Cada mañana, el niño Ramón Rubio emprendía viaje a Valencia desde el pueblo castellonense de Geldo para estudiar. Con la misma persistencia se convirtió en profesor y abrió su propia academia. También creó el ‘Método Rubio’ para que sus alumnos aprendieran de una forma nueva cuestiones numéricas y caligrafía. Pero lo que empezó con unas fichas de refuerzo adoptó la forma de los emblemáticos cuadernillos de los que, hasta la fecha, 67 años después, la Editorial Rubio ha vendido 325 millones de ejemplares.
En este tiempo, la empresa ha acompañado a varias generaciones de niños y niñas y ha tenido que aprender a reinventarse. Vivió el apogeo en los 80, cuando Rubio era una “institución” en los hogares españoles, pero llegó a mediados de los 90 mostrando síntomas de agotamiento. En el año 96, Ramón Rubio enferma y tiene que coger el timón su hijo Enrique. “Me entristecía si alguien me preguntaba: “Ah, ¿pero Rubio aún existe?”, explica a Innovaspain. “Cuando llegué a la empresa era obvio que necesitaba un cambio radical. Mi padre era un visionario, pero también fue un empresario al estilo de la época: multitarea; todas las decisiones pasaban por él. Hacer cambios era complicado, al contrario que ahora”.
Resetear (pero no del todo)
El actual Director General de Rubio admite que tenía por delante un ‘Everest’ que exigía ponerlo todo patas arriba y, a la vez, recuperar lo mejor de la esencia que catapultó a la editorial en el pasado. “Lleno de buena voluntad, mi padre había optado por llenar de color los cuadernillos. Eso afectó a la identidad de marca. Siempre se había asociado al verde y al amarillo tan característicos de Rubio. Además, empezó a crecer la competencia y las cifras de ventas eran poco halagüeñas”.
Enrique Rubio recuerda que aquel reseteo fue muy positivo para todo lo que ha venido después. “Reaccionamos a tiempo y desde entonces no hemos parado de anticiparnos al cambio. Desarrollamos capacidad de adaptación. Tuvimos que entender que ya no estábamos en los 80. La natalidad bajaba y el mercado se resentía. No podíamos limitarnos a vivir de la marca y de la nostalgia. Ese error dejó a muchos otros por el camino”.
Cuando llegó la crisis financiera de 2008, la editorial había mimado y evolucionado lo suficiente el producto como para pasar el trago con cierta solvencia. Transmitían el compromiso que llevó a Ramón Rubio a poner en marcha la editorial y lo aterrizaban en el siglo XXI: valores sociales, cuidado del medioambiente, igualdad, compañerismo, respeto al profesor… Todo revestido de una total coherencia en la imagen; un toque vintage muy provechoso.
La pandemia y el gran salto
El barco navegaba de nuevo. “Crecíamos en forma de diente de sierra; hubo subidas y bajadas, pero las ventas aumentaron”. La pandemia les dio el espaldarazo definitivo, una vuelta a los años de gloria que les ha afianzó en el mercado. “No nos olvidamos de que nuestra situación cambió debido a una desgracia… Lo que habíamos visto en películas apocalípticas se hizo realidad. Y a algunos sectores fue como si nos tocara la lotería. Eso sí, habíamos hecho bien los deberes. De 60 referencias a finales de los años 90 habíamos llegado a más de 400 en marzo de 2020”, detalla Enrique Rubio.
Pasado el impacto inicial, con todos encerrados en casa, las madres –“digo las madres porque son el 90 % de nuestra clientela”- empiezan a tomar cartas en los asuntos educativos. “En su búsqueda de soluciones se dejan caer por nuestra web, que acabábamos de renovar, al igual que el ecommerce. No pudo haber una mejor publicidad. Pasamos de 30 pedidos diarios a 300”. Muchas se reencontraron con Rubio y descubrieron todo lo que son capaces de ofrecer: packs por edades, estimulación cognitiva para personas con problemas neurodegenerativos, entretenimiento para adultos o cuadernos de lettering (Rubio acaba de lanzar el primer concurso nacional de caligrafía creativa)”.
Las ventas online se dispararon un 500 % y la empresa creció un 50 % en 2020. “Se generó una corriente favorable y muchos clientes llegaron para quedarse. Fue una suerte que indagaran a fondo en lo que somos”. No mucho antes de esta nueva época dorada, un estudio confirmaba que la gente conocía la editorial, pero asociada al pasado y a la imagen de una empresa tradicional. “Luchamos contra esos prejuicios. Innovamos constantemente, escuchando las demandas del profesorado y de la sociedad en general”, argumenta Enrique Rubio.
Ideas fructíferas
Con el entorno educativo en constante cambio, en Rubio no faltan las ideas para conectar con un ámbito en el que el libro de texto ha perdido relevancia. “Volvemos a estar de moda. Existen demanda e inquietud por conocer nuevos productos. Cada año llevamos a cabo una selección de proyectos susceptibles de ser lanzados al mercado con el foco en las ventas, pero un porcentaje de las nuevas referencias esta vinculado al compromiso de llegar a todo el mundo, aunque el beneficio económico sea mucho más reducido. Ello nos ha llevado a traducir los cuadernos de vacaciones el euskera o a lanzar una gama de productos dirigidos a personas con párkinson”.
La plantilla de la empresa apenas la conforman 25 personas, sin embargo, han sabido tejer una red de profesionales externos con los que cubren todo lo necesario, desde los contenidos al diseño. “Supervisamos cada paso. Estamos muy encima para que el producto sea de máxima calidad, sin olvidar que a veces ponemos toda la carne en el asador en algo que no llega tan lejos como pensábamos mientras que otras iniciativas son un éxito inesperado”.
Un futuro prometedor
La editorial tiene grandes planes y ha avanzado ya la primera fase de la edificación de la que será su nueva sede. Un espacio singular en el que se reunirá todo el universo Rubio: más de 10.000 m2, ubicados en el parque empresarial Táctica de Paterna (Valencia). De momento, ha realizado una inversión de aproximadamente 4,5 millones de euros en estas instalaciones, incluida una nueva línea de encuadernación única en España, que triplicará su capacidad productiva.
Este empuje les ayudará a afrontar con más garantías la internacionalización, un proceso que arrancaron años atrás, interrumpido por la pandemia, y que ahora recuperan con toda la fuerza, fundamentalmente en México, y con menos ambiciones en otros países como Alemania. “Nuestro producto no es un mueble o un teléfono. Los sistemas educativos varían por completo de un lugar a otro”.
Enrique Rubio concluye asegurando que lo que tienen entre manos es mucho más grande que un negocio. “Cada día rendimos un homenaje a mi padre, que no pudo disfrutar lo suficiente de todo lo que Rubio ha significado en el mundo de la educación y ahora también en el ámbito empresarial”.