Ha tenido que pasar mucho tiempo para que todos nos hayamos dado cuenta que la innovación es un factor, no el único, que es capaz de llenar los territorios vacíos de población con nuevos proyectos empresariales, la mayoría de ellos a la innovación, entendiendo esta como la digitalización de los existentes y la posibilidad de crear nuevas oportunidades basadas en nuevas tecnologías. Ideas no faltan; lo que falta es financiación, extensión de redes que permitan la digitalización y, cómo no, la posibilidad de comunicar y poner el mercado nuevos productos y servicios.
Dice el refrán que “nunca es tarde si la dicha es buena” y, en esa línea, están los proyectos que vemos todos los días relacionados con la tecnificación de la agricultura hasta límites insospechados, modificando procesos e, incluso, descubriendo nuevas oportunidades de negocios a través de la investigación de la composición de alimentos, algunos de ellos aprovechados para otras cuestiones más allá de la alimentación.
En Innovaspain hemos sacado un buen número de esas iniciativas de la España vacía que ayudan a recuperar rincones olvidados de la geografía nacional y, afortunadamente, cuajan en casi todas las comunidades, provincias y en muchos municipios. Entre estos últimos destacan aquellos que se arriesgan y ponen su empeño en optar a conseguir el diploma de Ciudad de la Ciencia y la Innovación, que organiza la Red InnPulso del Ministerio de Ciencia e Innovación, un gran test para conocer el estado de la cuestión.
Y la cuestión no está en el número, que es importante, sino el gran espacio de colaboración que se produce. Colaboración para aumentar el conocimiento sobre el tema es vital para que estos programas a los que me refiero, sean del tipo que sean, tengan éxito. Y el éxito no es descubrir un tema específico, sino el espíritu que se crea de innovación en círculos que antes no existían.
Me sorprendió recientemente que la Real Academia de Ingeniería anunciara un seminario sobre la agricultura, que pareció genial. Los ingenieros no solo pueden trabajar en empresas tecnológicas, sino empresas o sectores que necesitan innovarse y la agroalimentación es uno de ellos, quizás el más desconocido pero uno de los más sugestivos para descubrir, tanto para la ciencia y la investigación, como para buscar ideas que aprovechen en todas sus facetas; no lo solo la industria agraria, sino los entornos en los que se producen, precisamente estos bienes entre otros muchos de esa España vacía.
Lo que definimos como campo de forma habitual está lleno de posibilidades y seguro que atraerá inversión. Hace poco hablamos de la soberanía tecnológica como demostró el tema de la pandemia. De ahí hemos pasado a hablar de una cierta “autonomía” agrícola con la desgraciada guerra en Ucrania. Es decir, los productos agrícolas, que sufren más claramente los efectos del término elasticidad, un clásico para explicar el comportamiento en una economía de mercado, pueden cubrirse con métodos que están por inventar. La transformación de los negocios afecta a todos los sectores y no nos olvidemos del agrícola, ahora mismo una fuente productora de ideas que no nos imaginamos. Tenemos que estar más atentos a la revolución que viene en este campo y que habrá que celebrar y, sobre todo, conocer.