La innovación española está creciendo, aunque lo hace por debajo del PIB. Ése es el diagnóstico de Francisco Marín, director general del Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial (CDTI, uno de los órganos tractores para la I+D+i empresarial en España. En su opinión, aún no hemos alcanzado “un nivel de confianza” reseñable, pero la evolución invita al optimismo y tiene claro qué hace falta para que la innovación española continúe con esta senda positiva: poner en juego más recursos financieros y “seguir apostando por convencer de que la competitividad de la empresa española en el futuro tiene que pasar por el talento, por la creación de producto”. En definitiva, tal y como defiende Marín, es un proceso con dos fases: “a los que no están convencidos, convencerles, y a los que ya lo están, ayudarles para que sigan invirtiendo”.
Pero, ¿cómo lograr estos dos grandes objetivos? El director general del CDTI lo tiene claro: “una nueva ley de patentes, una nueva ley de subvenciones, una ley que permita realmente mejorar la rentabilidad de la inversión en I+D a través de la fiscalidad o del apoyo a la participación de los capitales privados…”. En definitiva, un nuevo marco regulatorio “muy ambicioso” que favorezca la inversión en I+D+i.
Según el último informe del INE sobre I+D+i, la innovación en España crece, pero lo hace sobre todo en las empresas privadas, que acumulan más del 50% del gasto en innovación. ¿Cómo se explica esto desde un organismo público como el CDTI?
La innovación debe estar en el ámbito privado. A nosotros nos gustaría que la innovación privada fuera del 65-70%. Lo que es bueno, es que la innovación crezca desde el lado de las empresas y yo quisiera matizar algo con eso: si bien crece poco, en lo que tiene que ponerse el acento es que, al haber caído empresas en los últimos años, el esfuerzo de las que existen es mayor que lo que representa ese elemento. Si divides la cantidad por un número de empresas menor, lo que te da es que el porcentaje de innovación de cada empresa es mayor. Indica que las que creen en la I+D están invirtiendo más que antes… y eso es una muestra de salud.
A mí no me preocupa para nada que el sector privado tenga el liderazgo en la innovación. Lo que debe hacer el sector público es alimentar ese impulso con tres cosas: dinero, orientación y apoyo a la internacionalización.
También se ve poca colaboración público-privada en este sentido. Es decir, que el 81,9% de la financiación del gasto en innovación de compañías privadas procede de ellas mismas. ¿Hacen falta más sinergias entre el ámbito de las empresas y de la administración?
Es cierto que el inversor privado se anima si está acompañado. Es indiscutible y es universal, porque la I+D implica un riesgo que los inversionistas privados siempre tienen temor de afrontar. Y es más fácil de convencer a un consejo de administración que se meta en una operación de riesgo si está acompañado. Por lo tanto, nuestra función no es ser el agente principal, es ser un buen acompañante.
Cuanto más dinero pudiéramos aportar en esa labor de acompañamiento e impulso, estoy seguro de que más socios privados se pondrían sobre la mesa. Porque el empresario español ha entendido ya que tiene que hacer I+D si quiere competir en el mundo y será más fácil su decisión si a través de instrumentos, como hacemos nosotros, le ayudamos a que esa difícil tarea de crear cosas nuevas tenga un poquito menos de soledad.
En el caso concreto del CDTI, ¿cómo ayuda a que existan estas sinergias y cómo puede seguir ayudando?
Ayudamos de tres formas. La primera con consultoría: que la gente venga al CDTI, exponga su proyecto y, con nuestros conocimientos, sabemos si eso es algo común, normal, extraordinario o fallido. Esa labor, que no tiene precio, tiene valor porque a muchos empresarios les ha ayudado a corregir el tiro antes de ponerlo en marcha.
Segundo, financiación: cuando ya el proyecto está en marcha, les damos ‘cariño’, acompañamiento y reducción del riesgo. Y tercero, internacionalización: no se trata sólo de hacer productos para vender en un mercado cercano, ni siquiera el europeo, sino que queremos que esos proyectos salgan con una visión global, absolutamente dirigida al mundo.
Y otro estudio, éste más reciente, es el de la escuela de negocios IESE. También ha detectado que la innovación en España pasa más por el sector privado y por atraer más inversión extranjera, especialmente de las multinacionales. Pero España es un país de pymes…
No es para nada contradictorio. Al contrario, es otra vez virtuoso. Al hablar de internacionalización, lo hago en dos direcciones: no sólo es de aquí para allá, sino también que los de allá tengan que venir aquí. Cuando una multinacional viene y se instala en España y crea un centro de conocimiento, eso es una maravilla. Tenemos que ayudarles porque cuando traen ese centro a España, lo que están haciendo es crear un tejido de interés muy importante. Por lo tanto, no es contradictorio, sino un maridaje perfecto.
¿Cómo se tiene que hacer? Se tienen que dar las condiciones de seguridad jurídica, de apoyo y sobre todo de creación de ecosistema. Las multinacionales deciden venir a España a instalar su centro de I+D+i si tienen un buen conjunto de universidades alrededor que les de talento, un buen conjunto de infraestructuras, personas formadas para establecer relaciones multilingüísticas que les permita abrir nuevos mercados… y España es un país muy abierto.
Dejando a un lado los estudios concretos, ¿qué sectores son ahora mismo los más innovadores en nuestro país?
Una ventaja que tiene España frente a otros países con mayores dosis de ‘monocultivo’, es que tiene un conjunto de sectores bastante heterogéneo. Somos buenos en el sector agro, en smart cities, en energías renovables, en lo que tiene que ver con el sector bio, no estamos mal en el mundo TIC a pesar de que hemos dado un paso atrás, el sector del automóvil es pujante, el sector químico ha crecido en la crisis…
Es decir, que no se puede hablar de un sector dominante. Quizás el más importante por participación sería el turismo y ahí es donde más tendríamos que poner el acento en la innovación para que ese sector, líder en el peso económico del país, lo sea también en la innovación turística mundial.
Es verdad que necesitamos elegir un poco pero para eso tenemos que identificar nuestras fortalezas. Y para eso lo mejor es un acuerdo encima de la mesa entre el sector privado y el público, en el que jugáramos todos a adquirir compromisos de futuro. Eso es lo que están haciendo los países más adelantados, con el liderazgo del sector privado.
Dentro de los sectores innovadores hay que hacer una mención especiales al aeroespacial, sobre todo tras la reciente presentación del ESA BIC, la incubadora de la Agencia Espacial Europea, en la Comunidad de Madrid…
España, además de este tema que es importante, también tiene la ministerial del espacio hasta 2019 y somos el país que acoge al ‘ministro del espacio’ europeo. Eso ha llevado a que España aporte un presupuesto de aquí al 2023 muy relevante con muchos cientos de millones. Es decir, somos un país que hemos apostado claramente por el espacio por un concepto que creo que es acertado: ahí está el conocimiento de frontera.
Somos un país ahora mismo relevante y tenemos una apuesta coherente. Hemos subido nuestra participación, hemos puesto más dinero para tener un sector con empresas, que hace 20 años no existían, pero que ahora lideran sistemas de vigilancia. Por ejemplo, España está con otros 5 países siendo ahora mismo responsable del programa de vigilancia de la basura espacial.
Y también hay que destacar al sector biotecnológico que está marcando la pauta en sectores como el agroalimentario y, sobre todo, en la investigación médica…
Aquí se ha hecho un trabajo importantísimo. España no era nadie en este ámbito, hace 20 años se contaba a nivel anecdótico y hoy hay empresas proponiendo moléculas y soluciones en el ámbito oncológico con éxito. Somos un país muy activo en este ámbito, pero el problema es que los plazos que tienen este tipo de empresas son tan largos que nuestro sistema de capital inversor y de demandas está un poco desajustado. Para este sector se necesitan herramientas un poquito distintas que el capital inversor español todavía no ha interiorizado.
Éste año el CDTI tiene la presidencia española del programa Eureka. ¿Qué balance realiza de este periodo y cuáles han sido las líneas maestras de España en su presidencia?
Nuestra aportación ha sido muy ambiciosa y de alguna forma provocadora. Ambiciosos porque queríamos hacer que Eureka subiera un escalón y disruptivos porque queríamos que avanzara a base de romper barreras y cambiar las reglas del juego y hemos añadido una ambición, fundamental, que consiste en que en el IX programa marco, Eureka juegue el papel que le corresponde, más activo. Somos muy eficientes con unas tasas de éxito, unos tiempos de aprobación y un grado de participación industrial que ningún otro instrumento de la Comisión Europea tiene. Por lo tanto, si somos eficientes debemos de tener el derecho de ser protagonistas,
Y de cara a lo que queda del año y al futuro inmediato, ¿qué objetivos más o menos concretos tiene el CDTI?
Tiene tres objetivos muy claros. El primero, romper las murallas, ir al sitio donde todavía creen que no somos útiles porque hay todavía sectores del emprendimiento español que no consideran que el CDTI es un instrumento. Por lo tanto, nuestro primer trabajo es que los que sí que son nuestros clientes, nos vean y nos consideren. Muchos nos ven como la agencia de las empresas grandes o constituías, pero no es verdad, también somos la agencia de las empresas por constituir.
El segundo objetivo es crecer en el tamaño de nuestras herramientas, no podemos quedarnos en el mismo volumen. Y en este contexto está la propuesta del Plan por la Ciencia que está planteando la Secretaría de Estado y el Ministerio de Economía, de llegar al 2% en el 2020. El CDTI está en ese mismo empujón ya que con esa cifra tendremos la capacidad de hacer muchísimo más.
Y la tercera gran ambición es la internacionalización. Nuestra red donde tenemos presencia es de 23 países y nos gustaría que esa red se expandiera un poco y, sobre todo, que la red tecnológica exterior de España fuera reconocida porque, si algo tiene poco vendido España fuera, es que es un país tecnológico. Y eso tenemos que llevarlo a través de nuestra red de representación comercial y diplomática.