Bajo el título “Hay dos mundos y están en este” la Facultad de Bellas Artes de la Complutense acoge hasta el 20 de noviembre el trabajo del colectivo gráfico argentino Onaire y Natalia Volpe, una de sus fundadoras. La muestra recoge una serie de piezas, carteles y telas impresas de extraordinario tamaño. Las obras son el resultado del método de trabajo colaborativo que ha desarrollado Onaire y que denominan ‘Guiso gráfico’. Una herramienta con la que, a través del diálogo y el dibujo, la multivisión de todos los miembros del grupo se integra en una sola composición plural y colectiva. Gabriel Martínez y Sonia Díaz son los comisarios de la exposición e integrantes del colectivo ‘Un mundo feliz’. Autodefinidos como activistas culturales, son los impulsores de ‘Súper gráfico’, un programa de actividades complementario a MADRID GRÁFICA, iniciativa de DIMAD y el Ayuntamiento de Madrid.
“En ‘Súper gráfico’ damos cabida a propuestas con una mirada y una filosofía diferentes a las de figuras ya reconocidas”, explica a Innovaspain Gabriel Martínez. “De Onaire nos gusta que trabajan en grupo, organizan talleres para instituciones educativas y culturales. También cómo enfocan las obras; muchas de ellas con la complejidad que entraña incorporar propuestas de personas que han participado en los propios talleres”.
El valor del colectivo
Martínez contrapone este espíritu a la tendencia histórica del diseño, proclive al individualismo. “Sigue vigente. Los Premios Nacionales de Diseño, por ejemplo, reconocen a personas, y así lo especifican en sus pliegos. Pero sin un colectivo detrás los proyectos no salen adelante. En esta exposición queremos romper con esto desde una doble vertiente: por un lado, ensalzamos el trabajo colectivo y, a la vez, lo enfrentamos al trabajo individual de una de las integrantes del grupo, Natalia Volpe (que estará unos días en Madrid), lo que permite distinguir los matices de su obra dentro y fuera del colectivo”.
Y es que según Gabriel Martínez lo interesante está en la suma. “En un formato tan grande como el que utilizamos, se evidencian más mensajes y detalles. Las obras son de una gran riqueza. Lo dice el título de la exposición. Puedes ir a un detalle concreto de una pieza o conectarla con las demás y crear una imagen global y, paradójicamente, más ambigua del conjunto debido a esa multiplicación de matices”.
Dentro de esta propuesta innovadora, el espacio elegido también ejerce una función destacada. La sala de exposiciones de la Facultad de Bellas Artes se ha reconvertido en aula para poder distribuir a los alumnos de manera más segura. “Cuando visitamos la sala y vimos los railes tradicionales de los que colgar los cuadros y las telas, algo que contemporáneamente nos debería parecer horroroso, nos gustaron. Nada peor que convertir las lógicas en algo malo. Queremos que la gente se sorprenda al entrar. Es una exposición móvil; opuesta al código frío que abunda ante un objeto gráfico o un cuadro”, añade Gabriel Martínez.
Criticar para avanzar
“En ‘Un mundo feliz’ somos críticos. El problema es que, en España, por lo general, la crítica es entendida como confrontación. Nos gusta cuestionar sin crear debates absurdos. Criticamos desde una óptica constructiva. Es útil para avanzar, mejorar o saber cosas que escaparían a nuestro conocimiento”, expone Martínez.
El comisario de ‘Hay dos mundos y están en este’ detalla que su filosofía de diseño tiene puntos en común con la ciencia. “Planteamos hipótesis de denuncia”. Y engancha de nuevo con Onaire cuando afirma que los tiempos cambian; “lo hacen la religión, el sexo, el trabajo o los símbolos, y ellos saben plasmarlo de una manera muy particular. Sus imágenes emiten mensajes con un matiz lírico muy atractivo”.
Sin dejar de considerarlo un arte, Gabriel Martínez recuerda que el diseño gráfico es, “ante todo”, comunicación. “Tendemos a olvidar que comunicar también es denunciar, visibilizar lo que normalmente no se ve. La imagen mantiene viva su fuerza. Las grandes corporaciones lo saben, tienen recursos para llegar a todo el mundo. Pero si vamos un poco más ‘abajo’, la intención también es causar asombro. La palabra ayuda a explicar las cosas, pero las imágenes provocan impacto lanzando mensajes sencillos”.
En este ‘diálogo’ con la imagen, Martínez defiende que siempre queda un margen importante para la interpretación subjetiva del espectador. “El diseño gráfico nos permite adaptarnos. Me fascina su carácter orgánico y plástico para que los mensajes se puedan acoplar a las personas casi individualmente”.
En cuanto al cruce entre arte y tecnología, un campo explorado con asiduidad creciente por los museos más ‘clásicos’, Gabriel Martínez opina que hay que diferenciar qué es realmente innovación. “Para mí no es la última tecnología, sino aquello cuya aplicación me ayuda a mejorar mi propósito. La magia está en la adaptación, en usar internet para organizar un taller online, en imprimir grandes formatos con una calidad ante impensable… Conviene no olvidar el trasfondo, la motivación. Lo que me interesa de la tecnología es si llega o no. Los diseñadores trabajamos con los sentimientos, una tecnología infalible. Lo enriquecedor en nuestro campo es, una vez más, la mezcla”, concluye.