Las explotaciones agrícolas ya cuentan con sellos ecológicos como un valor para mejorar su competitividad en el mercado. Pero no cuentan con la gestión agronómica, el trabajo con el entorno de la finca o con la correcta gestión empresarial dedicada a la biodiversidad. Y esta ya es el futuro. Por ello, el Biodiversity Perfomance Tool (BPT), del proyecto europeo LIFE Food & Biodiversity, pretende mejorar el desempeño de los estándares y los requisitos de abastecimiento en la industria alimentaria al ayudar a las organizaciones a integrar criterios eficientes.
El colaborador de BPT en España es la Fundación Global Nature, y su directora técnica, Amanda del Río, ha hablado con Innovaspain para explicar hasta dónde puede llegar esta pionera herramienta. “Básicamente, nuestro objetivo es evaluar cómo los estándares agroalimentarios integran los principios de biodiversidad; si lo hacen, ya que, tras una primeras fase dedica a chequear estándares –400 en la UE, 54 en España– la mayoría no lograban integrar estos conceptos”.
Y por eso se desarrolló esta herramienta: como un módulo para integrar estos estándares. Según Del Río," los códigos Global GAP, comercio justo o Denominaciones de Origen cuentan con una serie de criterios. Pero en biodiversidad no tienen nada. Por ello queremos integrarlos y que empiecen a ver cómo ayudar a la biodiversidad en el cultivo”.
BPT permite que las fincas puedan comprobar su relación con la biodiversidad. Solo hay que entrar en la web y cargar los datos que se piden. Si está bien –difícil, tras esa primera fase antes mencionada–, solo hay que seguir igual. Pero si los parámetros no son los correctos hay que volver a la herramienta tres años después. “Se vuelve a hacer la evaluación –97 atributos– y se comprueba en qué se ha evolucionado. Es una gestión de aspectos concretos, y es como un árbol de decisiones con colores, como semáforos, que indican si consiguen pasar o no los parámetros”. Pero no solo es el diagnostico: además, genera un plan de acción de biodiversidad que va mejorando para que, al volver a evaluarse, puedan verse las mejoras.
Así, son tres las principales partes de la herramienta. En primer lugar, analizan la gestión agronómica de la forma más pura; esto es, lo que se le echa al suelo, fertilizantes o la gestión del agua. La segunda está dirigida a la escala de paisaje, y pretende ver cómo se está trabajando con el entorno natural: si pasa un río por la explotación agrícola, si hay setos, linderos… “No importa tanto lo que ocurre en el cultivo, sino lo que lo rodea”, especifica Del Río. Y, en tercer lugar, la gestión empresarial: formación de los trabajadores, colaboración con oenegés, investigación, medidas de mejora para aspectos del cultivo, etcétera.
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“Se ha testado de forma piloto y, en España, hemos trabajado con olivos y con cultivos hortícolas industriales –tomate y melones–. Por otro lado, nuestros socios han trabajado con cereales (Alemania, Agentur AUF!, y Francia, Solagro) o con las dehesas y productos lácteos (Portugal, Instituto Superior Técnico)”, explica. Entre otros colaboradores se encuentran también Global Nature Fund –líder del proyecto–, Lake Constance Foundation y agoodforgood.
El piloto consistía en hacer una primera evaluación de fincas. Y después, se depuraba la herramienta: “en el cultivo leñoso, por ejemplo, nos perjudicaba la herramienta porque este tipo de cultivos no se puede rotar, por ejemplo, hay que adaptarla. O había que ver cómo se puntuaba el uso del agua en diferentes regiones. Es un modelo común, pero adaptado a cultivos y regiones”, apunta. Ya en la última fase del proyecto se puede entrar en la web y hacer la evaluación de una finca.
“La biodiversidad se empieza a entender como un activo estratégico. Los proyectos Life son sostenible en sí mismos porque duran lo que su financiación, y su éxito depende de ello. Pero ahora estamos en negociaciones con diferentes empresas para asumir el mantenimiento del software. Quieren invertir y quieren replicarla a escalas grandes”, indica. “La hemos utilizado en paralelo y lo hemos trabajado con grandes compañías y han dado muy buenos resultados. Se ha probado en fincas y lo quieren llevar a nuevas. A mí me parece que en el mercado, en el mundo real, es muy prometedor”, confiesa.
Y los resultados también son reales. En un caso en concreto, una finca perdía suelo a toneladas por las lluvias torrenciales. Se iba todo. Pero con cubiertas verdes mejoraron sus infiltraciones, e hicieron que la producción fuera más estable. “Además, es una ventaja comercial que se puede llevar a la marca, por la apuesta a la biodiversidad”, apunta Del Río.
“Hemos pasado de un proyecto pequeñito a estar exportando a Alemania 100 toneladas de legumbres. Hay un nuevo nicho de mercado que no es el ecológico, sino que va más allá. La producción ecológica garantiza que no lleva químicos, pero no necesariamente hay criterios de protección de la biodiversidad. En Alemania, más concienciados, ya piden este tipo de productos. Con este proyecto se busca ver la viabilidad. Se intenta tener una visión más integral de todo el ciclo, y eso algo que se demandaba. Los pioneros están entrando ahora. El nuevo paso es la biodiversidad. Algo que va mas allá de la ley y te hace ser más competitivo en el mercado”, finaliza.