Recientemente tuve la oportunidad de escuchar a Manuel Valls, en la Fundación Rafael del Pino, con motivo de la presentación de su libro y, aunque evitamos hablar de política en general y de políticos, salvo en las excepciones lógicas por tener relación con la innovación, su intervención me hizo recordar una frase que cita una de las autoras preferidas del ex primer ministro francés en uno de sus libros. La relacioné con un proceso de innovación en la política.
La autora es Marguerite Yourcenar; el libro Memorias de Adriano; y, la frase, que está dentro del cuaderno de notas en el que la escritora da pinceladas sobre diversos temas relacionados con la génesis y el largo proceso de tiempo –casi treinta años- que dedicó a escribirlo, es la siguiente: “Cuando los dioses ya no existían y Cristo no había aparecido aún, hubo un periodo, desde Cicerón a Marco Aurelio, en que solo estuvo el hombre”.
Este periodo de 286 años, desde el nacimiento del primero hasta el fallecimiento del segundo, coincide con el máximo esplendor del Imperio Romano, una época de grandes innovaciones que sienta las bases para una evolución posterior que, aunque tarda en llegar, pone las bases del denominado mundo occidental actual o, al menos, de ese todavía mundo occidental que hunde sus raíces en la civilización greco-romana y la religión judeo-cristiana.
Más allá del personaje está la significación del gesto que ha tenido al lanzarse a dirigir una plataforma para competir en unas elecciones municipales en una ciudad que, aunque es la de su nacimiento, no tiene nada que ver con su trayectoria política: que ha sido brillante, pero en un Estado diferente. Me surgió la pregunta sobre si ese hecho significaba algún tipo de cambio en el campo político. ¿Por qué no? Si restamos 286 años a 2018 nos encontramos en el principio del segundo tercio del siglo XVIII, que es cuando se empieza a gestar lo que después fue la Revolución Industrial. De hecho, James Watt, el inventor de la máquina de vapor, nace en 1736 y ya se había introducido cambios importantes en la industria textil; un año antes, Linneo había presentado su gran obra y un largo etcétera de avances y cambios en diferentes materias.
Siguiendo la Historia vemos como los cambios socioeconómicos marcan el cambio político, y lo primeros suelen ocurrir por innovaciones de importancia que, normalmente, tienen nombres y apellidos. Hemos citado a Linneo y Watt, pero también puede citarse a Euler, Lagrange, Bernouilli, Priestley, etcétera, todos físicos, químicos, matemáticos, científicos que han dejado huella.
Y si seguimos la historia y retrasamos el calendario 286 años y nos vamos a 1436 nos encontramos con Gutenberg y la imprenta; y, si retrasamos otra vez el calendario y nos vamos al entorno de 1270 nos encontramos con Alberto Magno, del que ya hemos hablado porque fue la primera persona que utilizó la palabra androide y uno de los grandes científicos de la época y no es la única que aventura un mundo nuevo. Es decir, que hay una correspondencia entre los avances científicos y los cambios sociales, económicos y, cómo no, políticos.
Es verdad que fue la intervención de Manuel Valls la que me recordó la frase de Gustave Flauvert que cita Yourcenar en sus Memorias de Adriano y la historia dirá si su gesto puede representar un hito, uno más, en ese largo camino que es la historia. La innovación provoca cambios en todo los que nos rodea y, por qué no, un cambio en la forma de ver Europa, que es nuestro ámbito. En esa dirección apuntó el candidato al sorprendente candidato a la alcaldía de Barcelona. Otra ciudad, otra Cataluña, otra España y una Europa más fuerte. Y la innovación como uno de sus ejes.