Diego Hidalgo Demeusois, autor del ensayo “Anestesiados. La humanidad bajo el imperio de la tecnología” (Ed. Libros de la Catarata), ha sido el protagonista de la última sesión de Tech&Society, de Fundación Telefónica y Aspen Institute España. En esta, ha dejado varias reflexiones sobre el nuevo mundo digital, aportando cuatro ideas de las que se destaca que “hay que reinventar el botón off”; esto es, poner barreras de nuevo, remodelar cómo nos relacionamos con la tecnología.
“”Anestesiados” no es tecnófobo. Yo mismo soy emprendedor digital de origen y creo que se pueden hacer cosas maravillosas con la tecnología y en especial con la tecnología digital”, ha asegurado. Pero sí que pretende hacer sonar la alarma sobre lo que puede ser una de las mayores amenazas a la libertad humana en su historia. Esto sucede en un entorno en el que la tecnología cada vez conoce más de los seres humanos.
Y es que, según el autor, "acumulan muchos datos sobre nosotros y estos sirven para construir modelos predictivos sobre cada uno y detectar las debilidades, las vulnerabilidades cognitivas que tiene cada uno, incluso cuando nos consideramos invulnerables”. Estas debilidades cognitivas, para Hidalgo Demeusois, son especies de “puertas traseras” que permiten entrar en la mente de cada uno de los humanos evitando esta capa racional que permite tomar decisiones que son plenamente humanas, decisiones en las que tenemos se tiene el control.
Primera idea: una tecnología digital invasiva
Hidalgo Demeusois ha explicado que la primera idea, que sirve de telón de fondo en el ensayo, tiene que ver con que la tecnología digital que conocemos: es cada vez más invasiva y lo es cada vez más para escapar a nuestro control. "Ha desaparecido el botón off de la mayoría de los dispositivos que utilizamos y este botón era algo que nos empoderaba, que nos daba control”, reitera.
Y ha puesto en contexto: “Hay algo que yo llamo las tres edades de la era digital, que se basan en los tres estados de la materia: sólido, líquido y gaseoso. Lo primero fue lo sólido, objetos con forma y volumen propios, fáciles de controlar. La tecnología digital sólida, que más o menos ha existido entre los años 60-70 hasta 2007, es una tecnología de forma paradigmática por el ordenador personal”.
En el año 2007, según el autor, se da paso a la tecnología líquida, más difícil de controlar. Esta, representada en el smartphone, se adhiere a nosotros y, de este modo, somos menos conscientes de utilizarla; a veces, sin responder a un uso concreto o un control tan importante como antes.
Y, por último, ha vaticinado que en 2022 se dará paso a la tecnología gaseosa, que no responde a una decisión consciente, es automática y pasiva. “Altavoces inteligentes, tecnología miniaturizada, wearables y, pronto, tecnologías implantables. Esto ilustra cómo la tecnología está cada vez más diseñada para escapar a nuestro control, uno de los problemas a afrontar”.
Segunda idea: la tecnología “totalizante"
La segunda idea es que la tecnología es cada vez más “totalizante”, más “solucionista”, y descansa sobre una idea que quiere hacernos creer que es omnipotente, que todos los problemas de cualquier índole social, económica, práctica son problemas que pueden ser reducidos a cosas técnicas. “Por lo tanto, que la tecnología puede solucionar todos los problemas”, ha resumido Hidalgo Demeusois.
“Esto deriva en una espiral de delegación, en la que delegamos facultades cognitivas, mentales, a la máquina, y que sustituyen a lo que nos hacía humanos. El ejemplo más evidente es la memoria, la orientación. Vemos, desde un punto de vista neurológico, cómo hay zonas del cerebro que se activaban cuando hacíamos uso de estas facultades y se van apagando”, asegurado.
Hidalgo Demeusois se pregunta: “Desaprendemos y nos convertimos en seres más vulnerables. Esto sucede también de forma más transversal y se aplica a nuestra forma de pensar. ¿Y si el precio a pagar por máquinas que piensan fuera el hecho de que nosotros dejáramos de hacerlo?”
Para el autor de “Anestesiados”, es interesante ver cómo grandes tecnológicas están interesadas en que estas soluciones absorban existencias e invitan a que se deleguen aspectos más amplios de la vida. Como una campaña de publicidad de Google –“y eso que necesita hacer muy poca”, ha apuntado– en la que se mostraban mensajes de búsqueda con diferentes preguntas. “Una de ellas era ‘¿qué hacer con mis ojos este fin de semana?’. Google pretende darnos respuestas no sobre soluciones que ya tengamos, como aperturas de lugares, ubicaciones, sino con aspectos más amplios. Pretende que esta delegación sea cada vez más automática”.
Tercera idea: la eficiencia tecnológica
El tercer punto tiene que ver con que la eficiencia es el principio absoluto que guía gran parte de la industria tecnológica. Y esta búsqueda infinita de eficiencia puede ser una amenaza para la especie humana, ha indicado.
“La eficiencia permite optimizar procesos y eliminar imperfecciones. Los seres humanos somos imperfectos, al menos, la lógica binaria digital interpreta que lo somos y quiere limar eso para entrar en un molde digital. El problema, entre otros es que esta eficiencia responde a una lógica que nos invita a pensar todo en términos de objetivos. Cuando, en gran parte, el camino de A a B es lo que constituye nuestras vidas. No es capaz de comprender muchos aspectos que nos hacen humanos, como la búsqueda de la felicidad o del sentido, de la libertad. Esto escapa al molde. Y corremos el riesgo de que se produzca una hiperracionalización de nuestra vida cotidiana, del espacio público, relaciones… Y que se dirija a la deshumanización”, ha explicado.
Además, Hidalgo Demeusois ha subrayado que, en el campo económico, se supone que la robótica lo hará todo mejor que el ser humano. Y se ha vuelto a preguntar: "¿Qué pasará con el ser humano en el mundo laboral? Pero ¿qué va a pasar, más allá de la parte económica? ¿Un robot educará a mi hijo mejor que yo? El ser humano tiende ya a salirse de la ecuación, en muchos procesos donde tendríamos a varios seres humanos interactuando tendemos a fijarnos que alguien se comporta como una máquina y corremos el riesgo de tener una interacción máquina-máquina”.
Puede parecer ciencia ficción, pero ha puesto un ejemplo sencillo: las felicitaciones de cumpleaños. “Es una construcción social que cobra sentido cuando hemos pensado en alguien, una señal de afecto, tomarnos la molestia de recordar. Un proceso imperfecto, porque nos podemos olvidar por mucho que queramos a esa persona. Facebook, por su parte, elimina eso, es un recordatorio que invita de forma casi automática a felicitar el cumpleaños. Otra delegación automática”.
Cuarta idea: el botón off
El último punto, son pistas de solución. Se podría resumir como que hay que reinventar el botón off, las barreras que se han ido saltando y volver a construirlo para recuperar el control, utilizarlo como regla consciente y no como seres pasivos. El primer paso para ello es recuperar este uso consciente, tomar consciencia de forma profunda de la vulnerabilidad y que se está en una batalla muy desigual, muy asimétrica, en la que la tecnología digital es mucho más poderosa que el ser humano como individuo.
“Tristan Harris, exempleado de Google y Apple, dice que hay que imaginar que una conversación entre dos personas a través de una red social se ve como normal, cuando realmente es como si hubiesen cien personas que estuvieran escuchando para tratar de influir en ella. En el fondo, no son dos personas hablando. No es neutra, como cuando dos personas hablaban por teléfono solo una generación antes. Es necesario volver a poner estas barreras”, ha reivindicado Hidalgo Demeusois.