Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), la mayoría de los trabajadores en España reconoce sufrir algún tipo de estrés en el trabajo. Es decir, que este factor convive con nosotros y es parte de nuestro día a día. Sin embargo, si no se vigila, puede ser causa de enfermedades como la ansiedad, trastornos del sueño o depresión. Por eso, la clave es controlarlo para que sólo esté presente en su justa medida y sea ese empujón necesario para lograr los objetivos propuestos. Es en éste ámbito en el que se mueve Javier Hernández, designado por la MIT Technology Review como uno de los 10 nuevos ‘under 35’ que pueden cambiar el mundo en los próximos años.
¿Cómo? Gracias al trabajo que está desarrollando en los últimos años como científico investigador del MIT Media Lab Affective Computing Group, desarrollando herramientas que pueden medir y entender las tasas de estrés en las personas. El teclado y el ratón de un ordenador, nuestros smartphones, una muñequera o incluso el GPS del coche pueden ser los perfectos aliados para controlar el nivel de estrés de una persona. Por ejemplo, ¿alguien se imagina que un vehículo cambie de color según los niveles de estrés de su conductor? Pues ése es uno de los trabajos en los que participa Javier Hernández, que califica algunos de estos dispositivos como una “prótesis comunicativa” que pueden ayudar a los usuarios en su vida diaria.
¿Cómo se te ocurrió esta idea, por qué decidiste dedicarte a diseñar dispositivos para medir el nivel de estrés?
Desde bien pequeño me di cuenta de que el estrés forma una parte muy importante en nuestras vidas. Normalmente la gente piensa que el estrés es algo malo, negativo. Pero realmente es como una especie de ‘superpoder’ que nos ayuda a cambiar nuestros cuerpos para cumplir objetivos: ya sea ganando más energía, teniendo más tolerancia al dolor, teniendo reflejos más rápidos… Todo eso para cumplir lo que nos proponemos en el día a día. Pero si se vuelve crónico, puede volverse bastante negativo para la salud e influenciar en muchos tipos de enfermedades como pueden ser la obesidad, la ansiedad, problemas de sueño… Entonces, desarrollar tecnologías que pueden ayudarnos a medir y controlar el estrés podemos reducir el impacto negativo que tiene en nuestra salud.
¿Qué efectos negativos puede tener el estrés en nuestro día a día y en nuestra salud y cómo se puede manifestar?
El estrés en ciertas dosis es bueno, porque nos ayuda a cumplir nuestros objetivos. Pero si se convierte en crónico, lo que hace es que el cuerpo no sepa regular la función del estrés. Por ejemplo, te puedes estresar muy rápido y fuertemente por algo que realmente no es estresante, y puedes no estresarte para nada en algo con lo que sí deberías. Esa falta de regulación tiene también una reducción del sistema inmunológico y eso a la larga afecta a otras condiciones: depresión, ansiedad o problemas de sueño, comida, etc.
Yendo a lo concreto, a tus investigaciones y a los dispositivos que has diseñado. El primero que me ha llamado la atención es un sensor que registra la respiración y el latido del corazón.
Cada vez que nuestro corazón palpita, el movimiento de nuestra sangre hace que nuestro cuerpo vibre sutilmente. Esto no lo podemos percibir con nuestros ojos, pero lo podemos sentir por ejemplo si pones la mano en el pecho, a la altura del corazón. Y eso también es obvio si piensas en la respiración: cada vez que respiras, el pecho se mueve. Es menos obvio si consideras distintas extremidades de tu cuerpo como pueden ser las muñecas, la cabeza o incluso la cintura.
Entonces, algunos de mis trabajos han investigado cómo distintos dispositivos como pueden ser gafas inteligentes, relojes inteligentes o incluso un móvil que está dentro del bolsillo de un pantalón, de una bolsa o de una mochila, pueden capturar estos movimientos muy sutiles, y luego analizarlos para estimar el ritmo cardiaco y la respiración de las personas. Y hemos demostrado que el software que hemos desarrollado, utilizando el hardware que ya existe, puede estimarlo de una forma tan precisa como los sensores más caros y cómodos que utilizan en entornos médicos.
También has diseñado un teclado que permite detectar el estrés a través de cómo pulsamos las teclas…
Sí, cada vez que nos estresamos, nuestro cuerpo sufre una serie de cambios fisiológicos que nos ayudan a preparar el cuerpo para situaciones que pueden ser peligrosas. Uno de estos cambios es el incremento de tensión muscular que nos ayuda a tener más fuerza y energía para luchar o salir corriendo. Y cuando estamos estresados y estamos ante el ordenador, ese incremento se nota con una mayor presión de las teclas y también con cómo interactuamos con la tecnología, en este caso con el ratón. En el estudio que hicimos demostramos que, con algo tan sencillo como pedir a la gente que describiese un momento estresante y otro relajante de sus vidas, pudimos observar un cambio significativo en la presión de las teclas y cómo la gente agarraba el ratón.
Luego hay una muñequera con biosensores. ¿Cómo funciona y qué aplicación práctica tiene?
Es uno de los trabajos que se ha realizado aquí durante varios años en el MIT Medialab, yo participé en el software. Lo que hace esta muñequera es medir cambios de sudoración muy pequeñas que existen en ciertas áreas de nuestro cuerpo como pueden ser zonas de las manos, las muñecas y algunas otras partes. Y estos cambios de sudoración están relacionados con la carga cognitiva. Nosotros utilizamos estas mediciones en temas del estrés en un entorno real: por ejemplo con niños con autismo, empleados en centralitas telefónicas… Todo para capturar estas señales y analizarlas usando inteligencia artificial. Entonces yo me he especializado en el asunto del software, viendo cómo podemos desarrollar algoritmos que pueden entender estas señales y estimar el nivel de estrés de estas personas.
Y por último, has diseñado un dispositivo para que los coches midan el estrés del conductor. ¿Cómo lo mide y cómo actúa si un conductor muestra grandes niveles de estrés?
Hay muchas posibilidades para medir las ‘migas’ emocionales que vamos dejando en el día a día. En el contexto del coche, cosas tan sencillas como por ejemplo la forma en la que abres la puerta o agarras el volante, cómo interaccionas con el GPS (ya sea por voz o de forma táctil)… Todo eso te da información sobre el nivel de estrés de las personas.
También otra línea de investigación que incorporamos a los coches consiste en usar cámaras para medir el ritmo cardíaco y la respiración a distancia, simplemente analizando colores de la piel con la idea de que, cada vez que la sangre se mueve, también cambia muy sutilmente el color de la piel. Y eso lo podemos incorporar en el coche porque permite una medición no invasiva. Y una vez que el vehículo entiende que el conductor se está estresando, tiene bastantes aplicaciones que se pueden realizar. Algunas de ellas consisten en reflejar esta información al conductor para que tome el control de la situación, por ejemplo cambiando el color del salpicadero, o cambiando la pintura del coche para que se den cuenta los demás.
Esta información se puede incorporar en la interacción que el coche tiene con el conductor. Por ejemplo puede cambiar la voz o la entonación del GPS para mostrar una mayor empatía con el conductor, puede tomar más el control y sugerir diferentes tipos de canciones según el entorno o podría incluso cambiar la temperatura de dentro del coche para ayudarnos a relajarnos si es necesario.
Y luego, cuando piensas en muchos coches, si tienes la capacidad de medir las emociones de los conductores puedes hacer intervenciones a nivel más global. Por ejemplo, el GPS te puede recomendar rutas que son menos estresantes en lugar de la más rápida, quienes diseñan las ciudades pueden usar la información del estrés de los coches para detectar cuáles son las áreas más problemáticas, etc.
La clave de todos los dispositivos de los que hablas está en el denominado Internet de las cosas. ¿Nos dirigimos hacia allí irremediablemente?
Sí. De hecho no sólo hay Internet de las cosas, sino también ‘Internet de las personas’. El primero consiste en que, en el futuro, cualquier objeto estará instrumentado, por ejemplo las sillas, el sofá el teclado… y todo eso te permitirá conectarlos a internet y obtener información útil de las personas. Pero también habrá el ‘Internet de las personas’, nuestra información estará conectada a la red, tendremos sensores quizás dentro de nuestro cuerpo, tendremos tatuajes inteligentes, ropa inteligente… y toda esta información nos ayudará a incorporar al ser humano en la ecuación tecnológica. Es una parte bastante importante porque al fin y al cabo queremos desarrollar una tecnología que ayude y aumente a los seres humanos, no que los sustituya.
En qué situación están estos dispositivos, ¿están comercializados, dónde se pueden adquirir y en qué rangos de precios nos movemos?
Están en distintas fases. Por ejemplo, los software que reconocen las expresiones faciales con cámaras están bastante comercializados y hay empresas que ya se dedican a esto. De hecho, Facebook o Microsoft han comprado estas compañías por su relevancia, por ejemplo, para medir el estado emocional de las personas cuando interaccionan con sus dispositivos.
Luego hay otro tipo de dispositivos, los ‘wereable devices’, que están más activos, pero todavía les falta trabajo para su entendimiento: qué es lo que se está midiendo, para que sirve, cómo podemos realmente tener aplicaciones útiles de todo esto.
Y luego hay aplicaciones que están más lejanas. Por ejemplo, la medición del estrés, es posible cuando tienes un entorno controlado o semicontrolaldo como puede ser en un coche. Pero si quieres ir a entornos reales no controlados donde la persona puede estar en su casa, comiendo con amigos, etc y que los dispositivos realmente entiendan eso, todavía falta un poco porque es difícil entender la complejidad del día a día.
Pero centrándonos en tus proyectos, ¿se pueden adquirir en algún lugar, están comercializados?
No, no están comercializados. Recientemente he lanzado una startup con el objetivo de incorporar la inteligencia emocional a los dispositivos electrónicos y que así puedan ayudarnos a controlar nuestro ‘superpoder’ del estrés y estoy centrado en llevar estos desarrollos a las personas que lo necesitan más. Así que la respuesta corta sería que están en proceso.
¿Y cuál es tu próximo proyecto?
Sigo investigando en las diversas áreas para traer la medición y el entendimiento del estrés a la tecnología y ahora estoy también muy centrado en el entendimiento, en ver cómo estas aplicaciones pueden ser utilizadas en un entorno real o en cómo puedes minimizar algunos de los problemas que no existen en los estudios realizados pero que están en el mundo real.