Licenciado y doctor en Químicas por la Universidad de Oviedo, Ignacio Cameán (Gijón, 1979) trabaja en un área energética crítica: multiplicar la eficiencia y la calidad de las baterías eléctricas en seguridad, economía y aspectos medioambientales. Desde septiembre de 2018 es investigador ComFuturo –el programa de apoyo a jóvenes investigadores de la Fundación General CSIC y varias entidades privadas- y desarrolla en el Instituto nacional del Carbón (INCAR-CSIC) el proyecto ‘Baterías de doble ion Na+/anión con electrodos de nanofibras de grafito para el almacenamiento de energía renovable’.
Coautor de 25 publicaciones JRC y de dos patentes, Cameán también lideró el proyecto empresarial Nanographite. Considera que el deporte que con tanta pasión practica –running, ciclismo, fútbol- le ha sido de gran utilidad en su carrera profesional. “Me ha servido para hacerme resistente, paciente; para no decaer en el empeño y luchar. También soy un amante de la música –toca la trompeta y la guitarra-, que permite fomentar nuestro lado creativo, muy necesario en el campo de la investigación”, argumenta el investigador.
Dentro del INCAR desarrolla su línea de investigación en el grupo ‘Materiales de carbono para aplicaciones en Energía, Medioambiente y Catálisis’, dirigido por la Dra. Ana Beatriz García Suárez, investigadora científica del CSIC. “Para la consolidación de las energías renovables, y debido a su naturaleza discontinua y estocástica, es necesario lograr sistemas de almacenamiento de energía sostenibles capaces de conservar y distribuir esta energía con eficacia y al menor coste posible, siendo respetuosos con el medio ambiente y seguros”, explica Cameán sobre las baterías en las que trabaja.
Consciente de que la carrera del investigador incluye per se altas dosis de incertidumbre que requieren “paciencia, tesón y trabajo”, considera que el problema más grave al que se enfrentan en el día a día es el de la financiación, que deriva en “falta de equipamiento o de personal para llevar a cabo una investigación continuada en el tiempo”. Cameán reconoce que la administración está esforzándose para revertir la situación, “una ardua tarea que llevará años” y coincide con otros colegas al afirmar que uno de los primeros pasos que convendría dar en el camino hacia un escenario mejor sería aligerar de burocracia los procesos que les afectan.
El investigador también opina que se podría hacer más desde la esfera privada. “En los últimos años hemos mejorado en España, pero debería calar hondo la cultura de inversión en ciencia por parte de las empresas”. En este sentido, destaca el carácter mixto del programa ComFuturo. “Las entidades participantes tienen acceso al talento investigador y al conocimiento científico. Está demostrado que ello supondría un salto en calidad y competitividad de las empresas. Eso sí, creo que, para ello, la brecha existente entre la ciencia y el mercado se debería reducir lo máximo posible; es decir, que el científico y el empresario hablen el mismo lenguaje, manejen los mismos tiempos y contemplen los mismos objetivos. Los investigadores tenemos la misión de acercar la ciencia a la sociedad demostrando la importancia y validez que tiene en el día a día de las personas y en el cuidado del medio que nos rodea”.
Entra las grandes satisfacciones de su trabajo, Cameán destaca todo lo que tiene que ver con establecer contacto y colaboración con investigadores de todo el mundo o con el hecho de obtener buenos resultados en el laboratorio, reconocidos en forma de premios, ayudas o programas”. Dentro de un par de años, una vez concluya el apoyo de ComFuturo, el investigador vislumbra dos posibilidades: “Una carrera científica consolidada con una línea propia de investigación prolongada en el tiempo que me permita crear un equipo de trabajo o, por qué no, formar parte del departamento de I+D de una compañía del sector privado en la que mi experiencia y formación encajen”.