“Cuando uno piensa en Estados Unidos nos vamos al Nueva York o al Chicago que vemos en las películas, pero yo aterricé en medio del viejo oeste americano, donde prácticamente solo estaban Clint Eastwood y su poncho, el correcaminos y Los Picapiedras”. Así cuenta Ernesto Caballero-Garrido, doctor en bioquímica especializado en neurobiología y presidente de la Asociación Nacional de Investigadores Siglo XXI, su llegada, en 2014, a Nuevo México, más concretamente a Albuquerque.
Tras trabajar en España en distintos laboratorios durante una década, este neurocientífico se vio empujado a salir de su país natal por una doble circunstancia: “la dificultad de encontrar un trabajo en España en plena crisis” y la necesidad que tiene “un investigador de cualquier área” de “moverse por el mundo”.
Una sociedad distinta
Así acabó trabajando en un laboratorio de neurociencia que pertenece al departamento de neurocirugía del Hospital de la Universidad de Nuevo México. Pero, dejando a un lado su labor profesional, el choque cultural al llegar a esta parte de Estados Unidos fue enorme. “Necesité mi propia terapia para sobrevivir y no perder mis raíces”, afirma. Se refiere al blog en el que escribía semanalmente contando todo tipo de anécdotas, “algunas divertidas y otras no tantos”.
Este ha sido el origen del libro que ha publicado la editorial 120 Pies con el título ‘Tribulaciones de un científico español en Albuquerque’, presentado el pasado viernes en Hotel Kafka, donde relata algunas de las luces y sombras de la sociedad estadounidense. En el lado negativo, Caballero-Garrido subraya la superficialidad, el aislamiento y la frialdad. En el positivo, habla de la importante inversión en investigación y, en general, “del respeto que existe por la ciencia”. “Están muy concienciados sobre la necesidad de investigar”, añade.
En cualquier caso, “no corresponde la realidad social con lo que se ve en las películas”. Aunque hay casos y casos. Por ejemplo, afirma que la serie Breaking Bad refleja “bastante bien la la realidad a muchísimos niveles”, ya que la historia que se cuenta, ambientada en el mismo Albuquerque, “tiene muchas dobles lecturas”. Se trata de un profesor con cáncer que no puede afrontar económicamente el tratamiento, lo que refleja otra gran sombra de la sociedad estadounidense: la sanidad. También se hace mención a ciertas carencias culturales provocadas porque “no son capaces de tener una buena educación”.
Él pudo comprobar desde el principio otra de las cuestiones que más llaman la atención a los europeos que viajan a EE.UU. por primera vez: el fácil acceso a las armas. “Todavía no me he recuperado de mi primera visita a un supermercado, el día siguiente de llegar a Nuevo México –afirma–. Pasas de comprar leche, fruta y pan, a ver unas vitrinas con fusiles de asalto, balas, etc.”.
Reparar las cañerías
Hasta principios de este mismo año, Ernesto Caballero-Garrido ha estado trabajando en el laboratorio antes mencionado, centrado en el estudio de la microvasculatura del cerebro en un contexto de infarto cerebral.
“Hay distintos tipos, pero en un infarto cerebral básicamente lo que sucede es que las neuronas pierden la nutrición que reciben por las cañerías que son la microvasculatura”, dice cuando se le pide que explique su trabajo de una forma comprensible para todos. “Lo que hicimos fue hacer de fontaneros hiperespecializados y reparar esas cañerías actuando sobre diferentes moléculas, permitiendo que las neuronas tras el infarto se recuperasen”.
Las pruebas se han hecho en ratones, pero la idea es que el tratamiento pueda ser aplicado en personas algún día. Para ello tiene que ser validado por distintos laboratorios y, luego, hay que desarrollar un medicamento, un proceso que puede durar “entre 10 y 15 años si todo va bien”.
Inversión en I+D+i
Desde febrero de 2017 ha estado buscando trabajo en España, pero se ha dado de bruces con la realidad española. “Ahora mismo es muy complicado encontrar una plaza siendo doctor y con experiencia nacional e internacional”, reconoce sin ocultar su frustración. Mientras tanto, se centra en la Asociación Nacional de Investigadores Siglo XXI, hace colaboraciones con pequeñas farmacéuticas, y escribe artículos para entidades de otros países, como Canadá. “Pero es un trabajo más teórico que experimental”, se lamenta.
Critica la “bajísima inversión en I+D+i” que existe y cree que deberíamos imitar de EE.UU. su apuesta por la investigación como vía “para mantener a un país”. “Ellos tienen claro que hay que ser punteros en tecnología, lo han entendido y lo aplican más allá de los distintos gobiernos”.
Considera que los americanos también pueden aprender algo de los españoles. Se refiere a “la optimización de recursos”, ya que “ellos tienen tanto dinero” que a veces parece que nos les importa malgastar ciertas dotaciones.
Por último, Ernesto Caballero-Garrido resalta la importancia de la divulgación científica en cualquier lugar del mundo; no solo por subir el nivel cultural, sino porque “es necesario dar una explicación a la sociedad de qué es lo que hacemos con el dinero que se dedica a la ciencia y por qué es importante”. Además, hay que concienciar a la gente de que “tenemos que trabajar a largo plazo”, más allá de los cuatro años de cada gobierno.