Por Veronica Frisancho – Esta columna fue publicada originalmente en el blog Ideas que cuentan del BID.
En los últimos años, la región de América Latina y el Caribe ha logrado avances importantes en la mejora del acceso a servicios y productos financieros. Sin embargo, el uso de estos servicios sigue siendo muy bajo. Solo cerca del 54% de la población de la región tiene una cuenta en una institución financiera o a través de un proveedor de dinero móvil, según la base de datos Findex del Banco Mundial. Además, en algunos países la cifra es aún menor, con apenas cerca del 46 y el 31 % de acceso en Colombia y Nicaragua respectivamente.
Una posible explicación de esta situación es la falta de confianza y conocimiento que tienen las personas de la región en los sistemas financieros. La educación financiera se ha convertido en una herramienta importante para los gobiernos, las organizaciones multilaterales y el sector privado a la hora de complementar los esfuerzos de inclusión financiera. Más recientemente, se ha hecho énfasis en los niños de edad escolar que tienen el cerebro más maleable y no tienen hábitos tan arraigados como los adultos.
Un metaanálisis de los programas de alfabetización financiera
La pregunta es qué tan eficaces pueden ser estos programas. He venido realizando experimentos para mejorar la alfabetización financiera entre los estudiantes de secundaria en Perú y he completado un metaanálisis de 14 estudios controlados aleatorios de programas para jóvenes en países desarrollados y países en desarrollo. En un documento de discusión publicado recientemente, comparto los resultados de ambos estudios y encuentro motivos de esperanza.
La buena noticia es que los resultados de algunos programas de alfabetización financiera son realmente impresionantes. De hecho, los programas obligatorios de alfabetización financiera, en los que el material es ofrecido como independiente o integrado en otros cursos escolares, muestran un tamaño del efecto promedio sobre el conocimiento financiero de 0,24 desviaciones estándar (DS). Ese es un impacto muy grande, sobre todo teniendo en cuenta que incluso las mejores intervenciones destinadas a mejorar las matemáticas o el lenguaje suelen tener un impacto mucho menor de apenas 0,10 DS.
Además, los logros parecen estar distribuidos equitativamente. Se podría esperar que los estudiantes con más talento intelectual alcanzaran un mayor nivel de aprendizaje. Pero mi trabajo en Perú dice otra cosa. Independientemente de sus calificaciones, todos los estudiantes parecen mejorar sus conocimientos casi en la misma proporción.
Mejorando hábitos y rasgos de la personalidad
Los niños también pueden mejorar importantes hábitos y rasgos de la personalidad. Por ejemplo, como se reveló en un reciente blog, los jóvenes que participaron en el programa de secundaria tuvieron una mejora del 18 % en autocontrol, un rasgo socioemocional clave en la adopción de buenas decisiones financieras. Además, dichos jóvenes fueron más propensos a comparar precios antes de comprar; a ahorrar en lugar de pedir préstamos para comprar cosas que no podían pagar, y a hablar con sus padres sobre las decisiones financieras.
Estas mejoras no fueron acompañadas por desventajas importantes. Cabría esperar que los estudiantes se plantearan la posibilidad de abandonar la escuela al aprender la importancia de la acumulación de riqueza. No obstante, aunque esos estudiantes que participaron en el programa durante su último año de secundaria trabajaron un poco más en empleos después de clase, no abandonaron la escuela.
Limitaciones actuales de los estudios experimentales
Los resultados de esta y otras experiencias exitosas contrasta con programas que involucran trabajo de voluntariado y programas extracurriculares, que tienen resultados entre modestos e insignificantes porque los niños tal vez no se inscriban o simplemente no asistan. Pero queda por ver durante cuánto tiempo se pueden mantener resultados positivos de las experiencias exitosas. Una de las mayores limitaciones de los estudios experimentales sobre los programas de educación financiera en todas partes es que prácticamente no se ha hecho ningún seguimiento para ver cómo los niños que están expuestos a tales programas se comportan como adultos.
Una vía a explorar para lograr más efectos duraderos podría ser lo que se conoce como programas experienciales. En estos programas, los niños no solo adquieren conocimientos financieros mediante conferencias y estudios de caso. También juegan, realizan transacciones con dinero falso, o simulan inversiones en el mercado de valores para sentir la emoción de ganar o perder. Estos experimentos también muestran grandes beneficios y, es posible, que la emoción que generan les haga memorizar las lecciones.
Lo que está claro es que, en una región donde los gobiernos están haciendo un gran esfuerzo por crear más redes bancarias accesibles, sistemas de pago más fáciles y otros sistemas para mejorar el acceso a servicios financieros, también deben esforzarse por mejorar la alfabetización financiera si el objetivo es lograr la inclusión financiera. Podría ser un camino para salir de la pobreza y un medio para lograr una mayor estabilidad para las personas y una mayor prosperidad para las sociedades en su conjunto.