En la lucha contra el cambio climático, Latinoamérica aprueba con sobresaliente en intenciones. Sin embargo, a la hora de mirar las inversiones y planes concretos que se han planteado para cumplir sus ambiciosos objetivos, la región suspende. Este fue uno de los problemas que un grupo de nueve expertos evaluó en el seminario digital “Políticas para el cambio climático en Europa y América Latina: ¿es posible la colaboración?” organizado por la Fundación BBVA y el Real Instituto Elcano, el pasado 5 de mayo. Autoridades de ambos lados del Atlántico discutieron las mejores vías para garantizar que la descarbonización de los países con economías en desarrollo se haga en orden y sin dejar a nadie atrás. Además, ahondaron en el papel que el club de los 27 puede tener para hacer ese sinuoso camino un poco más fácil.
Mauricio Cárdenas, investigador principal en el Center on Global Energy Policy de la Universidad de Columbia, resumió la situación actual de Latinoamérica frente a sus objetivos de reducción de emisiones. “En ambición, América Latina saca el mejor puntaje”, explicó, “pero estas aspiraciones no se corresponden con las realidades fiscales, presupuestales y financieras”. La región no sufre de males como el negacionismo y participa en los foros internacionales, sin dudar importantes a la hora de asumir compromisos.
Sin embargo, la inversión se ha quedado corta. Cárdenas argumentó que no es algo sencillo: cumplir estas metas en una economía avanzada puede costar cerca del 6 % del PIB por año. En Latinoamérica podría llegar a suponer un 10 % del PIB o, en países como Colombia, un 12 %. “Son unos recursos que no es evidente que existan, sobre todo cuando venimos de una crisis que aumentó la deuda pública en un promedio de 10 puntos porcentuales en la región”, profundizó.
Avances grandes, pero superficiales
Si bien la región ha hecho avances importantes en poco tiempo, hace falta pensar a largo plazo y las alianzas internacionales podrían ser la clave para esto. Juan Pablo Bonilla, gerente de Sector de Cambio Climático y Desarrollo Sostenible del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), aseguró que América Latina ha avanzado mucho en el campo de las energías renovables. La región es la primera en crear un red de ministros en este ámbito. Se ha planteado el objetivo de depender en un 70 % de ellas en 2030. Según Bonilla, ya se ha alcanzado un 58 %. El problema con el que han chocado es que la matriz es poco diversa: muchos países dependen en gran medida de las hidroeléctricas y esto pone en riesgo el uso de fuentes limpias por los efectos que el cambio climático podría tener en las fuentes de agua.
También preocupa que la mirada esté colocada en medidas parche. Para Bonilla, una de las preguntas prioritarias es cómo avanzar en políticas no relacionadas únicamente con la mitigación, sino también en la adaptación. Coincide con Rodolfo Lacy, Director de Acción Climática y Medioambiente para América Latina de la OCDE, quien remarcó la necesidad de establecer alianzas con Europa, sobre todo en transferencia tecnológica, que garanticen el cambio en el futuro.
“Falta abrir el espectro de posibilidades entre América Latina y Europa para hacer una transformación profunda de lo que requiere la región e impulsar un verdadero desarrollo sostenible”, afirmó Lacy. El experto de la OCDE hizo énfasis en la preparación ante los estragos del cambio climático, que ya son más que visibles en algunas zonas de la región: “Necesitamos, por ejemplo, alertas tempranas para los eventos meteorológicos extremos que afectan a las áreas costeras y están costando vidas”, apuntó.
El funcionario de la OCDE lamentó que los precios de las emisiones carbono en la región sean muy bajos. Aún no se han hecho cambios profundos que tengan un efecto a largo plazo en las emisiones de Latinoamérica. En ese sentido, Lacy asegura que hace falta disminuir los subsidios a combustibles fósiles, que están en un orden de magnitud superior que los impuestos al carbón: por debajo de 10 dólares la tonelada, cuando deberían estar cerca de los 60 para cubrir los gastos que provocan sus efectos. Sin embargo, aseguró que, para que esto cambie, hacen falta más que reformas. El representante de la OCDE remarcó que son necesarios incentivos para que el sector privado apoye estas transiciones: “La relación con Europa es importante porque avanza hacia los acuerdos de París, por lo que tendremos que ir ajustando nuestra legislación”.
Monetizar recursos naturales, sin explotarlos
El panel también se preguntó acerca de cómo construir un puente entre las necesidades de compensar las emisiones en economías desarrolladas y lo que pueden ofrecer los países latinoamericanos en forma de captura de carbono. Los experto ahondaron en las vías para monetizar esta capacidad y que las naciones más avanzadas vean la posibilidad de invertir en la región. Esto garantizaría que los grandes proyectos de transición fueran viables, según sugirió Mauricio Cárdenas.
El investigador de la Universidad de Columbia apunta a una solución que, en principio, parece extremadamente sencilla: la reforestación. Sin embargo, la región tiene unas demandas a gran escala y se enfrenta a tres graves variables en la compleja ecuación de salvar bosques y selvas: las necesidades de un gran sector de la población que se dedica al campo, los intereses del crimen organizado, por ejemplo, en el tráfico de drogas o la extracción ilegal de madera o minerales, y la precariedad de los Estados para hacer frente a estos problemas.
El investigador se escuda en los números: 1.400 millones de toneladas de CO₂ latinoamericano provienen de estas actividades. “Las emisiones en América Latina tienen nombre propio: hay que reducir las relacionadas con la agricultura y al uso del suelo”, sentencia, “reducir la deforestación, recuperar los bosques y selvas. Esa es la principal tarea”.
El gerente de sector del BID, en cambio, pone el foco en todas las especies que habitan en la zona, como una posible alternativa: “Somos una región con una diversidad muy alta. Siempre habíamos visto los efectos del cambio climático en la biodiversidad, pero hay que empezar a mirar hacia las soluciones basadas en la naturaleza (SBN) ya que facilitan parte de la resiliencia”. El experto informó de que el BID ha iniciado un programa que busca monetizar estos servicios y puso el ejemplo de su primer proyecto en manglares. El rol de estas especies, según explicó, es vital para mitigar los efectos de los desastres naturales.