“De alguna forma la movilidad ha cambiado; no solo la cantidad, sino también la naturaleza”. Se refiere Jose Javier Ramasco, investigador del Instituto de Física de Sistemas Complejos (IFISC), a que no solo ha descendido considerablemente nuestros desplazamientos. También se ha comprobado que realizamos movimientos de corto alcance, motivados por cuestiones imprescindibles, como la compra de alimentos.
Nos movemos menos y más cerca. Esto es algo fácil de deducir ante la situación actual de confinamiento para luchar contra la pandemia del coronavirus. Pero en lo que trabaja el CSIC, a través de un grupo multidisciplinar, es en ir un paso más allá; en entender cómo se dibujan los contactos sociales “ante una situación que nunca antes se había visto en la historia”.
Y es que nuestra movilidad ha variado con la irrupción del COVID-19, y no solo por las normas impuestas desde las instituciones. También se producen cambios de comportamiento en las personas debido a la percepción de riesgo.
“El mismo viernes 13 de marzo [un día antes de que Pedro Sánchez anunciara el confinamiento] ya hubo un cambio en la movilidad en la mayor parte del país y ya había mucha gente que dejó de desplazarse –detalla Ramasco en declaraciones a Innovaspain–. No era nada obligatorio, pero estaba pasando porque la gente tenía miedo y eso altera su conducta”.
¿Y esa “percepción del riesgo” perdurará incluso después de levantarse el confinamiento? El científico del IFISC cree que sí, sobre todo si no aparece la vacuna. Pero prevé que a medio o largo plazo, un año o dos años, se volverá a la situación previa a la crisis. “Una vez que se haya solucionado el problema, debería de recuperarse la situación anterior”, afirma.
Trabajando juntos
Su equipo de IFISC lidera la parte de movilidad dentro del grupo interdisciplinar que el CSIC ha puesto en marcha para estudiar la eficacia del confinamiento sobre la dispersión de COVID-19. Comenzaron hace tres semanas y les gustaría contar con un primer borrador en el plazo de un mes.
A través de datos masivos anónimos que se están obteniendo desde operadores de telefonía y servidores de mapas tratan de entender el cambio de comportamiento de la gente. El paso siguiente, como explica Ramasco, es la modelización de esos datos, fase en la que actualmente se encuentran. Es decir, con toda la información reunida, el equipo simula diferentes escenarios o estrategias de distanciamiento social, lo que ayuda en la toma de decisiones por parte de las instituciones.
Además de Ramasco, el proyecto también está coordinado por Frederic Bartumeus, del Centro de Estudios Avanzados de Blanes (CEAB-CSIC) y el CREAF. Cuentan con la participación de equipos del Instituto de Economía, Geografía y Demografía (IEGD-CSIC), del Instituto de Física de Cantabria (IFCA-CSIC), del Centro Nacional de Biotecnología (CNB-CSIC), así como de científicos de la Universidad Pompeu Fabra y del Centro Nacional de Epidemiología-Instituto de Salud Carlos III (ISCIII).
Distintas fases
“Esperamos que los resultados sirvan para comprender mejor los efectos del confinamiento sobre la dispersión de la enfermedad, pero también para ayudar en la toma de decisiones relacionadas con la revocación de las medidas; para saber si es mejor finalizar el confinamiento de forma progresiva o no”, explica Bartumeus.
“Para llegar a este objetivo, el proyecto incluye varias fases que se están realizando en paralelo”, explica Ramasco. “Primero se realiza la caracterización de la movilidad, que se está coordinando desde el IFISC a partir de la aportación de distintas plataformas de datos: información, por ejemplo, proveniente de redes sociales online y patrones de movilidad capturaros por registros de telefonía móvil. En este último caso, los datos son recogidos por las operadoras y empresas que participan en el proyecto y proveen al equipo de investigación con flujos de viajes agregados entre zonas”, detalla el investigador. En ningún caso se accede a información individual.
Un segundo aspecto, como ya se ha señalado, es el cambio de comportamiento de las personas debido a la percepción de riesgo. Desde el CEAB, el IEGD y la UPF se están desarrollando encuestas y aplicaciones móviles para cuantificar estos cambios, intentando estimar la adherencia a las medidas de protección personal por parte de la población y cuáles son los cambios en la cantidad y calidad de los contactos que se tienen. “Esta información es crucial para entender el proceso de contagio”, indica Ramasco.
Usos concretos
Finalmente, todos estos datos forman parte de modelos computacionales que se están desarrollando desde el IFISC y el IFCA para poder estudiar los distintos escenarios de salida de la crisis. “El confinamiento ha sido generalizado y relativamente súbito, pero si se deben evitar nuevos brotes es necesario contar con simuladores capaces de evaluar escenarios con distintos ritmos de vuelta a la normalidad, tanto por sectores como por zonas geográficas”, advierte el representante del IFISC.
La información y los modelos que se desarrollarán durante esta investigación se pondrán a disposición pública para su uso futuro siguiendo un modelo de datos en abierto bajo los principios FAIR (acrónimo de Findable, Accessible, Interoperable, Reusable). Un segundo objetivo a largo plazo es establecer el germen de una red de epidemiología computacional en España, como existe ya en otros países.