Economía circular, movilidad, eficiencia energética, renovables y tecnología. Las cinco aristas del pentágono que podría salvar al planeta del desastre climático se han debatido este martes en la mesa redonda que la Fundación Repsol, en su Open Room, ha organizado bajo el título ‘La tecnología y su rol acelerador en la transición energética’.
Para entender en qué punto está cada aspecto reunió a los directores de la Red de Cátedras Fundación Repsol en transición energética. Porque la unanimidad en cuanto a que las tecnologías serán la solución es patente. Lo que queda por determinar, y lo que se debatió, es qué tipo de tecnologías son las más rentables, las más rápidas en aplicar y las más eficientes.
De la mesa redonda, moderada por Adriana Orejas, de Repsol, salieron conceptos como CCUS (las siglas en inglés de Carbon Capture, Use and Storage); electrificación; descarbonización; hidrógeno verde o bioeconomía. Ideas que saldrán en la próxima Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26) de Glasgow, que tendrá lugar del 31 de octubre al 12 de noviembre.
Como “culpable” de más de dos tercios de las emisiones de efecto invernadero, el sector energético es el más activo en la búsqueda de soluciones. Así lo vio Rikardo Minguez, de la Universidad del País Vasco (UPV): “el sector tiene mucha responsabilidad, pero a la vez es una de las claves para solucionar el problema que tenemos del cambio climático”.
Experto en economía circular, apuesta por esta y por el cambio completo del modelo productivo como salidas a un escenario provocado por completo por la acción humana. Y la humanidad es la que debe solucionar el entuerto, en opinión de Mariano Marzo, de la Universitat de Barcelona, con una transición energética que “implica desacoplar lo económico de los gases de emisiones de efecto invernadero”. Catedrático en Ciencias de la Tierra, califica a las tecnologías de captura, uso y almacenamiento de CO2, los CCUS, como “protagonistas” para reducir el calentamiento global.
Y es que, para que la humanidad se sitúe en las cero emisiones netas en esta década, las CCUS deberían recoger un 7,5% de las emisiones hasta 2030. Cantidad que ascendería hasta el 27% a partir de 2030. Porque como recordó durante la mesa redonda: “la lucha contra el cambio climático no es dejar de emitir. También debemos retirar los excesos de CO2 en la atmósfera”.
Ante un escenario que cambia tan rápido, Óscar García, de la Universidad Politécnica de Madrid, auguró que se verán en la calle “vehículos ligeros y pesados híbridos”. Siempre y cuando se solucione el escollo del precio de las baterías, y del ahora en boga precio de la electricidad.
García señaló otras tecnologías que son susceptibles de hacerse un hueco, como los biocombustibles, los combustibles sintéticos generados a partir de hidrógeno y captura de CO2. Aunque es el hidrógeno la gran apuesta: “hay que mejorar su pila de combustible y reducir su precio con la economía de escala”.
El “futuro prometedor” del hidrógeno
“El hidrógeno, como energía, es un bebé”. El experto de la Universidad de Navarra, Tomás Gómez-Acebo, desgranó el potencial de este vector energético en su generalización como futuro de la movilidad y el transporte. En su opinión, el obstáculo más complicado de salvar por el momento es su coste en el almacenamiento, la producción y la distribución.
Con un “futuro prometedor”, sentenció, toca construirlo bien. Ya se habla de las hidrogeneras, las estaciones donde se produce, almacena y aporta. Sobre ellas se estudia cuándo deberían consumir y, sobre todo, cómo completar el proceso de ‘carga’ de un vehículo sin que suponga un enorme esfuerzo económico.
Para este campo hay varias líneas de investigación abiertas. Otra, señaló Gómez-Acebo, se halla en obtener el hidrógeno verde mediante electrolisis. “Se plantean proyectos de cantidad de energía muy potente, similar a la que generan centrales térmicas o nucleares”.
Hizo hincapié durante el Open Room de Fundación Repsol en una posibilidad de bajo impacto ecológico que aunaría la rentabilidad que se busca para el hidrógeno: las redes de suministro continuo. Esas serían las ya desarrolladas para el gas natural. Aunque funcionan de manera distinta, admitió, “las redes podrían valer con unas pequeñas modificaciones para transportar el hidrógeno”.
Sinergias
Las soluciones pasan por no crear nada nuevo, sino por repensar y aprovechar lo ya existente. Una de las líneas analizadas fue la que expuso José Ignacio Linares, de la Universidad Pontificia Comillas. “Lo llamamos el paradigma de la industria en comunidad o en localidad. Los dos entes emiten residuos y estos tienen un valor. Hemos hecho una práctica y hemos encontrado que el efluente era válido para producir energía de manera equivalente”.
España se encuentra en una fase primeriza en cuanto a redes de distrito, pero los números económicos “salen”. Y es un proceso retroactivo: la industria alimenta de energía a la localidad, y viceversa. “En ambos casos lo que hacemos es aprovechar un residuo sin trasladarlo. Así conseguimos crear sinergias y cerrar el círculo de la economía”, expuso.
Otra opción sería recurrir a una economía circular convencional. A través del aprovechamiento del reciclaje de deshechos “o incluso” otros materiales como los biomateriales. En cualquier caso, este cambio de paradigma, dejaron bien claro los directores de la Red de Cátedras, no debería estar asociado con una supuesta pérdida de empleos.
Sumideros naturales
De hecho, Marzo se refirió a cómo las tecnologías aplicadas al CCUS “son una oportunidad de creación de empleo y desarrollo en la España vaciada dando empleo a colectivos vulnerables”. Porque nuestro país puede aprovechar su potencial natural para la generación de una alternativa como el reabastecimiento de los “sumideros naturales”.
“Permiten ganar tiempo”. Y precisó: “Mientras otras opciones tecnológicas de mayor coste y todavía en fase de desarrollo alcanzan mayor madurez y se hacen comerciales”.
“Las primeras necesitan por lo general de inversiones elevadas. Algunas que tienen mayor potencial de captura (carbono captado directo del aire). En cambio las soluciones basadas en la naturaleza presentan un potencial mayor en disponibilidad y coste. Estas, se estima, pueden aportar un 37% de mitigaciones necesario en escala global para limitar a dos grados la subida de la temperatura global. Además tienen un coeficiente relativamente bajo y presentan un coste menor”.
Europa, líder en la transición energética
Porque el apoyo a las soluciones que se plantean y el desarrollo de tecnologías adecuadas “también está la administración”, recordó Minguez. “Ahí tenemos a la UE liderando ese cambio a nivel mundial. Acompañando estamos las universidades para impulsar esas eco innovaciones”, apuntó. Si bien las empresas, como Repsol y transición energética, son la avanzadilla, en la economía circular “no solamente” están ellas o las pymes.
El profesor recalcó cómo los usuarios, “acompañados por el Tercer Sector y las organizaciones sociales”, influyen cada vez más en la incidencia de las políticas. Destinadas a acabar con una economía lineal a través de un “cambio sistémico”, dijo durante el Open Room de Fundación Repsol. “Yendo a toda la cadena de valor y el ciclo de vida. Desde el inicio hasta el final y cerrando ese ciclo con reciclaje o manufactura, hay múltiples políticas”.
En este encaje de bolillos, Linares se mostró optimisma con las posibilidades que ofrece la tecnología, en la que pidió que se “confíe”. “Debemos tener una mente abierta y dar una oportunidad a todas las tecnologías que irán encontrando su nicho con el tiempo”.
A esos cambios tecnológicos se le añadirán los sociales de camino a 2050, advirtió Minguez. En vista de la importancia de hacer llegar este nuevo mundo que se avecina, concluyó que “implica a todas las partes de la sociedad” mostrar que la economía circular es un conjunto. “No va solo de reciclaje, valorización tecnológica, modelos de negocios, servitización, reutilización… Y hacer entender eso nos implica a todos”.