En 2003, todo lo relacionado con el compostaje y el abono ecológico era algo muy novedoso. Y muy hippie. En aquellos tiempos el aceite de cocina se tiraba. Veinte años después, lo “eco” es lo más común. Y por el aceite de cocina que sobra, te pagan. “Ecocelta nació como una necesidad ambiental en el sur de Galicia y tras varios cambios nos dedicamos a la gestión de aprovechamiento de residuos y a los biofertilizantes, que al fin y al cabo son materias primas”, explica sobre su historia Sergio Quiroga, CEO de la compañía.
En 2017, en Ecocelta tienen un pequeño antes y después, cuando empezaron a gestionar los residuos de las conchas de mejillón. En principio era un residuo que se tiraba al campo, al mar y que no tenía mucha más historia.
“Es un material del que se producen 100.000 toneladas al año y no tenía una gestión adecuada. Mientras, en Ecocelta, teníamos mucho campo abierto para hacer I+D+i con nuestros materiales y ver cuál era la mejor forma de gestionarlo. Nuestra naturaleza es hacer una innovación viable en el tiempo, sostenible y de bajo mantenimiento. Tecnologías muy complejas y que consumen energía hace que se gestione el material, pero el producto final es inviable en el mercado”, explica Quiroga.
En definitiva, no sabían qué hacer del todo con las conchas de mejillón. Es al parecer un material complicado porque genera olores. Se usaba como compost y fertilizante, pero hasta el año 2019 no contaron con la patente que lo evidenciaba. Como subproducto sacaban la parte mineral de las conchas, el carbonato cálcico biológico, con el que hacían depuración de aguas por su capacidad de filtro. Y entonces, los gatos empezaron a hacer sus necesidades.
De Alexander Fleming a los gatos gallegos
La planta de trabajo de Ecocelta tiene 36.000 metros cuadrados rodeados de bosque. El material que sacaban de las conchas de los mejillones estaba en una de las salas: pues a esa sala iban todos los gatos que habitaban la zona. “Nosotros tenemos gatos en la planta. Había espacio de sobra para que hicieran sus necesidades, pero siempre iban a la sala. Muchas gaviotas venían a la planta, lo entendíamos, picaban la concha para buscar algo de alimento. Lo de los gatos, no”, admite.
Día tras día tenían que limpiar lo que dejaban los gatos. Quiroga tiene uno en su casa. “Fue por pura casualidad. Cualquier dueño de gato sabe que los areneros huelen fatal y, si no se limpian, el mal olor se queda impregnado en todo. Así que hicimos la prueba. Cuando le cambiábamos la arena no le terminaba de gustar, pero esta desde el principio le gustó. No sólo eso: no olía nada de nada. No me lo podía creer. Así que empezamos a investigar”.
Todos los investigadores de la compañía empezaron a preguntarse qué podían tener las conchas de los mejillones y no tardaron en descubrirlo. El carbonato cálcico compostado absorbe la orina y neutraliza los olores. La cal, al fin y al cabo, siempre se ha utilizado en cadáveres para acabar con el olor a descomposición.
“Tardamos cuatro o cinco meses en desarrollarlo. Y nosotros hacíamos fertilizantes…”, recuerda Quiroga. “Esto es un poco como lo de Fleming y la penicilina, salvando las distancias”.
Solucionando problemas
El producto resultante es Arenamar, que ya se comercializa en establecimientos de Gadisa, si bien les piden esta arena para gatos tan especiales desde países como Bélgica. La mayoría de los productos con los que se hacen los areneros son sepiolita perfumada, una arena mineral que se extrae como tal y se vende con propiedades aglomerantes. Es barata y viene sobre todo de Marruecos.
“Hay seis millones de gatos en España. Nuestro producto, con los residuos que se generan de conchas de mejillones, daría para el 7% de los gatos españoles. Ahora mismo se mete material residual que no se puede reciclar normalmente, porque no hay contenedores y, sobre todo, hay que tener en cuenta que la mayoría de gatos viven en ciudades”, razona. De ahí también la importancia ambiental de Arenamar, que es completamente ecológica.
“Solucionamos un problema gallego, que no encontraba salida a las conchas, y lo convertimos en arena para gatos. Es un grano de arena para colaborar con el planeta, pero todo ayuda. Y algo simpático que, al final, se ha convertido en una realidad”.