“Tenemos muy buenas mimbres para construir una respuesta a nivel país a la desinformación en el ámbito de la alfabetización mediática”, dice Charo Sádaba Chalezquer, decana y catedrática de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra. Se refiere a los múltiples equipos de investigadores y profesionales en instituciones públicas y privadas que llevan años proponiendo modelos, procesos y herramientas en España para hacer frente a los bulos, las imágenes falsas y las ideas conspirativas. Y las diversas iniciativas en marcha apuntan a todos los públicos más vulnerables, desde los adultos en WhatsApp a los niños y adolescentes en Tik Tok.
Sádaba Chalezquer, una referente en temas de tecnología y desinformación, destaca además que los avances en inteligencia artificial han renovado el interés y la preocupación por los fakes informativos. Ya no son solo un problema “relevante” sino “acuciante”. “Es el momento adecuado, se dan las condiciones perfectas. Tenemos por un lado, una demanda social creciente de acciones ante la desinformación y por otro lado, gente preparada y recursos disponibles”, indica a Innovaspain.
El problema: sin tiempo para el pensamiento crítico
“Los contenidos se generan a toda velocidad, consumimos información de manera irreflexiva y constantemente somos invitados a compartirla, a opinar, a decir algo sobre ella, a tomar una decisión basándonos en esa información”, señala la investigadora. La avalancha no deja margen para el pensamiento crítico. “Ese proceso intelectual que requiere un poco de reflexión y de distancia y tiempo”.
Los bulos y las teorías conspirativas nos llegan por numerosos frentes, desde publicaciones de familiares en las redes sociales a los comentarios en tertulias televisivas, y hay quienes son más propensos a caer en ellas. “Algunos grupos que por razón de su falta de madurez, de la cual no son culpables porque son pequeños, o por razón de sus escasos recursos socioeducativos o socio culturales, que los vuelve quizás más propensos a no tener los recursos necesarios para hacer frente a este contexto en el que estamos viviendo”, señala la investigadora.
Sin embargo, aclara, hay que reconocer que nadie está exento. “Todos somos vulnerables en alguna faceta de nuestra vida, quizás porque emocionalmente bajamos las barreras ante determinados contenidos, quizás porque nuestros sesgos hace que seamos menos críticos ante determinadas fuentes”, explica.
La respuesta: herramientas para detectar agua potable
Ante el aluvión de datos y contenidos, una de las claves es “detectar el agua potable” dice Sádaba Chalezquer, partiendo de la metáfora del periodista Iñaki Gabilondo que se refiere al exceso de información actual como una inundación. “El problema no es la falta de agua, hay muchísima agua, pero si bebes el agua que tienes a tu alcance, la que surge nada más abrir la puerta, puede estar contaminada, por lo que es sumamente relevante identificar los puntos de agua potable, de información fiable”, detalla la investigadora.
La alfabetización mediática consiste en ofrecer a la ciudadanía las herramientas necesarias para encontrar estas fuentes, para discernir entre hechos y ficción, promoviendo su capacidad para navegar los contenidos y resistir la manipulación informativa. No se trata de un concepto nuevo, señala, ya que hay proyectos e investigadores que trabajan al respecto desde hace años en casi cada universidad del país, aunque con distintas nomenclaturas como “alfabetización digital”, “alfabetización informacional” o “educomunicación”.
A partir de la investigación académica, han surgido numerosas iniciativas educativas. Sádaba Chalezquer menciona dos ejemplos recientes: un taller para adultos mayores de 50 años para discernir noticias falsas en WhatsApp, que su equipo desarrolló junto a Poynter Mediawise y Newtral en España, y la herramienta multimedia AMIBOX-Aula, de la Fundación Atresmedia, que enseña a niños y jóvenes a gestionar información en línea y redes sociales.
Lo pendiente: poner las diferencias de lado
La alfabetización mediática, sin embargo, implica factores a gran escala, y requiere entonces legislaciones y políticas a nivel país. Sádaba Chalezquer explicó este complejo entramado al participar la semana pasada en las jornadas formativas sobre Inteligencia Artificial y Fact-Checking de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) junto con Newtral.
Habló de importancia de contar iniciativas contra la desinformación para grupos vulnerables (como las mencionadas para niños y adultos), como así también de garantizar condiciones para la libertad de prensa, protecciones ante los riesgos de la tecnología y una educación formal con competencias de análisis y comprensión de contenido. “La gente tiene que saber leer y escribir, y también entender matemáticas, ya que vemos, por ejemplo, que cada vez más la información que recibimos está conectada con datos numéricos, porcentajes”.
El Gobierno aprobó en junio el Anteproyecto de Ley Orgánica para la Protección de las personas menores de edad en los entornos digitales, que tiene como bandera la alfabetización mediática, y Sádaba Chalezquer forma parte de la comisión de asesoramiento de la legislación. Destaca que este es un paso que la anima a tener una mirada positiva ante los desafíos por delante –una rareza entre los expertos en la desinformación como ella.
“Unos lo llaman de un modo, otros de otro; unos creen que hay que empezar con los de primaria y otros con las personas mayores”, dice la investigadora, pero el objetivo es el mismo. “Si somos capaces de poner nuestras diferencias de momento a un lado y trabajar por el bien común, podemos dar esta respuesta potente a nivel país a la desinformación”, remarca.