimos en un mundo en el que el género no debe definir el tamaño de nuestros sueños ni la distancia que podemos recorrer. ¡Todas las niñas merecen crecer pensando que pueden llegar a ser lo que ellas quieran!”
Como ejemplo, nada mejor que leer una de estas breves historias, que despiertan en el lector, tanto adulto como niño, las ganas de seguir indagando en el personaje.
“Había una vez una niña llamada Ada a quien le encantaban las máquinas. También le fascinaba la idea de volar. Estudió muchas aves para descifrar el equilibrio exacto entre el tamaño de sus alas y el peso de su cuerpo. Probó distintos materiales y realizó múltiples diseños. Nunca logró volar, pero creó un hermoso libro de ilustraciones llamado Flyology (Vuelología), en el que anotó todos sus hallazgos. Una noche, Ada asistió a un baile donde conoció a un viejo matemático cascarrabias llamado Charles Babbage. Ella también era una matemática brillante, así que no tardaron en convertirse en buenos amigos. Charles la invitó a ver una máquina que había inventado. Se llamaba «máquina diferencial», y podía sumar y restar números de forma automática. Nadie nunca había hecho algo así. Ada quedó fascinada.
¿Y si construimos una máquina que haga cálculos más complejos?, le preguntó a Charles. Ambos pusieron manos a la obra. Estaban muy emocionados. La máquina era descomunal y requería un enorme motor de vapor. Pero Ada quería llegar más lejos. ¿Y si logramos que esta máquina toque música y muestre letras además de números? Lo que Ada estaba describiendo era un ordenador, ¡mucho antes de que se inventaran los ordenadores modernos! De hecho, Ada creó el primer programa informático de la historia.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado. Pero hay otros 99 en el libro y mucha más información sobre cada una de las protagonistas en internet…
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