Los principales efectos del cambio climático que ya se observan y se pronostican en un futuro próximo son el aumento de las temperaturas, lo que provocará un aumento de la evapotranspiración de los cultivos, el incremento de episodios meteorológicos extremos y la reducción de las precipitaciones. Estos cambios darán lugar probablemente a sequías más severas y frecuentes que afectarán directamente a la viabilidad y productividad de los cultivos.
Por ello, Investigadores del Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentarias (IRTA) trabajan en el desarrollo de una nueva generación de variedades de trigo harinero resistentes al creciente estrés hídrico previsto para las próximas décadas en la cuenca Mediterránea como consecuencia del cambio climático. El objetivo es, además, que el grano que se obtenga de estas variedades sea de alta calidad, de acuerdo a los requisitos de la industria.
El estudio utiliza tanto variedades tradicionales como modernas. Las primeras son variedades locales que se fueron adaptando a las condiciones climáticas de cada territorio durante el proceso de migración del trigo hasta su llegada a la Península Ibérica, hace unos 7.000 años. Por su parte, las variedades modernas son las mejoradas desde la década de los 70, de menos altura y más productivas, aunque con menos diversidad genética. En total, se están estudiando más de 350 clases de trigo.
En el proceso de selección se estudian caracteres como el rendimiento y sus componentes (número de espigas por planta, número de granos por espiga y peso del grano), la fenología (variedades de floración temprana o tardía) y caracteres relacionados con el estrés hídrico. Los campos de ensayo se encuentran en Lleida y en Turquía, en condiciones de secano. Los resultados permitirán identificar las variedades más resistentes a la sequía y las características fisiológicas de la planta asociadas a la misma. Entre ellas los índices de estrés hídrico que se obtienen a partir de fotografías áreas realizadas con drones mediante cámaras térmicas y multiespectrales, permitirán predecir qué variedades serán más productivas ante la escasez de recursos hídricos.
Paralelamente, las 354 variedades se están analizando genéticamente mediante marcadores moleculares con el fin de identificar aquellos ligados a características de interés y asociados a los genes que las controlan. Estos marcadores moleculares también servirán para incrementar la eficiencia de la selección identificando en el laboratorio cuales de los descendientes obtenidos en cada cruzamiento son portadores de los genes de interés, sin necesidad de evaluarlos en campo, pudiendo así avanzar más de una generación por año en invernadero y reduciendo el tiempo necesario para obtener una variedad mejorada.