La pandemia de COVID-19 no será la última ni la peor. Habrá otra pero no se sabe cuándo, ni quién la causará aunque se sabe que el 75% de las amenazas emergentes provienen del mundo animal. Y que los cambios en el clima pueden favorecer el flujo de microorganismos patógenos de los animales a los humanos, y al revés. Por ello, cuidar del medio ambiente y cuidar la salud de los animales es también cuidar de la salud humana. De esto trata Salud Global. La nueva estrategia frente a la amenaza medioambiental, un libro editado por Penguin Random House, escrito a seis manos y publicado en enero.
Estrategia ‘One Health’
“La salud global es tan simple como entender la interconexión tan profunda que hay entre humanos, animales y medio ambiente”, asegura una de las autoras de la obra, la veterinaria Elisa Pérez-Ramírez, especialista en virología en el Centro de Investigación en Sanidad Animal.
Ver la salud con un enfoque global “implica establecer puentes de comunicación y de colaboración entre sectores diversos” que durante mucho tiempo han estado acostumbrados a “trabajar más aislados”, señala Pérez-Ramírez.
Por ello, esta visión es “un ejercicio de humildad, asumir las limitaciones de cada sector”, añade, “ser conscientes de que todo está conectado […], que los cambios transformadores vienen solo de una colaboración multidisciplinar”. La veterinaria señala que los propios autores del libro son “un ejemplo de colaboración intersectorial”. Los otros dos autores son el biólogo Ignacio López-Goñi, de la Universidad de Navarra, y el farmacéutico Gorka Orive, de la Universidad del País Vasco.
Pérez-Ramírez reivindica el papel de los veterinarios, una profesión en su opinión “muy maltratada”, que va más allá de la labor que hacen en las clínicas de pequeños animales. “Los veterinarios estamos detrás vigilando la calidad de los alimentos en los mataderos, hacemos los controles sanitarios en los restaurantes […] o estamos trabajando en investigación en virología en laboratorios de alta seguridad”, detalla. “En definitiva, nuestro objetivo es mejorar la salud de los humanos”.
Zoonosis y zoonosis inversa
“Animales y humanos compartimos cerca de 300 enfermedades, y cada año aparecen, de media, cinco nuevas enfermedades, la mayoría a través de un salto del patógeno de animales a humanos (lo que se conoce como ‘zoonosis’)”, destaca el libro.
“Enfermedades como la rabia, la gripe aviar, el ébola, la salmonelosis, el VIH, la brucelosis, la triquinosis, las infecciones por hantavirus, el carbunco, la fiebre Q, la peste bubónica, la tularemia, el dengue, la leishmaniosis, el zika, la malaria, la toxoplasmosis y, por supuesto, el COVID-19, y otras enfermedades causadas por coronavirus son zoonosis”, continúa.
Pérez-Ramírez alerta que los casos de gripe aviar en aves domésticas y silvestres han aumentado de forma preocupante en los últimos años, en todos los continentes (excepto Oceanía). Entre 2021 y 2023, el virus H5N1 provocó la muerte de más de 200 millones de aves de corral y cientos de miles de aves silvestres.
“Por suerte por ahora ha habido pocos saltos a humanos, pero el día que el virus salte de verdad y empiece a adaptarse puede ser muy peligroso”, afirma, “es uno de los grandes problemas que tenemos que enfrentar ahora mismo a nivel mundial”. Otros virus a los que hay que estar vigilantes son el virus de la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo o el virus del Nilo Occidental.
La científica alerta también de la zoonosis inversa: cuando son los seres humanos quienes transmiten enfermedades a los animales. “Con nuestra visión antropocéntrica de la salud pensamos que somos siempre las víctimas de los contagios pero también podemos ser el origen. Podemos transmitir muchas enfermedades a los animales”, incide.
“El COVID-19 fue el ejemplo más grande de zoonosis inversa”, asegura y enumera varios casos de animales contagiados. Como el de millones de visones en varias granjas de Dinamarca que tuvieron que ser sacrificados; el de perros y gatos que convivían con personas infectadas, el de leones y tigres en zoológicos, e incluso el de animales silvestres, como ciervos de cola blanca en Estados Unidos y Canadá.
Crisis climática y enfermedades
El libro señala que el clima es uno de los factores que condiciona la salud global. “Pequeños cambios de humedad y temperatura pueden modificar la distribución geográfica de muchos vectores, como garrapatas y mosquitos, que transmiten enfermedades infecciosas”, destaca. En Colombia, por ejemplo, el fenómeno de El Niño (que trae consigo un aumento de la temperatura del agua), provocó un aumento del 20% de los casos de malaria, destaca Pérez-Ramirez. Mientras que las inundaciones de 2000 en Panamá provocaron brotes enormes de hantavirus, enfermedad que transmiten los roedores.
Y Europa no se queda atrás. “Estamos teniendo prácticamente todos los años casos de dengue autóctono”, señala y recuerda que en París hubo un caso este verano, y que también los ha habido en Ibiza.
Resistencia a los antibióticos
La investigadora describe la creciente resistencia a los antibióticos como “una pandemia silenciosa” y destaca que cada año mueren en Europa cerca de 33.000 personas por infecciones para las que ya no funciona ningún antibiótico y que para 2050 se esperan 10 millones de muertes por bacterias multirresistentes. “Si volviéramos a una situación de una sociedad sin antibióticos como antes de su invención sería bastante apocalíptico”, asegura.
Pero no todo son malas noticias. España es el primer país de Europa en la reducción del uso de antibióticos en sanidad animal. “Ha habido una reducción del 70% desde 2014”, apunta la veterinaria.
Qué hacer para enfrentar una futura pandemia
La científica destaca tres aspectos esenciales para prepararnos para una futura pandemia. En primer lugar: la investigación científica. “Necesitamos más que nunca confiar en los investigadores y que tengan financiación y una estabilidad decente para poder hacer su trabajo”, señala.
El segundo es la cooperación intersectorial, “trabajar entre todos los sectores implicados, entre los científicos, las instituciones y los políticos”. Por último, destaca la solidaridad internacional. “Ya hemos visto que lo que pasa en un pueblo perdido de China o en Bangladesh o en el Congo al final puede tener un impacto global. Porque los patógenos se mueven a muchísima velocidad, especialmente ahora”, afirma.
“Aquí no estaremos a salvo hasta que todos estemos a salvo”, concluye.