La descarbonización de la economía es uno de los síntomas más recurrentes a la hora de hablar de la concienciación de gobiernos y sociedad civil por el medioambiente. El progreso es claro, pero Antonio Costa, primer ministro de Portugal; Ricardo Salles, ministro de Medioambiente de Brasil y Ana Botín, presidenta del Banco Santander, están de acuerdo en que no basta todo lo que se está haciendo actualmente. Si bien, han diferido en algunos puntos durante sus intervenciones en COP25.
Costa ha explicado cuáles han sido los logros de su países y cómo están consiguiendo mejorar su economía: “hemos asumido un compromiso muy firme para 2050: queremos ser absolutamente neutrales y somos el primer país del mundo en crear una ruta hacia este objetivo”, ha asegurado. “Los logros más importantes los vamos a conseguir para esta década, de aquí a 2030; para ello, lo más importante es conseguir los objetivos, cumplir con los resultados”.
El primer ministro portugués ha afirmado que, en este momento, el 54 % de su electricidad procede de fuentes renovables. “Ya hay quien tiene cierto miedo de poner en tela de juicio nuestra capacidad de crecimiento. En los últimos años, hemos recortado tres veces más que la media de la Unión Europea y hemos crecido más que la UE. Otro de los miedos era el coste que podría suponer esta energía y, sin embargo, en los últimos cuatro o cinco años hemos disminuido un 8 % el coste de nuestra energía, mientras que la UE, en el mismo tiempo, ha aumentado este coste en un 6 %. Por último, el julio pasado lanzamos una licitación para la producción de electricidad con energía solar y hemos batido el récord mundial del precio más bajo del megavatio hora. En este momento, son 14,76 euros el precio. Un excelente resultado. Es mucho más fácil de que la gente crea que el cambio es posible e incluso mejor para su economía”, ha celebrado.
El ministro de Brasil, Ricardo Salles, también se ha enorgullecido: “Decía Costa, de Portugal, que el 54 % de su energía es renovable. Yo desciendo de portugueses… pero nosotros tenemos un 80 % de energía verde porque utilizamos energía de biomasa, eólica, bioetanol, solar. Tenemos un sistema plenamente sostenible”. Salles ha querido ir “directamente al grano”. Según él, el problema que tienen en Brasil es medioambiental y urbano debido a su agenda urbana.
“Es un país donde no hay salubridad en el agua, donde hay un 80 % de personas que tienen problemas para acceder a la vivienda… Todo tiene que ver con el cambio climático y también con la agenda de descarbonización. Brasil ha hecho un gran esfuerzo para reducir la deforestación, ahora es la tercera parte de todo lo que había, pero hay personas que necesitan ingresos, expectativas, prosperidad, por lo que tenemos que ofrecer más oportunidades para estos. Si no podemos ofrecerlo, no daremos la solución”.
Para Salles, las iniciativas tienen que venir del sector privado. “Necesitamos aportar inversiones, tenemos que impulsar la agenda de la bioeconomía y esto lo tiene que aceptar el sector privado, las farmacéuticas, las cosméticas, todas las industrias que pueden convertirlo en algo rentable y que beneficie a los habitantes del país. Sin embargo, hay un sentimiento antiprivado, antiempresarial, y hay que cambiar las mentalidades, hay que ver que se necesitan objetivos reales invitando al sector privado. En Brasil hay muchos obstáculos para conseguir permisos y ser más sostenibles. Brasil es enorme: el Amazonas ocupa lo mismo que 16 países europeos. Tenemos que tener una perspectiva realista y hay que usar las reglas del mercado, las que resuelven las mayorías de las cosas… y esto implica también al Amazonas”.
¿Qué pueden hacer los bancos?
Ana Botín ha respondido a Salles: “podemos hacer muchas cosas, pero necesitamos a los gobiernos para que haya una taxonomía universal. Tenemos muchas iniciativas, intentamos que haya una gestión global, pero no es tan fácil, porque hay distintos marcos. Una de las cosas que pedimos es que se pongan de acuerdo en formas de medir, en formas de controlar en algo común. Estamos en una economía de mercado y para que esta funcione debe haber un precio correcto. Pues, por ejemplo, pongamos un precio al carbono. Lo que pasa, es que para hacer eso tenemos que medirlo, ponernos de acuerdo en cómo medirlo y contar con alguien que lo supervise”.
¿Y qué hacer con las financiaciones relacionadas con la contaminación? “Tenemos 144 millones de clientes y no podemos prometer huella cero o crecimiento cero. Pero en Polonia el 80 % de la energía viene del carbón. ¿Hasta qué punto podemos cortar la financiación a Polonia por esta razón? No sería responsable. Lo que hemos dicho es que no vamos a financiar centrales de carbón, pero sí que hemos financiado la economía polaca, porque no podemos dejar de hacerlo. Estamos trabajando en una transición y tenemos que ayudar a nuestros clientes a hacerlo bien o por lo menos lo mejor posible”. Asimismo, Botín ha indicado que, más allá de la financiación, se necesita pensar en incentivos. “En España tenemos las hipotecas con incentivos de 10 puntos cuando se trata de un edificio con certificado de eficiencia energética, también tenemos ayudas para aquellos que ayudan a proyectos u oenegés. No podemos cambiar el comportamiento de nuestros clientes, pero sí influir en ellos”.
“Los cambios se hacen a mejor cuando trabajamos juntos”, ha subrayado. “Hemos estado muy presentes en Brasil, concretamente al norte, en Fortaleza. No es el Amazonas, pero está cerca. Cuando hacemos negocios allí pedimos a las empresas que participan que traigan certificados de economía responsable: una cosa es ser sector privado y otra colaborar con los que hacen las cosas bien y no mal. ¿Qué pueden hacer los bancos? Hay que entender que el crecimiento es necesario, pero debe ser un crecimiento verde. Nosotros somos bancos y nosotros hemos reducido nuestra huella de carbono en España, Reino Unido y Alemania, en el 100 % de nuestros edificios, son edificios con energía verde. Podemos influir en el comportamiento de otros”.