Las Bahamas se convirtieron, en plena pandemia, en la primera economía en circular una moneda digital emitida por su banco central: el dólar de arena. El efecto se dispersó y este tipo de divisas electrónicas (CBDC, por Central Bank Digital Currency) han empezado a dominar el Caribe. Hay proyectos en marcha en los Estados del Caribe Oriental, Jamaica y las Antillas Holandesas. Representan un gran beneficio por la reducción de costes de operación en las transacciones, según explica a Innovaspain Eloisa Cadenas, CEO de Cryptofintech, la primera consultora de criptodivisas y parte del profesorado del primer diplomado de esta materia en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Un aspecto que cabe considerar en países cuyas regiones están separadas por kilómetros de océano y en los que las tormentas y ciclones destruyen infraestructura constantemente.
Cadenas explica que, tras la fuerte digitalización de la economía en la región a raíz de la pandemia, estas divisas pueden representar un paso más adelante: “Hay muchos otros beneficios. Puede contribuir a mitigar actividades asociadas con el lavado de dinero o a mejorar la recaudación tributaria”. Es por esto que, fuera del Caribe, motores financieros latinoamericanos como Brasil y México también están analizando la creación de monedas digitales emitidas por sus bancos centrales. Pese a que comparten similitudes con las criptomonedas, las CBDC son exactamente lo opuesto: están centralizadas y sostenidas por entes reguladores.
Retos y beneficios
La educación y la transparencia serán fundamentales a la hora de promover su accesibilidad, sea a través de billeteras digitales —como en el caso de Bahamas— o a través de cualquier otro medio. “Es un reto enorme para economías en vías de desarrollo. Se necesitará mucha educación para que estos proyectos no queden en el olvido”, asegura Eloisa Cadenas, mientras ahonda en los demás retos con los que chocan sistemas financieros como el de su país, México, a la hora de analizar este tipo de iniciativas. “Es algo que requiere que todo el sistema financiero esté alineado, es complejo porque necesita de mucha coordinación”, agrega. Además, profundiza en que existen otros riesgos relacionados con la privacidad, la ciberseguridad, la implementación o la seguridad financiera.
“Hay que cuidar la tecnología que se usará y asegurar que los usuarios no podrán ver sus cuentas jaqueadas o perder sus fondos”, afirma la experta. Para esto se deben considerar también cuestiones que parecerían no estar relacionadas, como la seguridad energética. Además, la académica eleva los riesgos al ámbito de la macroeconomía: “Ha de contarse con una política monetaria muy clara. ¿Cómo será el control de la emisión? Es casi lo mismo que en el caso de los billetes, hay que tener en cuenta que un descontrol eventualmente podría desestabilizar la economía”.
Sin embargo, no todo son retos y riesgos. Las CBDC también podrían traer beneficios directos a los usuarios, más allá de los que pueden percibir los bancos centrales. En este sentido, Cadenas apunta a la inclusión en el sector financiero de nuevos actores que hasta ahora han tenido poca participación en Latinoamérica, con muy bajos porcentajes de bancarización. Además, permitiría a estas personas participar en el ecosistema digital del comercio, que se ha fortalecido mucho en la región a raíz de la pandemia. “Es una oportunidad para que más empresas participen en el comercio transfronterizo, con costos de operación mucho más bajos”, concluye la académica.
El Proyecto Hamilton
No solo los bienes y servicios atravesarán las fronteras: también las propias divisas lo harán. Ahora mismo, según explica la experta desde su propia experiencia, realizar pagos en otros países de la región puede ser una tarea complicada y costosa: “Yo, por ejemplo, quería pagar un envío en Colombia y no pude hacerlo a través de mis tarjetas de débito o de una transferencia. Acabé usando un criptoactivo”. Este tipo de transacciones serías más sencillas con las CBDC, también con el riesgo de que monedas más fuertes, como el dólar, se inserten con más fuerza en los demás mercados de la región. En EE UU, el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) estudia cómo se vería la creación de su divisa digital a través del Proyecto Hamilton.
Eloisa Cadenas reduce un poco el posible efecto que esto podría tener en los demás países: “Lo resumiría en que simplemente fortalecería su penetración en otros mercados”, afirma, empleando como ejemplo lo que se espera que suceda con el Yuan digital chino en los sistemas financieros de sus vecinos más pequeños. Lo cierto es que el Proyecto Hamilton solo es un ejemplo más de cuán extendida está la discusión sobre las CBDC en América. Según el último índice de monedas digitales de bancos centrales de la consultora PwC, cuatro de las diez principales se encuentran en este continente —Bahamas, Jamaica, la Organización de Estados del Caribe Oriental y Uruguay— frente a las dos europeas, tres asiáticas y una africana. La oferta de estas divisas solo ha comenzado.