En un momento de revalorización del papel de las mujeres en la sociedad, es necesario cuestionar el rol que ocupan en ámbitos académicos y científicos. Y es que, aunque se está trabajando en disolver estereotipos, aún falta mucho para reducir la brecha de género, tal y como señala Gloria Bonder, coordinadora de la red global de Cátedra Unesco de Género. “Hay capas de invisibilidad que son como las de una cebolla –afirma-. Aún nos falta reconocer a más mujeres en América Latina, ya que, dependiendo de las regiones, la invisibilidad es mayor”.
“Sobre la práctica de la ciencia, también ha habido un avance: hoy es menos evidente la discriminación a la mujer científica, pero si sacas la capa de lo políticamente correcto, aún existen las microdesigualdades”, afirma en una entrevista a la Pontificia Universidad Católica del Perú. En su opinión, “esto tiene que ver con las culturas institucionales, con los paradigmas dominantes que hay en la ciencia”.
Hace unos años participó en una investigación para saber cuántas mujeres había en puestos de decisión en la industria del software. En ese momento no había mujeres presidentas, pero sí gerentes. “Lo primero que notamos era su manera de vincularse con su puesto laboral, que era visto como un privilegio porque había sido difícil conquistarlo –dice Bonder-. Sin embargo, cuando se trata de exigir condiciones salariales o derechos como licencias por diferentes motivos, en realidad muy pocas veces lo hacen desde una posición de sujetos de derecho, sino más bien negociando ventajas o dádivas”.
“El que la mujer tenga la misma oportunidad y derecho de ejercer un cargo de importancia es cuestión de justicia; pero que alcancemos eso no garantiza aún que las mujeres también tengan un compromiso con el conjunto de su género –continúa-. Es deseable y hay que trabajar para eso, pero por ahora luchamos para que se cumpla lo que es justo: que haya mujeres directoras de laboratorio o ministras en ciencia y tecnología”.
En su opinión, el primer paso “es nivelar los números”. “Lo que sigue es cambiar las culturas institucionales y luego cambiar la forma de crear y el tipo de conocimiento que se crea en la ciencia y tecnología, en qué tipo de paradigma en la ciencia nos basamos”. Esta argentina considera que “hay muchas cosas para revisar en la forma en la que se enseña y se hace la ciencia”.
“Hay que tener en cuenta que la ciencia que se enseña y se aprende es androcéntrica”, dice Bonder. “Se imparte un conocimiento que tiene al varón como representante de la humanidad, como diría Simone de Beauvoir. También hay esta influencia en la relación entre el profesor y el alumno. Una investigación que se realizó en varias escuelas primarias de América Latina mostraba que en la clase de Matemáticas se les dejaba problemas sencillos a mujeres y las preguntas que requerían razonamientos más complejos se dirigían a los hombres. También se observó que muchos profesores les dedican más tiempo de enseñanza a los niños porque se piensa que ellos seguirán carreras y que las niñas tendrán otros intereses. Estos comportamientos se naturalizan, y se van fijando las formas de pensar y de sentir”.