Este reportaje fue publicado en el Anuario de la innovación en España 2017
El peor enemigo para el tipo de producto sobre el que se sustenta Florette es el tiempo. Por eso todos los días emprenden una carrera contrarreloj en la que cada segundo cuenta. Lo que se corta hoy, mañana está en los centros de consumo, y eso exige una máxima coordinación entre los engranajes que conforman la cadena de la compañía. Cuentan con 60 variedades de primer brote y lechuga adulta, y una producción de 600.000 bolsas al día que salen de las seis plantas distribuidas por distintos puntos de la geografía española.
La más grande de ellas es la de Milagro, en Navarra, donde trabajan unas 600 personas. Cerca de este centro de producción están los campos en los que se cultivan, al aire libre o en invernaderos, los 40 tipos de materias primas (algunas son estacionales) que llegan al muelle de recepción. Pero aquí entra en juego otro factor que caracteriza la carrera diaria de Florette: el frío.
La recolección se hace por la noche porque es importante que la temperatura sea la óptima. Y otra vez el ajuste de tiempos: hay que llegar cuanto antes al centro de producción, en camiones climatizados y sin romper nunca la cadena del frío. Para ello también se apoyan en la innovación y la tecnología, ya que en la zona de recogida cuentan con un equipo que, mediante vacío, enfría el producto hasta los cuatro grados. Esta temperatura será una constante durante toda la línea de producción, como lo son los forros polares que, en cualquier época del año, lucen los trabajadores, del verde que caracteriza al color corporativo de Florette.
El verde también predomina en los campos de cultivo que Florette tiene en distintos puntos de la geografía nacional, “siempre cerca de alguno de los seis centros de producción [Milagro y Arguedas (en Navarra), Iniesta (Cuenca), Noblejas (Toledo), Ingenio (Gran Canaria) y Torrepacheco (Murcia)] y siempre en colaboración con los agricultores de la zona”, explica Maite Flamarique, responsable de Seguridad Laboral de Florette Agrícola (la compañía se divide en Florette Agrícola y Florette Ibérica). A unos metros de ella, un grupo de trabajadores recogen una plantación de rúcula. Van subidos a una plataforma que avanza sobre los brotes cortando mecánicamente las hojas, las cuales suben por una pequeña cinta transportadora para que sean colocadas en cajas.
TODO BAJO CONTROL
Cuentan con muchas variedades y cada una tiene unos requisitos concretos para su cultivo. En los canónigos, por ejemplo, es muy importante la luz solar y se echa una capa de arena extra para poder recolectarlo en ramilletes, tal y como explica Flamarique. Y el abanico de posibilidades no deja de crecer. Tras cuatro años de investigación, uno de los últimos productos que han incorporado ha sido la acedera, que se caracteriza por su sabor cítrico.
Los primeros brotes, al ser los más delicados, se mantienen bajo cubierta en cultivos protegidos. Los invernaderos se dividen en áreas de cinco hectáreas, cada una de ellas con una estación meterológica que controla aspectos como la temperatura, la humedad, etc.
Han puesto en marcha un proyecto basado en sondas capacitativas (en fase de estudio a mediados de 2017). Es un técnico quien decide cuándo se riega, según los datos que tiene de cada parcela, pero el objetivo es que esta decisión se automatice de acuerdo a la información obtenida de las mencionadas sondas. Esto ya se ha conseguido con las mallas de sombreo, que funcionan autónomamente cuando se detecta un determinado nivel de luminosidad.
También dan mucha importancia a la sostenibilidad de sus cultivos. No hacen tratamientos preventivos, sino que cuentan con un control de plagas a base de feromonas que atraen a los insectos y así pueden determinar cuándo sufren una invasión. Incluso en esos casos, utilizan tratamientos naturales, sin productos químicos.
Además, en cada parcela se hacen cinco rotaciones de cultivo al año, lo que evita la proliferación de malas hierbas. A esto hay que añadir un proceso de solarización anual que permite prescindir de abonos químicos e insecticidas. Consiste en echar un compost que hacen ellos mismos y taparlo luego con un plástico durante un mes. Al aumentar la temperatura, se acaba de forma natural con los hongos, las malas hierbas y los insectos.
DE LA SELECCIÓN AL EMBOLSADO
La variedad, el sector, el código de cultivo, la fecha de siembra… Todos estos datos quedan recogidos en la tablilla que se puede encontrar en cada parcela. Esta información se digitaliza nada más llegar al centro de producción, de tal forma que en todo momento se tiene controlado de dónde proviene cada hoja, cuidando así la trazabilidad de todos los productos.
Cuando la materia prima llega de las huertas, el primer paso es coger una muestra de cada lote que se somete a un primer control visual de calidad. Si todo está correcto, pasa a alguna de las diez líneas de producción que existen en el centro de Milagro.
“De las 40 materias primas que recibimos, obtenemos unos 90 tipos de ensaladas”, afirma Patxi Mañeru, técnico de selección de Florette. Con hasta tres controles de calidad, el producto pasa por las áreas de selección, cortado, lavado, secado (mediante centrifugado, excepto los brotes que, debido a su delicadeza, pasan por un túnel con aire a diferentes temperaturas) y embolsado. Y todo ello en un tiempo récord. “La vida útil de nuestro producto, al ser fresco, es de 7 u 8 días, así que en el mismo día sale de aquí”.
Uno de esos controles consiste en una máquina de visión artificial con tres cámaras (color, láser e infrarrojo) capaz de detectar desde posibles oxidaciones, hasta residuos varios o pequeños insectos. Incluso en la zona de embolsado, además de comprobar el peso, pasa por un detector de metales. La materia prima sobrante es donada a ganaderos de la zona para alimentación del ganado.
UN MERCADO INEXISTENTE
En 1988, dos empresarios navarros con experiencia en el ámbito agrícola, Juan Miguel Floristán y José Javier Muguerza, se unieron para crear la primera empresa en nuestro país especializada en ensaladas y vegetales frescos envasados. Se puede decir que crearon un mercado que aún no existía en nuestro país. Así nació el proyecto Vega Mayor, que 2001 pasó a formar parte del grupo europeo Florette.
Desde que hace 27 años lanzaran la primera ensalada envasada al mercado español, este ha sido un sector que no ha parado de crecer en España hasta alcanzar cuotas de consumo muy similares a las de otros países europeos con gran tradición en IV Gama (hortalizas y frutas frescas limpias, troceadas y envasadas para su consumo), como Francia y Reino Unido. Hoy, 8 de cada 10 hogares españoles consumen ensaladas envasadas.
Tampoco Florette ha dejado de crecer, y lo ha hecho en muy diversos campos (entre sus productos actuales también hay salsas, fajitas, toppings, frutas). La inversión en 2017 fue de 12 millones de euros y la mayor parte correspondió a la optimización de los procesos de producción (8,7 millones de euros), seguido de mejoras en el desarrollo agrícola de los campos de cultivo (3,2 millones de euros).
Florette ha apostado por la innovación en nuevas variedades, productos y formatos que faciliten a los consumidores el acceso a ensaladas y vegetales de frescos. Al menos un 4 por ciento de la facturación se dedica a estas labores de I+D, y un 5 por ciento de la inversión irá exclusivamente a acciones orientadas a la mejora del entorno ambiental y social en sus áreas de actividad. Entre los últimos grandes lanzamientos de Florette se encuentra la ampliación de la nueva categoría de superalimentos, compuesta por ensaladas en varios formatos que incluyen ingredientes ricos en nutrientes, antioxidantes y vitaminas.
Arguedas (Navarra), Torrepacheco (Murcia) e Ingenio (Canarias).
Entre los logros de este ejercicio también hay que destacar el acuerdo de suministro en exclusiva firmado con la cadena de restaurantes Muerde la Pasta. De hecho, la hostelería supone ya el 30 por ciento del negocio de la compañía.
Hay que señalar que ha recibido una subvención para su proyecto de Investigación y Desarrollo ‘Nuevas frutas y hortalizas de IV Gama’ a través del Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial (CDTI), una ayuda cofinanciada por la Unión Europea a través del Programa Operativo FEDER de Crecimiento Inteligente 2014-2020. El objetivo del proyecto es desarrollar líneas de productos con nuevos tratamientos y tecnologías que preserven las características organolépticas y nutricionales mientras maximizan la vida útil.
Está clara su apuesta por la alimentación saludable. A través de ‘Compromiso Florette’, la empresa destina un 5 por ciento de su inversión anual a iniciativas orientadas a ayudar a las personas a alimentarse mejor. Estas actuaciones van desde las prácticas medioambientales y la gestión del ámbito económico, hasta la acción social; un plan integral que trabaja la sostenibilidad en todas sus vertientes. Ya elaboran sus ensaladas con energía cien por cien renovable en la mayoría de sus centros de producción y continúan poniéndose metas para seguir mejorando. También en esto parecen seguir la premisa que caracteriza todos sus procesos: no hay tiempo que perder para dar el próximo paso.