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Las ventajas de saber cómo crecen los tallos de las plantas

Un estudio realizado entre España y Suecia asegura descubrir ciertas claves celulares y genéticas que podrían ayudar en la producción de biomasa
Tallo

Los tallos de las plantas crecen, sin más. Pero ¿cómo? ¿Por qué? ¿Van en proporción? ¿Pueden modificarse? ¿Y aprovecharse? Estas y otras muchas preguntas se han hecho en la Universidad Politécnica de Valencia (UPV) y la Universidad de Ümea, en Suecia. En su estudio han podido descubrir claves celulares, genéticas y moleculares, tanto en altura, como en grosor del tallo, que ayudarían, por ejemplo, a maximizar la producción de biomasa. 

Javier Agustí es investigador del Instituto de Biología Molecular y Celular de Plantas (IBMCP) —centro mixto de la UPV y CSIC- y el coordinador del estudio cuenta que el estudio está enmarcado en una pregunta más amplia: ¿Cómo se coordinan los procesos de crecimiento durante el desarrollo de los órganos?

«En cualquier crecimiento de cualquier órgano o de cualquier organismo, en los procesos de desarrollo, cuando se está formando, cada una de las estructuras que está creciendo tiene que crecer acorde a todas las demás estructuras para que la forma final sea la óptima y no sea aberrante», explica. 

«Nosotros —continúa en la explicación para la propia UPV— pensamos que el crecimiento de los tallos es un modelo, porque básicamente solamente tiene dos tipos de crecimiento, que es el crecimiento longitudinal y el crecimiento radial. Los dos están coordinados porque a medida que el crecimiento longitudinal se va expandiendo necesita tener una base lo suficientemente amplia como para que la planta no se caiga, y eso se lo otorga el crecimiento radial». 

Sólo así, cuando el peso que se genera del crecimiento en altura hace que pese más, el tallo se va haciendo más grande en su base —acumulando biomasa—para poder soportarlo. Y eso, asegura, no sabía hasta ahora.

El peso, en la base

El matiz está en que se salía que había una hormona implicada en el crecimiento, «pero ya está». «Lo que hemos visto es que esa hormona en el tallo se sintetiza en la parte más alta, transportándose hacia abajo continuamente».

Al parecer, el peso le sirve como señal a los transportadores de la hormona para que ,en lugar de localizarse en la parte más basal de las células para poder transportar la hormona hacia abajo, se empiece a localizar en las partes laterales, a medida que va aumentando el peso. 

Así, la hormona se empieza a transportar de forma lateral. «Si pensamos en un tallo que tiene forma cilíndrica, en todas las células que hay en esas formas cilíndricas, transportando la hormona de forma lateral, lo que vamos a tener es una acumulación radial, como en forma de círculo (…) ¿Qué implicaciones tienen nuestros hallazgos? Que con lo que nosotros hemos descubierto damos un pasito adelante en entender cómo se coordinan los distintos tipos de crecimiento durante el desarrollo, en este caso en plantas. Pero las conclusiones que sacamos podrían ser aplicables a otros organismos», recuerda Agustí.

El ejemplo del bebé

Para el investigador, las aplicaciones no son de forma «súper directa», pues, evidentemente, no funcionan de la misma manera ni tienen el mismo tipo de hormonas. «Pero sí en cuanto a cómo se podrían establecer las comunicaciones entre los distintos tipos de crecimiento o las coordinaciones entre los distintos tipos de crecimiento». 

En el ejemplo humano: Si se piensa en cómo se desarrolla una mano en un bebé cuando está en el vientre de la madre, se encuentra una estructura muy compleja en la que hay muchos huesos, muchos músculos, piel, uñas.

El protagonismo de la biomasa

Pero más allá de la comparación con el cuerpo humano, el estudio de los tallos de las plantas es importante para optimizar la producción de biomasa.

El tallo de las plantas, especialmente en el caso de los árboles, está compuesto por los tejidos que más biomasa acumulan en la tierra: aquellos que forman la madera. Por tanto, entender la coordinación de los programas de crecimiento que coexisten durante el desarrollo de los tallos podría ayudar a maximizar esa producción.

«La biomasa vegetal está formada por polímeros de carbono y el origen de ese carbono es el CO2 atmosférico. Además, la madera es un material renovable que favorece la producción ecológica en ciertas industrias, como la construcción. A partir de estas dos premisas, si maximizamos la producción de madera por árbol —por ejemplo, interviniendo en la coordinación de los programas de crecimiento que operan durante su desarrollo— no sólo estaríamos mejorando nuestras opciones de producir de forma más ecológica, sino que también contribuiríamos a reducir los niveles de CO2 atmosférico», indica.

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