Detectar e identificar las dificultades de compresión del lenguaje que puede presentar un menor es uno de los retos más complejos de la investigación lingüística. Los diferentes factores que intervienen en la comunicación —como las capacidades cognitivas y lingüísticas individuales de cada niño o niña o las habilidades interpersonales, entre muchos otros— dificultan tanto el diagnóstico como la puesta en marcha de las intervenciones específicas que contribuyan a mejorar la comunicación con niños autistas.
“No existen estudios científicos que hayan investigado de manera sistemática el efecto de la entonación y gestualidad en la comprensión del habla de los niños con trastornos de desarrollo del lenguaje (TDL) ni con trastornos del espectro autista (TEA)”, señala preocupada a este periódico Núria Esteve-Gibert.
La investigadora del Grupo de Cognición y Lenguaje (GRECIL) de la UOC y directora del máster universitario de Dificultades del Aprendizaje y Trastornos del Lenguaje de esta misma universidad dirige el proyecto PROGESPRAG (prosodia, gestualidad y pragmática).
Se analizarán aspectos como la prosodia del habla y la comunicación gestual en 250 menores de entre 5 y 10 años de distintos centros educativos de Cataluña que presentan un desarrollo típico, TDL y TEA, y se compararán los resultados entre estos tres grupos.
El trabajo aspira a mejorar las intervenciones, los tratamientos y las herramientas que se destinan a facilitar la comprensión del lenguaje, aportando evidencias de cómo pueden diseñarse evaluaciones e intervenciones lo más efectivas posibles.
En España hay50.000 menores con TEA y 300.000 con TDL
En España, se estima que los menores que padecen un trastorno del espectro autista alcanzan los 50.000. Por su parte, se calcula que el trastorno del desarrollo del lenguaje tiene una incidencia de cerca del 7 % de la población infantil, lo que supone unos 300.000 menores de 12 años. Ambos trastornos conllevan problemas en el habla y la compresión, así como en la capacidad de expresar opiniones, pensamientos y sentimientos.
“Los niños y niñas con autismo, por ejemplo, no tienen tantas dificultades con el lenguaje, sino más bien con el contenido social y comunicativo de las interacciones. Pero estas dificultades pueden repercutir también en el lenguaje. Además, tienen problemas para integrar información procedente de varios sentidos”, señala Esteve-Gibert.
“Ya se utilizan la prosodia y la gestualidad para ayudarles a descifrar de forma más sencilla y rápida la información que les transmitimos, pero no se hace sobre una base científica contrastada. Disponer de evidencias permitirá no solo ganar certeza en el diagnóstico, sino también precisar al máximo en las estrategias y herramientas de tratamiento”, añade la investigadora de la UOC.
Durante el estudio, se va a utilizar una tecnología de seguimiento ocular que permitirá identificar el movimiento de los ojos y su respuesta ante la percepción de un mensaje. El sistema se basa en que, cuando escuchamos una frase y tenemos un elemento visual a nuestro alrededor que representa esta frase, miramos este elemento sin darnos cuenta y de forma implícita.
Al registrar el movimiento de la pupila ante una frase concreta, podemos ver si el menor observa en una pantalla el objeto mencionado o la intención de la frase, y así se demuestra que ha comprendido el mensaje.
«El habla, la comunicación gestual y la prosodia son caras de una misma moneda. Todas ellas esenciales para transmitir y comprender el mensaje. Necesitamos saber cuándo hay que intervenir sobre cada una», recalca Esteve-Gibert.
Pocos recursos, poca precisión
“La ley prevé herramientas en el sistema educativo para aplicar medidas especiales para TDL y TEA pero, en la práctica, hay mucho camino por recorrer”. Una realidad que según apunta la investigadora de la UOC afecta tanto “a la hora de lograr una buena evaluación que permita un diagnóstico preciso, como para tener intervenciones basadas en evidencias científicas”
“En este momento, faltan recursos e nivel familiar, educativo y clínico. Por ejemplo, solo las afectaciones graves tienen apoyo en el sistema educativo; lo que nos está llevando a un mayor fracaso escolar”. Ante esta escasez, Esteve-Gibert no solo reclama más recursos, sino que los existentes se apliquen con mayores certezas.
«Esperamos que los resultados del proyecto PROGESPRAG contribuyan a diseñar intervenciones mucho más precisas y adecuadas que ayuden a los niños y niñas que presentan estas dificultades en el desarrollo del lenguaje y la comunicación social», concluye.