A nivel general, los términos leucemia o linfoma tienden a ser asociados a una enfermedad grave. Sin embargo, con una variabilidad que supera el centenar de tipologías, estos cánceres abarcan una amplia horquilla, que va desde los tumores que no requieren tratamiento a aquellos que pueden acabar con nuestra vida en apenas semanas o incluso días. En cualquier caso, las noticias que nos trae la ciencia son alentadoras. Y para entender mejor en qué consisten los nuevos tratamientos disponibles y cuáles son los siguientes pasos en el abordaje de estas enfermedades, Fundación “la Caixa” ha celebrado una nueva edición de sus ‘Debates de Vanguardia, Investigación y Salud’ con dos referentes científicos de primer nivel en la lucha contra la leucemia: Elías Campo y Biola Javierre (leer crónica de su intervención).
La ‘foto’ de la incidencia de leucemia y linfoma nos dice que no se han producido grandes fluctuaciones en las últimas décadas. La excepción tiene lugar en los años 80-90, cuando los linfomas se dispararon motivados por los efectos del VIH y la introducción de tratamientos inmunosupresores, que aumentan el riesgo de desarrollar la enfermedad. Otro pico al alza, detectado a principios del presente siglo, está ligado a las mejoras en el diagnóstico durante las fases iniciales.
Máxima precisión
Catedrático de Anatomía Patológica de la universidad de Barcelona, director de Investigación del Hospital Clínic de Barcelona, director del IDIBAPS e investigador principal del proyecto Health Research de Fundación “la Caixa”, el doctor Elías Campo explica que la mencionada diversidad de estas enfermedades supone un reto para el diagnóstico certero.
“Algunas entidades son relativamente sencillas de diagnosticar. Basta echar un vistazo al microscopio durante unos minutos, pero en general son complejas. Por ello han sido creadas unidades específicas de diagnóstico de linfoma y leucemia”. El experto añade que esta tarea ya no recae en un único profesional, “sino en un equipo multidisciplinar integrado por patólogos, biólogos moleculares, genetistas o inmunólogos. “El actual es un momento clave para entender la enfermedad”, apuntaba Elías Campo.
Tratamientos a medida
Al igual que la enfermedad, el arsenal terapéutico del que disponen los médicos para combatir la leucemia y el linfoma también ha multiplicado su diversidad. “En ocasiones, simplemente no hay que hacer nada. El paciente puede convivir con la enfermedad. Su supervivencia no corre peligro y aplicar un tratamiento puede ser más contraproducente que beneficioso”, señala Campo.
Otras veces entra en juego la quimioterapia, “una herramienta muy potente”, sola o en compañía de anticuerpos monoclonales dirigidos contra moléculas particulares de las células neoplásicas. Una combinación que cura el 60 % de los linfomas agresivos.
“Desgraciadamente, no curamos todos”. Entre los nuevos tratamientos disponibles, quien obtuviera el Premio Nacional de Investigación Gregorio Marañón en el área de Medicina el pasado año, pone el acento sobre la capacidad de las moléculas creadas en el laboratorio que inhiben, contrarrestan o bloquean determinados mecanismos, por ejemplo, en la leucemia mieloide crónica.
Antes y después de los CARTs
“También son importantes las técnicas inmunológicas, aquellas destinadas a fortalecer el sistema inmune ante la incidencia de un tumor. Una línea de investigación que vivió un hito con la introducción de las tecnologías CART. “Somos capaces de extraer del paciente células linfoides, a las que introducimos un gen desarrollado con ingeniería genética, y dirigirlas contra una molécula del tumor”.
Estas innovaciones han demostrado una alta eficacia en leucemias agudas linfoblásticas, con un 80 % de curaciones. “Es un caso de éxito que combina ciencia básica y clínica. Este CART es el primero que se produce fuera de la industria farmacéutica”, un hecho que justifica con nitidez la necesidad de apostar por los primeros estadios de la ciencia, aunque sus resultados no sean inmediatos.
Elías Campo detalla que hace 30 años, un grupo de inmunólogos del Hospital Clínic de Barcelona dio a la ciencia básica la importancia que merece y elaboró anticuerpos monoclonales con la vista en su aplicación futura. “Cuando llegó la tecnología CART, estaban listos en el congelador. Quiero decir con esto que la financiación en ciencia es importante, pero también contar con determinadas infraestructuras, así como promover el diálogo entre los investigadores y que los agentes implicados actúen de manera sinérgica. No es solo una cuestión de dinero; necesitamos estrategia para que los distintos elementos interaccionen con eficiencia. Una visión global es clave para avanzar”.
Los misterios del genoma
“La posibilidad de leer el genoma humano abre una perspectiva para entender cómo funcionan y se alteran las células para convertirse en células cancerosas. Nos ha ofrece un paisaje nuevo, aunque aún estemos lejos de ver los detalles”, explica el doctor.
Dentro del Consorcio Internacional del Genoma del Cáncer, Elías Campo contribuyó a la secuenciación de la leucemia linfática crónica tras secuenciar el genoma de 500 pacientes. “Trazamos los primeros mapas de la enfermedad y ahora la entendemos mucho mejor”. Si aquella fue una etapa “llena de satisfacciones”, el investigador lamenta que España decidiera no participar en la siguiente fase del consorcio, centrada en acelerar el conocimiento genómico para llevarlo a la investigación clínica. “Fue frustrante, pero los investigadores seguimos trabajando gracias al apoyo de entidades como La Caixa”.
El genoma es un libro complejo. Lo hemos leído entero, pero para comprender muchas de sus partes necesitamos herramientas”. Elías Campo y Carlos López-Ortín, catedrático de Bioquímica de la Universidad de Oviedo, fueron protagonistas en ‘Nature’ tras publicar dos estudios sobre el hallazgo de mutaciones del cáncer en zonas no exploradas del genoma. “Ahora ‘leemos’ bien esa región y hemos localizado una mutación en el gen de las inmunoglobinas que no veíamos en las secuencias convencionales. Aplicamos conocimiento práctico al tratamiento de la leucemia linfática crónica, ya que podemos clasificar mejor a los pacientes y administrarles los fármacos más adecuados”, concluye.