La frase es del Premio Nobel de Física David J. Gross. La escuchamos en la conferencia que dictó recientemente en la Fundación Ramón Areces. Su paso por Madrid fue un acontecimiento y, como tal, merece la pena destacarlo. Que haya cola kilométrica para escuchar a un físico teórico llama la atención y acaba con la falacia de que en España no "venden" este tipo de actos. En este sentido hay que dar la enhorabuena a la Fundación Ramón Areces y a su director Raimundo Pérez-Hernández. El éxito fue total.
Es verdad que los llenos de este tipo en el que hay que hacer verdaderos esfuerzos para colocar a la gente que estaba en la calle, o al menos a una buena parte, no se dan todos los días, como dijo el propio director de la Fundación, pero esto ayuda a seguir esta estela que ojalá cunda. Es vital para conseguir que en España cuaje un ambiente donde se ame la ciencia.
Hay que agradecer a Gross su cercanía y hacer asequible un tema tan complicado a un auditorio en el que había de todo y muchos con escasos conocimientos de las últimas tendencias de la física, aunque seamos fans de la serie televisiva The Big Bang Theory, hayamos leído de jóvenes y mayores libros de ciencia ficción, tengamos en casa la “Historia del Tiempo” de Stephen Hawking y presumamos de adorar a Albert Einstein, que era el personaje sobre cuyo legado nos habló el Nobel Gross.
Lo hizo, nos contó hasta dónde había llegado el genio provocador del autor de la Teoría de la Relatividad, pero también nos mostró hasta donde pudo llegar y cómo hemos evolucionado mucho desde entonces gracias, entre otras cosas, a la labor de otros genios que, como el propio Gross, recogieron el guante de seguir en esa senda en la que necesitamos soñar para poder seguir evolucionando.
Esta fue la seña de identidad de la conferencia. La necesidad del reto continuo para poder seguir estableciendo nuevas fronteras en esos conceptos tan difíciles de hacer tangibles como lo son el espacio y el tiempo. Hay que ser capaz de soñar para avanzar en este difícil campo de la investigación y, como resultado, de la innovación. Aquí, la materia de la que están hechos los sueños no es la de “El halcón maltés”.
Un reto continuo porque, como dijo Gross, “en física no hay nada eterno”. Y si es así en física, lo es prácticamente en todo. Por eso la capacidad de innovar es importante. Todo puede ser renovado y sabemos que no todos lo conseguiremos, ni que todos los esfuerzos darán el resultado que esperamos. Probablemente es el núcleo del legado de Einstein. Superadas muchas cosas de las que él dejó, lo que queda es tan fantástico que no termina nunca.