Una serie de interrogantes han aparecido en los medios de comunicación por las opiniones de diversos personajes, todos ellos relacionados con el mundo de la innovación, y las inversiones que hay que realizar, sobre todo en Europa, para no quedar atrás en la gran carrera económica abierta por la crisis producida por el covid primero, y por la guerra en Ucrania después.
A situaciones tan desconcertantes como una pandemia mundial y una guerra en Europa se ha sumado el momento de la investigación y las posibilidades económicas para afrontar nuevos retos, siempre complicados en momentos de desestabilización económica dentro de la normalidad en la que se vivía.
La energía por una parte, el desarrollo de la inteligencia artificial por otro y el necesario crecimiento de la industria de componentes y su fabricación en Europa, por poner tres ejemplos significativos, han abierto el gran debate sobre el próximo y cercano futuro en el que ya se producen, para empezar, dos claros problemas: la falta de personal especializado y el despido masivo en empresas relacionadas con la alta tecnología; las más sonadas en Tesla y Amazon pero que solo son una pequeña muestra de cómo está la situación.
Todos estos ejemplos se producen a nivel mundial pero, sobre todo, en Estados Unidos, China, Japón y Corea, quedando Europa en una situación complicada porque se acentúa la caída de los números en grandes industrias, como la automovilística, y no acaban de ponerse en marcha las que alimentan el futuro de la competitividad y el empleo.
En una situación como esta, la toma de decisiones es vital y la pregunta es si en Europa y en España las decisiones son las adecuadas para hacer frente, de verdad, a la situación que se nos viene encima. No hace mucho, un alto funcionario alemán me hablaba de la tragedia que puede ser para la industria de ese país que se hayan estancado los estudios de técnicos en la FP y en la Universidad. “Ahora, en Alemania -me decía-, los jóvenes quieren estudiar psicología”. No es que esté mal, pero es evidente que si al retraso que tenemos se suma el poco interés por la actividad industrial (digital), directa o aplicada, en todos los sectores, el futuro es más gris, y esto no se arregla con un brochazo.
Si en el último artículo hablaba del talento, ahora hay que llamar la atención, también, sobre la necesaria rapidez en tomar decisiones para adecuarnos al futuro que ya está aquí. Para todo hay tiempo, pero llegar tarde se paga. Preguntarnos permanentemente si son galgos o podencos nos lleva a la inmovilidad absoluta. Hay que tomar decisiones y si son acertadas, mejor.