La mujer ha visto limitada su participación deportiva desde el siglo XIX. Condicionantes sociales y culturales han llevado, en el peor de los casos, a disuadir a las mujeres de practicar deporte. La situación hoy no dibuja el mejor de los escenarios, pese a que sus beneficios se multiplican mucho más allá del bienestar físico. Una investigación realizada en la Universidad Pública de Navarra (UPNA) analiza el deporte como herramienta útil en el empoderamiento de las mujeres, especialmente en aquellas que se encuentran en situación de exclusión social o de violencia de género.
La autora del estudio, realizado en colaboración con Médicos del Mundo, es Esther Casals Flores, titulada en el Diploma de Especialización en Género de la Universidad, y la investigación ha estado conducida por la profesora del Departamento de Trabajo Social Rut Iturbide Rodrigo, que imparte la asignatura “La figura profesional de agente de Igualdad”.
El objetivo de la investigación era analizar cómo el deporte podía beneficiar en los procesos de empoderamiento de mujeres en situación de violencias machistas, centrándose en los casos particulares de un grupo de mujeres usuarias de los recursos de acogida del Gobierno de Navarra. Previamente, la investigadora realizó un diagnóstico para conocer su situación, las necesidades y demandas personales que presentaban, y comprobar si el deporte podría encajar como parte de la intervención social, cuyo objetivo final es el empoderamiento.
Según Casals, desde hace décadas se ha privado a muchas mujeres “de adquirir y desarrollar habilidades dentro del mundo deportivo, y extensiblemente en otros ámbitos, pues el deporte es un modo de aprendizaje para la vida, en el que existen retos, obstáculos que superar, energía que compartir, metas que alcanzar y bienestar físico y mental a fomentar y desarrollar, algo que evidentemente está asociado a los modelos de feminidad y masculinidad hegemónicos y normativos atribuidos a mujeres y hombres y que marcan aquello que unas y otros debemos ser y se nos exige de múltiples formas ser”, indica.
Casals reconoce que las entrevistas con las mujeres fueron el punto más delicado del estudio. “Durante el proceso, sabía lo complejo que podía resultar hacer algunas preguntas o plantear según qué temas o cuestiones. Constantemente tuve en cuenta las situaciones por las que estas mujeres habían pasado y continuaban pasando y los estados emocionales diversos que dichas situaciones les habían provocado”. Antes de comenzar la sesión, se les transmitió que no estaban obligadas a responder a nada que no quisieran, y en el caso de sentirse incómodas o no querer continuar con la entrevista, podían abandonar sin ningún problema el espacio o el proceso. “En este sentido estoy muy satisfecha, porque todas respondieron, fueron muy valientes en contar lo que sentían y ello hizo que pudiera conseguir los objetivos de este proyecto”, añade la investigadora.
La autora creó con las mujeres un grupo de discusión, mediante la “técnica del embudo”, consistente en realizar una serie de preguntas relacionadas desde la primera a la última y encaminadas a conseguir dar respuesta valorativa a la hipótesis planteada, esto es, si el deporte puede ser un instrumento útil en el empoderamiento de las mujeres.
El programa se llevó a cabo a lo largo de diez semanas (con sesiones que tenían lugar los miércoles) en las instalaciones deportivas de la UPNA y consistió en que las mujeres participantes analizaran, a partir de la práctica de ejercicios físicos y deporte, no sólo las actitudes que tienen que ver con las relaciones de desigualdad entre hombres y mujeres, sino también cómo potenciar las actitudes de desarrollo y empoderamiento personal y colectivo.
Ahora el objetivo de Casals es poner el práctica el proyecto dentro del Programa mujer de la empresa Xilema que gestiona los Recursos de Acogida (centro de urgencias, casa de acogida y pisos tutelados) para mujeres supervivientes de violencia de Género.
En cuanto al trabajo pendiente, en el área educativa, Casals cree que, “como en muchos otros ámbitos”, se debería formar al profesorado en cuanto a dar un enfoque de género a la enseñanza. Y especifica que “la asignatura de Educación Física continúa, en cierta manera, impartiéndose de la misma manera que años atrás y pese a que el contexto social ha cambiado mucho, el currículo apenas ha cambiado ya que si quieres implementar la perspectiva de género tienes que ingeniártela y ser creativa”.
Casals percibe que parte de la raíz del problema radica en la consideración de la Educación Física como asignatura menor, donde no tenía cabida la atención de la parte emocional del deporte como posible herramienta para el empoderamiento o la mejora de la autoestima. “Es necesario, primero, analizar las desigualdades que dentro del deporte tienen lugar; ver por ejemplo el tratamiento que los medios de comunicación dan al deporte que realizan las mujeres en comparación con los hombres o la consideración social que tiene el deporte femenino”.
Dado que el deporte es una herramienta más que válida “para la intervención social, para el acompañamiento de procesos, para el trabajo de emociones y el empoderamiento”, Casals invita a “comenzar con las criaturas y a ponernos a trabajar para que el deporte consiga ser un medio donde niños y niñas puedan conocerse y crecer a nivel personal y obviamente físico y de cuidado en igualdad”.
En cuanto a las mujeres adultas, Esther Casals cree que podría ser una opción el que Xilema propusiera participar en actividades deportivas diversas “que pueden o bien irse ofertando dentro de la propia empresa o bien establecerse convenios o acuerdos con centros deportivos públicos o privados. También pueden organizarse jornadas en las que trabajar el deporte con una mirada más amplia que la tradicional o los proyectos que desarrollan la práctica deportiva como herramienta para la transformación social”.