En 1991, en las paredes y cercanías del reactor número 4 de la central nuclear de Chernóbil, fue descubierta la presencia de un moho negro. Investigadores de la Universidad Johns Hopkins (Arturo Casadevall lab) lo denominaron Radiotrophic fungus (hongo radiotrófico) por su capacidad de generar melanina que convierte la radiación gamma en energía que utiliza para su crecimiento.
Hace 7 años, el arquitecto y artista Fernando Cremades comenzó a darle vueltas a las posibles aplicaciones prácticas de las esporas secas de este hongo para reducir la radioactividad en lugares contaminados. Los caminos de Cremades y la Universidad Johns Hopkins se cruzan en el proyecto “Aplicaciones del radiotrophic fungi y su despliegue en ambientes radioactivos”. Se trata de uno de los tres trabajos seleccionados mediante convocatoria pública que durante un año se desarrollarán presencialmente en Madrid gracias al apoyo de Medialab Matadero.
Los otros dos proyectos seleccionados están liderados por el cineasta Manuel Correa, que desarrollará una plataforma digital que albergará historias y archivos de desapariciones forzadas en España y la diseñadora e investigadora Carla Alcalá, que explorará cómo la tecnología blockchain puede contribuir al movimiento por los Derechos de la Naturaleza.
Buena sintonía con los científicos
“He pasado muchos años investigando por mi cuenta, estudiando todos los artículos científicos relacionados con el hongo radiotrófico”, explica a este periódico Fernando Cremades, que comenzó estas indagaciones a la par que terminaba su etapa universitaria. Pese a los temores iniciales, la comunidad científica le abrió las puertas de par en par.
“Pensaba que mis preguntas les podrían resultar irrelevantes por no acumular un conocimiento profundo sobre distintos aspectos. Sucedió todo lo contrario”, detalla Cremades. “He comprobado que aprecian una colaboración que les aporte nuevos puntos de vista en su día a día. Mi formación les permite llegar a planteamientos distintos, lejos de las limitaciones a las que muchas veces se tienen que enfrentar. También les interesa la difusión; cómo el conocimiento científico puede llegar a más gente a través del arte”.
En este sentido, la convocatoria de Medialab Matadero se propone mantener un diálogo abierto con la ciudadanía. Los investigadores darán a conocer los avances de su trabajo a lo largo del segundo semestre de 2022 mediante talleres, seminarios y debates, entre otras actividades. Los resultados y conclusiones de las investigaciones se presentarán en una jornada abierta al público en el primer trimestre de 2023.
Hasta el momento, el feed back que los planteamientos e itinerarios que propone Fernando Cremades reciben de parte de los científicos de la Johns Hopkins es muy positivo. “Mantenemos reuniones periódicas y estamos trabajando en la publicación de un primer artículo científico conjunto”, señala el artista. “Después de una etapa investigando en solitario, es ahora cuando las piezas encajan. Al tiempo, a lo largo de los años he ganado en madurez para saber exponer las complejidades del proyecto”.
Investigar sobre el terreno
En 2017, gracias a una subvención del INJUVE, Cremades diseñó un primer prototipo de artefacto autónomo para esparcir las esporas del hongo. “Era muy sencillo: una placa Petri con un contador Geiger – Arduino que cuando detectaba cierto nivel de radiación activaba unos ventiladores que esparcían las esporas”. Con el apoyo de Medialab Matadero, el investigador confía en llevar mucho más lejos este prototipo. “Imaginemos un artefacto, tipo dron, que esparza directamente las esporas sobrevolando lugares contaminados”.
El proyecto contempla tres espacios de acción principales. “Queremos determinar cómo puede influir en los entornos urbanos, donde estamos expuestos a radiación, aunque esta sea mínima. También en sitios extremos o en almacenes nucleares. Otros investigadores lo han testado en naves espaciales, con resultados muy positivos. Personalmente me interesa más probarlo en la Tierra”. El investigador alude a los posibles beneficios del hongo en entornos hospitalarios, en áreas como la radiología o la oncología.
Fernando Cremades no oculta que sobre la mesa está la opción de lograr patentar las esperas del hongo en estado seco. Por el camino aún tienen barreras que superar. “El mundo nuclear es complejo en sí mismo. Este proyecto requiere una serie de experimentos en laboratorio para los que estoy buscando el apoyo de alguna institución en España, tipo CIEMAT, que me deje trabajar in situ. Los protocolos de seguridad son exigentes. Por otro lado, testar los beneficios del hongo en lugares extremos tampoco es sencillo. Obviamente, en este momento es imposible ir a Chernóbil, así que estamos estudiando otras opciones y hemos establecido contacto con diferentes plantas nucleares, pero los procesos son muy lentos”.