`Innovar en la intersección de ideas, conceptos y culturas’ es el título del primero de los tres encuentros que componen el ciclo ‘Desayunos de Innovación’; una iniciativa promovida por Deusto Business School (DBS) e Innovaspain, asociada al Master en Business Innovation (MBI) impartido por Deusto, y que nace con el objetivo de debatir sobre los últimos retos y tendencias en el proceso innovador.
Este primer desayuno, inspirado en el Efecto Médici, tendrá lugar el próximo miércoles 23 de enero en la sede de DBS (C/ Castelló, 76) a partir de las 09:30 hs. (inscripciones gratuitas) y abordará conceptos como la polimatía (la conexión entre diversos conocimientos y disciplinas) para sobrevivir en un contexto cada vez más cambiante e imprevisible.
Para ello, tres expertos en diferentes disciplinas, como el director de cine Rodrigo Cortés, la artista Coco Dávez y el director de Ilunion/ONCE, Fernando Ríaño, debatirán acerca de sus retos, mejores prácticas y lecciones aprendidas en sus procesos de creación, trabajo y, en definitiva, de innovación y disrupción. La conversación estará moderada por Francisco González Bree profesor de DBS y también artista.
González Bree explica que, si bien durante el Renacimiento el impacto de los Médici y su propuesta fue “tremendo”, con la Revolución Industrial las empresas crecen y requieren de nuevos procesos. Las escuelas de management nacen en ese periodo para ayudar a las compañías a afrontar la situación. “La teoría científica de la administración de Taylor y Ford nada a la contra del Efecto Médici, impulsa la cadena de montaje (inventada por el propio Ford tras visitar una explotación ganadera) y con ella la promoción del perfil de especialista”, apunta Bree sobre el “triunfo” de una tipología de trabajador que domina de manera notable una actividad muy concreta, pero que con el paso de los años es presa de la desmotivación.
Desde entonces, incansables, los especialistas han tomado posiciones en todas las áreas y trascendido la esfera empresarial. “La propia educación nos ha dirigido en sus distintas capas: primero con ciencias o letras; si por ejemplo optabas por ciencias una buena opción pasaba la ingeniería, y dentro de la misma una especialización determinada”. En opinión de Bree, es innegable que esta corriente ha tenido efectos positivos, como permitir el acceso masivo a miles de productos y servicios, pero a su vez ha arrinconado a la polimatía, que tuvo que esperar a mediados de los 90 y a la irrupción de Internet para tener una segunda oportunidad.
“Con todo el conocimiento a golpe de click descubrimos que podíamos explorar muchas más áreas de conocimiento además de aquellas para las que en teoría estábamos predefinidos”, explica el profesor, que 20 años después del boom, considera que la Red se ha convertido en una fuente inagotable para los más inquietos y ha contribuido a la eclosión de dos nuevos perfiles para codearse con los especialistas: el polímata, rara avis, “que sabe mucho de muchas cosas”, y el generalista, “que sabe poco de muchas cosas”.
Ante la evidente ausencia de “Leonardos”, González Bree añade una posición intermedia, la del polímata generalista, que conoce a fondo algunas disciplinas, aparentemente sin conexión directa entre ellas. “Es mi caso; siendo optimista domino cinco áreas, pero no tengo ni idea de derecho o de medicina”.
Percibe que en la última década las cosas se han puesto aún más interesantes de mano de tecnologías exponenciales –Big Data, IA, Machine Learning, IoT, el entorno Cloud o la Impresión 3D- “tan complejas y con tantas derivadas que requieren de profesionales muy diversos que actúan simultáneamente para desarrollarlas”.
En estos nuevos entornos de trabajo con doctores, ingenieros, expertos en derecho o en psicología trabajando juntos, el polímata generalista puede alzarse como un elemento de cohesión que ayude a que el equipo hable un idioma común “porque se habrá preocupado de empaparse de todo un poco”.
Un escenario en el que las organizaciones tienen que abrir las puertas a la creatividad, y con ello, “por qué no”, a los artistas. “De nuevo hablaremos de artistas en residencia, en este caso dentro de la empresa. No faltan ejemplos, Facebook ya lo hace, también Adobe, y en España Ibermática incorporó a Iratxe Gallo y a otra gente de las Bellas Artes. El artista contagia y además puede intervenir directamente en el diseño de productos y servicios con una visión muy particular”.
Todo esto nos lleva, según González Bree, a una encrucijada en la que se definen los ejes de las nuevas economías (colaborativa, compartida, de acceso, bajo demanda) con la disrupción en el papel protagonista y donde el Efecto Médici (innovar en las intersecciones entre distintas áreas de conocimiento) y la polimatía (a escala individual) serán aspectos “muy interesantes y valorados”.
Los beneficios de esta multiplicación de conocimiento van más allá de lo profesional, son trasversales. “Según un estudio que elaboramos junto a 3M, la polimatía nos hace más creativos, polivalentes y resilientes; y lo seremos en la oficina, pero también ante un problema o un imprevisto en nuestra vida personal”. Otros estudios revelan que entre aquellos que en el ámbito científico hacen cima con la obtención de un Premio Nobel abundan los apasionados por alguna rama artístico/creativa.
González Bree sí invita a aprender a discriminar información dentro de una avalancha sin precedentes en la que las fake news y los memes conviven con el libre acceso a documentos y papers de universidades e instituciones de prestigio global. “No pretendo convertirme en programador de algoritmos, pero si el blockchain afecta a mi cotidianeidad estoy obligado a ponerme al día, lo que requiere tiempo para pensar de manera pausada y crítica”.
Pero, ¿están las organizaciones preparadas para echar el freno al frenesí actual y a dar un espacio relevante a la reflexión? “Ese es uno de los puntos que tratamos en el Deusto Business School”, apunta el profesor, que percibe cómo gana terreno una corriente que consiste en diseñar espacios y momentos para que el trabajador piense. “No voy a instalar billares o futbolines para potenciar la creatividad, sino entornos que provoquen comportamientos deseados: aprendizaje, pensamiento crítico o, por qué no, viajar a conocer una ciudad. No tiene sentido que trabajemos como locos 24/7”.
Para que este caldo tenga sabor, el triángulo público-privado-educación ha de trabajar en armonía. Si tuviera que elegir un lugar en el que esto ocurre, González Bree se quedaría con Cambridge, donde la citada “triple hélice” ha hecho todo lo posible por entenderse. “Se mueven juntos y provocan que pasen cosas muy interesantes. En España podríamos tomar nota, no en modo copy-paste, pero sí en para inspirarnos. También existen iniciativas muy interesantes en el norte de Europa o ejemplos de innovación abierta brutales en los Países Bajos.”