El ingeniero mexicano David Oliva (Ciudad de México, 1975) apostó por aplicar su experiencia en el campo de la ingeniería industrial al de la medicina. “Me dí cuenta de que algunas soluciones industriales se podían adaptar al campo médico”, afirma el ingeniero electrónico por el Tecnológico de Monterrey, quien trabajó durante un tiempo creando microchips para la industria automotriz. Años más tarde, sustituyó unos materiales inteligentes por otros y comenzó a diseñar un bisturí capaz de detectar tumores cerebrales a través de vibraciones microscópicas. “La innovación no es solo crear cosas nuevas, sino reutilizar el conocimiento que existe pero aplicado a problemas que no han encontrado solución”, reflexiona.
A petición de un neurocirujano alemán, Ralf Stroop, del departamento de neurocirugía de la Universidad de Colonia, comenzó a crear el bisturí inteligente en 2008. Las operaciones para remover tumores en el cerebro son unas de las más complicadas ya que es muy difícil detectar los bordes de estos en fase temprana, y con ello removerlos completamente.
Oliva había llegado tres años antes a Alemania para hacer un doctorado en ingeniería mecánica en la Universidad de Hannover. Como mexicano, su incorporación en aquella universidad no fue sencilla. A la barrera del idioma se sumó también la cultural. “Cuando llegué a Alemania, era el único extranjero. Sabían mis credenciales pero no habían tenido contacto con alguien de Latinoamérica”, recuerda Oliva, quien pronto se ganó su lugar. Al año y medio de haber llegado, se convirtió en el director administrativo del Instituto de dinámica y vibraciones de esta universidad, así como en el líder de los equipos de biomédica, materiales piezoeléctricos y mecatrónica. Sus compañeros eran “muy muy jóvenes”, asegura, él tenía más de 30 años y una trayectoria. “Yo ya tenía experiencia laboral en México”, destaca.
Seis años después, en 2011, se trasladó a Bruselas (Bélgica) –donde sigue viviendo– para realizar un doctorado en ingeniería eléctrica por la Universidad Libre de Bruselas de la mano de Johan Schoukens, experto en procesamiento digital, quien le enseñó a trabajar propiedades mecánicas, así como técnicas de identificación de tejidos cancerígenos. Durante dos años se dedicaron a perfeccionar el bisturí. “Todas las pruebas las desarrollamos con sistemas artificiales, después con cerebros de cerdos porque el cerebro del cerdo es el que tiene propiedades más parecidas a las del ser humano”, explica.
Tras haber experimentado en 50.000 cerebros –el 50 % en cerdos y el resto en tejidos artificiales basados en células de tejido porcino–, y después de haber sido sometido a la Comisión Ética de Medicina de Alemania, el ingeniero asegura tener todo listo para realizar pruebas en humanos.
Tras varios años de trabajo, ha desarrollado un bisturí del mismo tamaño que uno normal, cuyo precio ronda los 100.000 euros. Pero, a diferencia de uno común, este tiene sensores, terminales eléctricas y genera microvibraciones –más de 4.000 frecuencias–. “Observamos que la respuesta de un tejido sano difiere de un tejido con cáncer”, destaca. Con su equipo, analiza factores como la dureza, la viscoelasticidad y la frecuencia. A las imágenes que pueden ser observadas en un ordenador, han añadido también señales auditivas “amistosas al oído del cirujano”, para que pueda distinguir el tejido sano del que no lo es. Oliva, que asegura estar en pláticas con una empresa médica, espera que este bisturí pueda ser utilizado en hospitales públicos en Alemania en unos cuatro años.
La labor del ingeniero mexicano, quien obtuvo la nacionalidad belga por mérito hace cinco años, excede el campo de la investigación. Es director de la Escuela Doctoral en tecnologías digitales del Instituto Europeo de Innovación y Tecnología (EIT Digital), organismo que depende de la Comisión Europea, “para hacer que los investigadores logren una mejor incorporación con empresas europeas”, y colabora con diversas instituciones representando los intereses de Bélgica.
Pese a la distancia, sigue en contacto con su país natal. Desde febrero es asesor externo de la dirección general del Conacyt y hace dos años fundó EUMex-Connect, una agencia dedicada a la mentoría de jóvenes de México, Ecuador, Colombia y Costa Rica que desean hacer investigación en Europa y Asia. Esta cuenta con una base de datos que ayuda a las instituciones a detectar dónde están los fondos para realizar investigaciones. El objetivo es que los jóvenes latinoamericanos “adquieran una experiencia universal que les permita aprovecharla en casa”, subraya Oliva, reconocido “mexicano distinguido”, por el Gobierno hace un año.