En diciembre de 2020, cuando la pandemia aún estaba rodeada por más incertidumbres que certezas, David Bernardo avanzó a Innovaspain que, aunque el virus había llegado a nuestras vidas para quedarse, la normalidad volvería a lo largo del verano. Y acertó. Investigador principal del Instituto de Biología y Genética Molecular (IBGM) de la UVa-CSIC, Bernardo confirma que las cosas han evolucionado según esperaba.
“La gran noticia, por encima de todo lo demás, fue disponer tan pronto de varias vacunas”. El investigador admite que en octubre y noviembre recibió con total escepticismo las halagüeñas notas de prensa de las farmacéuticas. “Una vez accedí a los ensayos clínicos y llegó la aprobación de EMA me convencí plenamente de que dábamos un paso de gigante”.
Que las vacunas funcionaron desde el primer momento es una evidencia que David Bernardo ratifica con la drástica bajada de muertes producida en las residencias de ancianos. “Este verano se ha hablado de una gran incidencia; de una quinta desbocada. Si la comparamos con los datos previos a la vacunación, el número de hospitalizaciones y casos graves es irrisorio. Gracias a las vacunas estoy seguro de que viviremos unas navidades con casi total normalidad”.
Sin embargo, hay un punto de la campaña de vacunación con la que el inmunólogo no está conforme. “Me ha sorprendido mucho que se haya vacunado a aquellas personas que habían superado elvirus. Podríamos haber ido mucho más rápido. La protección que proporciona la enfermedad es más efectiva que cualquier vacuna. Si vamos con nuestro hijo al pediatra y ha pasado la varicela, no le ponen la vacuna. Es inmunología básica. Yo mismo me vacuné habiendo superado el virus, y fue como tirar esas dosis al río”.
¿Tercera dosis o vacunación global? David Bernardo tampoco duda qué proceso hay que priorizar. “A día de hoy, la tercera dosis es una aberración. Solo la consideraría en personas vulnerables e inmunocomprometidas. En España, con más del 70 % de vacunados, llegaremos casi al 90 % cuando estén inmunizadas las personas por encima de los 12 años, mientras que en África estos porcentajes son mínimos. Que los países ricos hablen de terceras dosis con medio mundo sin vacunar es muy egoísta desde un punto de vista ético”.
El debate en torno a la tercera dosis aceleró cuando se constató la progresiva pérdida de anticuerpos neutralizantes, un proceso que David Bernardo define como totalmente normal. “El proceso natural es que de manera paulatina estos anticuerpos desaparezcan. Son proteínas. De no ser así, nuestra sangre se parecería a la horchata”. Uno de los errores ha sido el considerar que los anticuerpos son el único agente protector frente al virus. El contacto con el SARS-CoV-2 nos lleva a producir linfocitos T, células de memoria que se activan durante toda la vida en caso de infectarnos de nuevo.
“Lo importante es la inmunidad celular. El problema es que comprobar que alguien tiene células de memoria no es fácilmente automatizable, mientras que el nivel de anticuerpos puede conocerse en un par de horas”. El CSIC trabaja en un procedimiento mediante el cual, con un solo pinchazo, sería posible conocer esta inmunidad. “Los investigadores necesitamos algo así para agilizar el trabajo”.
David Bernardo se opone a la tercera dosis actualmente, pero aboga por que todos nos vacunemos contra la gripe. El investigador expone sus razones. “El objetivo es que no se colapse el sistema sanitario. Tenemos la inmensa fortuna de que el SARS-CoV-2 es muy estable, apenas varía. Sin embargo, el virus de la gripe como tal no existe debido a su alta capacidad de mutación. Los virus del año pasado no serán los del siguiente. Hablo de virus y vacunas, en plural, ya que cada año ponemos la vacuna de las cuatro variantes que pensamos tienen más probabilidades de llegar al hemisferio norte. Pero no siempre es así, puede que una variante se nos escape”.
En todo caso, David Bernardo prevé un invierno más ‘fácil’ para el sistema sanitario que el anterior. “Mucha gente está protegida de sufrir un COVID-19 grave. La sintomatología entre un vacunado y un no vacunado es radicalmente distinta, por mucho que se manipulen las cifras con un uso interesado o alarmista”. Ello no significa que haya que bajar la guardia. “Hay que seguir vacunando y, sobre todo, cuidando de nuestros mayores”.
Con un horizonte de optimismo realista ante nosotros, queda por saber si llegarán tarde las vacunas que evitan la infección y la transmisión del virus, tal y como opinan otros investigadores como Guillermo López Lluch, de la Universidad Pablo de Olavide. “Todo lo que implique nuevos desarrollos científicos es positivo. Quizá en occidente nunca lleguemos a necesitar las vacunas de segunda y tercera generación, quién sabe, pero seguro que tienen recorrido en África, Asia o Latinoamérica. Que alcancen a todas estas personas es una cuestión que no depende de la ciencia”.
En el CSIC existen a día de hoy dos vacunas prometedoras contra el COVID-19 en desarrollo. “Van cumpliendo todas las fases con rigor. La vacuna de Astra Zeneca se desarrolló en un 99 % con dinero público. La empresa facilitó la infraestructura para producirla en masa y la ha vendido a precio de coste. Un ensayo clínico cuesta miles de millones. En España recibimos 35 millones de euros para investigación COVID. Es de agradecer, pero insuficiente”.
Y es que, por muy prometedora que sea una vacuna, David Bernardo señala que es imprescindible que pase por tres fases de ensayos clínicos. “Cada vacuna necesita un Estado o una gran empresa detrás para sustentar una inversión brutal. Con los presupuestos de los que disponen los laboratorios españoles esto es imposible. Y sin ensayos clínicos, por fortuna, no hay vacuna que valga. Hay gente que se rasga las vestiduras con la supuesta lentitud de las aprobaciones de fármacos. Mejor no recordar lo que ocurrió con la talidomida y las malformaciones en fetos. Tenemos políticos que quieren pasar por encima de la EMA y vacunas que sabemos que funcionan, pero que nunca serán aprobadas por no haber sido desarrolladas según los estándares de seguridad que imponen los agentes reguladores”.
En este sentido, David Bernardo llama a la prudencia cuando se habla vacunar a los menores de 12 años cuanto antes. “Pienso que la vacuna es segura en ellos, pero no disponemos de ensayos clínicos que lo corroboren, así que bajo ningún concepto podemos empezar a vacunar a esos niños, por mucho que les urja a algunos”, concluye.