España es un país líder en producción científica (puesto 11 en el ranking mundial), pero sufre carencias a la hora de patentar e innovar, donde baja hasta la posición 29. Es evidente la brecha entre el conocimiento generado y su aplicación práctica; la llegada a la sociedad del trabajo investigador desarrollado por universidades y centros de investigación se hace esperar más de la cuenta. Un desequilibrio que el Ministerio de Ciencia e Innovación está intentando paliar con distintas iniciativas, como el Plan de Transferencia y Colaboración, o la puesta en marcha de fondos de inversión estatales con INNVIERTE (100 % público y articulado junto a CDTI) a la cabeza de esta estrategia. En la misma línea de análisis que proponen soluciones, la Fundación General CSIC (FGCSIC) ha elaborado el informe “Comparativa de modelos de valorización del conocimiento” donde, como explicaba el pasado viernes Paloma Domingo, Directora Adjunta de FGCSIC, se han fijado en las praxis “de los mejores”, para empujar la transferencia y la valorización del conocimiento en España a fin de potenciar su impacto en la ciudadanía a todos los niveles. El estudio fue presentado en la Fundación Ramón Areces durante una jornada –que abrió el Premio Nobel de Física Sheldon Glashow– para conmemorar el Día Mundial de la Creatividad y la Innovación. El informe completo puede consultarse aquí.
Europa, EEUU, Israel
El estudio lleva a cabo una criba atendiendo a aquellas organizaciones internacionales públicas o privadas con más posibilidades de ser reconocibles para las instituciones españolas. La Universidad de Oxford, la Universidad de Cambridge, el Instituto Max Planck, la red de centros Fraunhofer; las estadounidenses Harvard, Stanford y Berkeley además del Instituto Weizmann de Israel, son las elegidas.
Paloma Domingo remarcaba una primera conclusión que influye en el resto de mecanismos de transferencia. “La conexión público-privada debe funcionar”. La tranferencia es centralizada, pero todas las entidades bajo análisis (excepto Fraunhofer) disponen de una ‘extensión’ independiente (perteneciente a ellas mismas en su mayoría) que gestiona los resultados de las investigaciones para llevarlos al mercado. “El modelo de Oxford fue tan rompedor en su momento que la universidad creo una consultora propia, Oxentia, que ayuda a otras instituciones a implementar una estructura similar adaptada a sus circunstancias”.
“En todas estas empresas independientes detectamos equipos multidisciplinares. Abundan los perfiles profesionales muy preparados porque no es lo mismo trabajar en un proyectos de software, que el agrotech, la física, la biotecnología o la salud”, indicaba Paloma Domingo. Dentro de esta especialización, la experta se detenía en el ejemplo de los 74 centros de la red Fraunhofer, que tienen sus propias unidades de transferencia de tecnología, sin una especialización concreta, pero muy pegadas a la industria.
“Todas estas instituciones –autosuficientes y auditadas- tienen en común que miran al mercado, sus oportunidades y el estado competitivo de cada sector. Esta inteligencia competitiva suele externalizarse. Por ejemplo, el Instituto Max Planck lleva cabo todas esas evaluaciones de viabilidad con personas ajenas a la organización”, indicaba.
Incentivar a los investigadores
La Directora Adjunta de la Fundación General CSIC insistía en que la propiedad de las investigaciones siempre es de la universidad o del centro tecnológico (salvo excepciones donde la aportación de otras empresas haya sido de máxima relevancia) y que los royalties que generan las patentes se repartan siguiendo la regla de los tres tercios.
De estos ingresos, un tercio se va a parar a la organización matriz, otro al instituto o departamento y un tercio final al investigador. Sin embargo, hay algunas salvedades encaminadas a fomentar que los investigadores se pongan manos a la obra en materia de transferencia. “La Universidad de Cambridge es más generosa y llega hasta el 90 % de los ingresos netos en los primeros 115.000 euros licenciados. Este porcentaje destinado al investigador disminuye según aumentan los royalties. También es paradigmático el caso de Harvard, cuyo presidente se embolsa un 15 % del total de royalties procedentes de las patentes”, añadía Paloma Domingo.
Las empresas externas garantizan además que las spin-offs artífices de las investigaciones salgan al mercado revestidas de solidez. Muchas de las instituciones analizadas ponen a disposición del emprendimiento científico-tecnológico incubadoras, aceleradoras o lanzaderas de empresas muy especializadas, también fuertes en origen (tienen forma jurídica) que las acompañan en todo el proceso.
Formación específica, resolución de trámites burocráticos o aspectos legales, mentorización, acceso a inversores (todas salvo Berkeley tienen fondos de inversión propios) o a instituciones de primer nivel donde llevar a cabo pruebas de concepto, suponen un balón de oxígeno en un momento crucial para la supervivencia de los proyectos. “No tiene sentido pretender que los investigadores hagan de todo. Es mejor que se dediquen a investigar. El objetivo es multiplicar el valor su trabajo”, apuntaba Domingo. Se trata de estructuras flexibles y ágiles, conectadas con el entorno empresarial.
Aplicación en España
De vuelta a España, el informe concluye que, atendiendo a la mayoría de casos estudiados, parece determinante “una estrategia de externalización de determinados servicios y necesidades clave, así como el asesoramiento de expertos externos que mejoren la competitividad de los organismos”.
Además de las ventajas ya mencionadas, desde FGCSIC señalan que las entidades externas ayudan a optimizar recursos que las estructuras internas, “especialmente en los grandes organismos de investigación públicos”, por su propia naturaleza no pueden alcanzar.
El estudio invita a considerar distintos modelos de financiación de los proyectos y las spin-off, con diversos programas e iniciativas de generación de fondos y diferentes modelos de inversión y riesgo al margen de la madurez del proyecto. “Resulta imprescindible la consecución de fondos público-privados para las fases iniciales o semilla de los proyectos así como de lanzamiento, que es la parte más frágil de la cadena”.
Los autores del informe consideran que generar e incentivar estos fondos requiere poner en valor el conocimiento desde el conocimiento y la profesionalización. “Es necesario contar con comités de expertos no solo en áreas de investigación concretas, sino en los sectores productivos, el mercado y todo el proceso de creación y desarrollo de las empresas”.
“No podemos olvidar la estrategia de internacionalización de la transferencia”, añaden. Es vital “para potenciar la presencia de los proyectos en el marco de la estrategia Horizonte Europa” así como diseñar estrategias para generar y formar parte de proyectos colaborativos alineados con las prioridades europeas.