En julio de 2020, sólo un tercio de la población (32 %) estaba convencida de vacunarse. En el mes de enero de 2021, esa proporción aumentó hasta el 58 % y, en mayo, ha alcanzado el 83 %, teniendo en cuenta los ya vacunados y los que se vacunarían mañana mismo si fuera posible. La Fundación Española para la Ciencia y la Innovación (FECYT) ha presentado los resultados de la tercera Encuesta de Percepción Social de aspectos científicos de la COVID-19. La información obtenida es el fruto de 2.100 entrevistas telefónicas realizadas del 3 al 21 de mayo y mide la evolución de la reticencia vacunal y sus factores sociales asociados.
Como explicaba en la presentación de los datos Josep Lobera, Profesor de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y director científico de la encuesta, “normalmente, ha habido poca fluctuación en las actitudes de la ciudadanía respecto a la ciencia o la vacunación infantil. Sin embargo, en el caso del coronavirus, la evolución de las curvas, parecida a una montaña rusa con distintos picos de confianza, refleja que la pandemia ha puesto patas arriba la vida de todos”.
Según el investigador, el rechazo inicial a vacunarse fue mitigado una vez arrancó la campaña de vacunación. “No actuamos igual si tenemos miedo o ansiedad”. En España, la recuperación de la confianza ha sido más sólida que en otros países. “Partíamos de una situación mejor gracias, entre otras cosas, a una elevada confianza en el sistema sanitario o en la vacunación infantil”.
Los principales factores asociados a la reticencia a la vacunación son la creencia de que las vacunas no son seguras, la complacencia, los valores individualistas y la mentalidad conspirativa en torno al COVID-19.
Medidas de prevención
Los resultados muestran un cierto relajamiento en el cumplimiento de las medidas de prevención, particularmente en el mantenimiento de la distancia social. En mayo, solo un tercio de la población (32%) asegura que ha evitado los contactos sociales en el último mes de manera estricta, veinte puntos menos que en enero. Por otro lado, solo la mitad de la población (49%) asegura que ha evitado o ha podido evitar de manera estricta estar en espacios cerrados con otras personas fuera de su ámbito de convivencia. Las mujeres hacen un seguimiento más elevado de estas medidas.
“El entorno es fundamental para el relax y también para la precaución. Somos seres sociales y nos adaptamos al contexto inmediato, donde no queremos ser el elemento discordante”, apuntaba Lobera. El investigador también miraba hacia la confianza en las instituciones como un punto clave para seguir respetando las medidas de prevención. “Se han dado muchas contradicciones y algunas medidas han sido politizadas. Todo ello ha erosionado la confianza en las instituciones. Además, según avanza la campaña de vacunación, percibimos un menor riesgo de contraer la enfermedad”.
Teorías de la conspiración
La encuesta muestra que un porcentaje significativo de personas confía en algunas teorías de la conspiración. El 25 % de los encuestados cree que existen organizaciones secretas que influyen en las decisiones políticas. Sin embargo, solo un 17 % cree firmemente en lo contrario. El 58 % de la población asegura que ha visto o escuchado mensajes, a través de uno o más medios, que animan a las personas a no vacunarse contra el coronavirus.
“Estas teorías estaban presentes en nuestra sociedad. En momentos de miedo aportan una falsa sensación de control y seguridad”, argumentaba Josep Lobera. “Al sustrato previo de antivacunas, se une la desconfianza en las autoridades y su gestión. Hemos percibido que aquellos que han sufrido un mayor impacto durante la pandemia están más dispuestos a creer en motivos ocultos y en discursos contra las medidas de restricción. Nuestra vida condiciona las creencias”.
Lo próximo
“Es difícil hacer predicciones sobre lo que está por venir en los próximos meses. Uno de los riesgos es que la vacunación nos lleve a cantar victoria antes de tiempo”, apuntaba Josep Lobera. El director de la encuesta de la FECYT cree que los datos obtenidos en las tres oleadas de entrevistas ayudan a recorrer a transitar la pandemia de forma más transparente, argumentando mejor las razones que hay detrás de las decisiones tomadas.
“En lo que respecta a la vacunación, tenemos que ser muy concienzudos o la mentalidad conspirativa podría expandirse. No demos por sentado que las actitudes de la ciudadanía van a permanecer estables. Los siguientes pasos importantes son la vacunación de los jóvenes o la inoculación de una hipotética tercera dosis”, concluía el profesor de la UAM.
Un momento histórico para la divulgación
Raquel Yotti, directora del Instituto de Salud Carlos III de Madrid (ISCIII), recordaba en su intervención que el Centro Español de Epidemiología coordina la parte española del estudio COSMO, con el que la OMS radiografía el comportamiento y las actitudes frente a la pandemia. Los primeros datos fueron recogidos en agosto de 2020 y desde entonces son actualizados cada dos meses. La sexta ronda de COSMO-Spain coincide en algunas de sus conclusiones con la encuesta de la FECYT. “Un 85 % de los encuestados o ya está vacunado o está dispuesto a hacerlo cuanto antes. Bajan los indicadores de fatiga pandémica o el sentimiento de depresión, y un 77 % considera que lo peor de la pandemia ya ha pasado”, detallaba Yotti.
La responsable del ISCIII admitía que en los últimos meses han aprendido muchas cosas a base de errar en un escenario “para el que nadie estaba preparado”. “Muchas veces, la evidencia científica no es suficiente para convencer a alguien que ya cree otra cosa. Es el sesgo de confirmación, la atención selectiva. A esto hay que sumar que los investigadores no siempre son buenos comunicadores”. Un margen de mejora en la comunicación científica que Raquel Yotti considera que hay que abordar desde distintos puntos de vista, implicando a los investigadores y acompañando a la ciudadanía en sus dudas. “En el ámbito institucional no hemos prestado la atención necesaria al hecho de comunicar. Este es un momento de transformación para la divulgación, que nunca había gozado de tanto interés”.
Ayudará en este proceso ir más allá de lo meramente biosanitario. “Los organismos públicos tenemos que hacer una apuesta por identificar la relevancia de factores sociales o psicológicos”. Según Yotti, en el ISCIII trabajan en esa dirección desde hace tiempo, con varias líneas de investigación abiertas. “La pandemia ha agravado muchas brechas, también de género. Tenemos que incorporar conocimiento multidisciplinar al diseño de medidas de salud pública que se traduzca en actuaciones concretas”.
Mucho más que salud
Pablo Simón, Profesor de Ciencia Política de la Universidad Carlos III de Madrid, manifestaba sus dudas en torno a esa voluntad colaboradora de parte de las instituciones públicas. “Son sinergias complejas, pero hay que crear espacios que modifiquen esta tendencia e integrar la incidencia sociológica y psicológica de la pandemia. Ayudará a entender muchas actitudes”.
Por ejemplo, en Reino Unido, quienes más han sufrido la pandemia han sido las clases bajas y los trabajadores esenciales. Son además los mayores perdedores en términos económicos y sociales; a quienes más dañan los confinamientos extremos. “En España se tomó conciencia cuando reabrieron las escuelas y no se decretaron más confinamientos domiciliarios. En la balanza había distintos elementos, no solo sanitarios”, apuntaba Simón.
De vuelta a los primeros envites del SARS-CoV-2, el experto explicaba que la población sintió cierto alivio cuando las instituciones decretaron el Estado de Alarma. “Vieron que alguien tomaba el control, entendimos que es necesario que existan expertos gestionando la situación”. Y pese a que el Gobierno intentó transmitir que se había parapetado detrás de estos expertos, “sabemos que muchas de las decisiones adoptadas tienen cariz político”. “En todo caso -añadía Simón- la pandemia ha reforzado las pulsiones tecnocráticas en países donde se da una mayor confianza hacia las instituciones y los sistemas de salud, lo que juega a favor de la vacunación. No ocurre lo mismo en entornos más autoritarios”.
Más coordinación institucional
En cuanto la capacidad para que los mensajes calen entre la población, Pablo Simón considera que, cuando estalló la crisis, los canales de comunicación fueron centralizados rápidamente. “Ni España ni Europa habían vivido nada igual. La situación era de máxima incertidumbre y es complicado comunicar y a la vez adaptarse continuamente a lo que aprendes del virus. A medida que quedó claro que la pandemia no era una broma, los ciudadanos giraron hacia los canales convencionales para informarse, sobre todo la TV, lo que no ha impedido el fenómeno de infomodemia”.
Simón ha echado de menos un mayor esfuerzo por parte de las instituciones públicas para reducir el ruido y transmitir instrucciones claras a los ciudadanos. “Ha sido la parte peor gestionada. La administración ha mostrado menos altura y en ocasiones ha generado ansiedad e incertidumbre. Llegó un momento en el que los ciudadanos no sabían qué podían hacer. Es un proceso típico de países con administraciones compuestas y sociedades democráticas avanzadas”, concluía Simón
El debate estuvo moderado por Pampa García Molina, redactora jefa de la Agencia SiNC.