El contenedor inteligente que reduce el desperdicio de productos frescos permitiendo que respiren

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Contenedores FreshBox durante un ensayo con espinacas

Para contribuir a reducir los desperdicios alimenticios en el mundo, AItiip Centro Tecnológico participa en el proyecto FreshBox con el diseño de un nuevo contenedor que adapta la permeabilidad del mismo mediante el diseño e instalación de membranas al ritmo de respiración de los vegetales. Coordinado por el Parque Científico Tecnológico del Aula Dei, la iniciativa pretende hacer más sostenible el transporte por carretera de vegetales conservando la calidad de los productos.

“Dotará a la industria agroalimentaria europea de una solución integral para alargar la vida útil de los productos frescos (hortalizas, vegetales y frutas) a la vez que mantiene sus propiedades organolépticas al nivel óptimo”, han explicado desde del departamento de I+D+i de Aitiip. El proyecto está actualmente en fase de prueba y monitorización de los prototipos desarrollados y se está validando con distintos vegetales, en este caso uva, con “resultados positivos”. En esta línea, se han analizado parámetros de calidad específicos de la uva (actividad respiratoria, firmeza, contenido en clorofila, grados brix, presencia de pardeamiento, etc.) y comprobado que las uvas conservadas en el nuevo contenedor se oxidan menos y presentan una mayor turgencia y frescor.

“El sector de la agroalimentación en España presenta una serie de fortalezas: es estratégico, suministrador de alimentos seguros y de alta calidad a la población, se encuentra a la cabeza de Europa en trazabilidad y seguridad alimentaria, presenta un alto nivel de inversión en I+D+i y es una industria eficiente en costes. Por ello tiene la estructura adecuada para seguir avanzando hacia una cadena de valor de referencia”, han valorado las mismas fuentes. No obstante, desde Aittip remarcan que “actualmente no se conoce con precisión la magnitud del problema global en nuestro país, ya que las pérdidas y el desperdicio alimentario se registran en diferentes puntos a lo largo de la cadena de valor y no se tiene constancia de la existencia de estudios al respecto”. Para ello, el MAGRAMA la puesto en marcha la estrategia “Más alimento, menos desperdicio”, con el fin de conocer estos datos en España, mediante la realización de estudios para conocer el cuánto, cómo, dónde y el porqué de las pérdidas y desperdicio de alimentos.

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Las uvas, otro de los productos selecionados para testar la viabilidad del proyecto

El Freshbox combina innovaciones en el entorno de trasporte (permite el control de las condiciones de transporte pudiéndolas ajustar a las óptimas dependiendo del producto transportado, para lo que regula el intercambio de gases y las condiciones del producto a través de un sistema de regulación de la atmósfera en el interior del contenedor y de elementos activos como absorbedores de etileno o emisores de antimicrobianos, lo cual alarga la vida útil del producto), en proceso de fabricación (a través de procesos de transformación de plásticos que permiten la obtención de piezas espumadas donde se reduce el peso de la misma sin poner en riesgo su comportamiento estructural) y en materiales (persigue un comportamiento ecológico de todos sus elementos a través de la utilización de materiales biodegradables, que a su vez procedan de recursos de la biomasa.

Lecciones del pasado y perspectivas de futuro

“Hemos visto que la industria alimentaria ha sabido adaptarse a las dificultades que se le han presentado, por ejemplo en cuestión de mejora de la calidad, mediante la adaptación de protocolos de calidad y seguridad alimentarias. Ahora desde Europa se demanda una mejora en la sostenibilidad de la cadena y para ello hay que plantear los problemas que todavía se presentan en esta industria como la falta de competitividad debido al dimensionamiento, la complejidad legislativa del sector y los sobrecostes del modelo agroalimentario comunitario o el insuficiente valor añadido (diferenciación) de sus productos”, han valorado desde Aitiip. Por otro lado, “se confirma un distanciamiento entre la empresa y las instituciones científicas y académicas; por ello la colaboración entre agentes y el fomento de diseño y desarrollo de nuevas tecnologías deben servir para mejorar la industria agroalimentaria española y europea”.

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