La Fundación Ramón Areces ha organizado un simposio online de expertos en enfermedades infecciosas y microbiología para debatir sobre la situación sanitaria provocada por el COVID-19, haciendo un especial énfasis en su solución. Así, Mariano Esteban, investigador del CSIC; Ángel Asensio, del Hospital Puerta de Hierro de Madrid; Patricia Muñoz, del Hospital Gregorio Marañón; y Emilio Bouza, de la Universidad Complutense, como moderador, han coincidido en que la vacuna llegará, pero no antes de un año. “Como mínimo”.
“El virus nos ha pillado desprevenidos”, contextualiza Mariano Esteban. “La vacuna frente al coronavirus se está abordando desde distintos frentes, y, de forma global, son más de cien los grupos de trabajo. Pero una vacuna tiene su tiempo, sus procesos. El diseño ya está hecho, hay prototipos y candidatos. Hay experimentación animal –aunque haya gente que ya ha probado en personas demasiado pronto–. Y, aún así, esto va a tardar, una vacuna normal suele tardar unos cinco años aunque, para esta, habrá que esperar entre un año y año y medio, en el mejor de los casos”.
Entre los pasos a seguir, el experto recuerda que es preciso analizar por qué el virus actúa de esta manera, por qué algunas personas son asintomáticas o por qué otras mueren. “Es fácil pensar que van a volver a aparecer nuevos brotes y hay que estar preparados. Tenemos que ser conscientes de que vamos a convivir con este problema durante más tiempo, aunque los rebrotes serán más suaves porque estamos más preparados”.
El baile de datos, han coincidido todos, también debe parar. Unos datos más sólidos serían de más ayuda. Si bien, como apuntaba Ángel Asensio, “medir es muy complicado”. “Más de cinco millones de contagiados declarados en el mundo, sobre todo en EEUU y Rusia. Pero los casos declarados están infraestimados, porque han variado mucho las condiciones”.
Asensio argumentaba que ahora aparecen muchos más casos. En plena emergencia, los propios hospitales tenían la consigna de mandar a casa a los pacientes si no parecían graves, por los que a muchos no se les hicieron pruebas. “Parece que algo más del 5 % de la población se ha contagiado. Pero pocos de estos han tenido síntomas graves”. Del mismo modo, ha incidido en la idea de que “los datos oficiales son una pequeña parte, la magnitud es mucho mayor”.
Además, ¿cómo explicar nuestra alta mortalidad respecto a otros lugares? “La mortalidad es difícil de medir con los datos reportados. España ha reportado que un 12 por ciento de los casos confirmados fallecen. Pero los casos reales son muchos más… La letalidad, si la calculamos y hacemos una estimación, estará por encima de un uno por ciento. Y España tiene una población más envejecida […] y otros factores, ya que en el sur de Europa convivimos varias generaciones en una misma casa. Hay factores culturales que explican por qué la mortalidad ha sido tan alta, independientemente de lo que se ha hecho”, ha indicado.
Desde una mirada más técnica, Patricia Muñoz, añadía que “no tenemos datos sólidos para explicarlo del todo. La enfermedad tiene dos fases: una primera en la que el virus en sí mismo ejerce un efecto, por lo que hay que suministrar antivirales. No creemos que el virus sea el culpable, sino la reacción del cuerpo hacia el virus. Hemos proporcionado antirretrovirales con datos in vitro y fármacos frente al VIH, antiparasitarios y hemos dado algún antiviral específico también. Por otro lado, la segunda fase surge cuando se dan respuestas inflamatorias. No tenemos un protocolo sólido, pero la cloroquina no ha tenido una buena respuesta. Tampoco los retrovirales”.
Asimismo, Muñoz ha subrayado que “aún no sabemos si el Covid-19 va a dejar secuelas a largo plazo o si los pacientes se recuperarán completamente”.
La experta se ha mostrado sorprendida porque “los nuevos pacientes contagiados no llegan ya con neumonías bilaterales, que era lo normal antes. No sé si es demasiado pronto para que haya mutado. En cuanto a posibles rebrotes, hay que esperar lo mejor, pero al mismo tiempo estar preparado para lo peor. Tenemos ahora una mayor preparación de camas UCI. Y espero que no nos sorprenda igual. Esta pandemia nos ha demostrado que no podemos ser arrogantes y que no nos podemos creer a salvo de las amenazas que vemos en el telediario. Tenemos que aprender que las enfermedades infecciosas emergentes son una realidad que ahora nos ha tocado a nosotros, pero que están activas en el mundo constantemente”.