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Pruebas lunares en la dehesa madrileña y en Navarra

GMV prueba su nuevo robot lunar, el proyecto Rapid, en la dehesa de Navalvillar (Colmenar Viejo, Madrid) y en Cabanillas (Navarra)
pruebas lunares gmv

Durante el pasado mes de julio, GMV ha estado probando en la dehesa de Navalvillar (Colmenar Viejo, Madrid) y en Cabanillas (Navarra) su nuevo proyecto de robótica espacial, a partir de la Agencia Espacial Europea (ESA). Se trata de la iniciativa Rapid, una plataforma robótica de última generación: un róver autónomo capaz de atravesar áreas lunares -de ahí las pruebas lunares- de forma segura a una velocidad media de 1,1 metros por segundo. Según la compañía española, “una velocidad jamás alcanzada en la superficie de un planeta lejano por un robot autónomo”.

Para ello, utiliza un sistema de guiado, navegación y control (GNC) basado en navegación visual; esto es, imágenes generadas o adquiridas por cámaras instaladas en el róver. En estas pruebas lunares, en primer lugar, se definieron las características del terreno para la misión, “incluidas las distancias transversales planificadas, el tipo de obstáculos, así como los requisitos funcionales de los componentes, sus requisitos operativos y de prueba”, indican desde GMV.

Tras ello, ya se diseñó la plataforma móvil Rapid, que según la compañía es capaz de cumplir con los requisitos propuestos, en particular la velocidad. Lo han conseguido mejorando todos los subsistemas del robot lunar: suspensión, características de las ruedas, motores, sistema de potencia, así como la ejecución de varias simulaciones de la interacción del róver con el suelo.

Y es que estas zonas cuentan con rocas con cierto tipo de minerales, orografías particulares, restos de humedad, huellas de antiguos torrentes, etcétera que permiten llevar a cabo de forma óptima estas pruebas lunares. Gracias a ello, de hecho, se garantiza que el róver no pierda el contacto con el suelo, patine o vuelque durante sus travesías.

Las pruebas de GMV

Sobre el terreno, GMV ha ejecutado las pruebas de integración, preliminares y de campo con el demostrador en un escenario en campo abierto, recopilando los parámetros de rendimiento y los resultados de las pruebas.

Concretamente, en la dehesa de Navalvillar, “previo respeto de todas las indicaciones recibidas para hacer un correcto uso y minimizar el impacto en el espacio natural”, especifican, se llevaron a cabo las pruebas preliminares de dry run durante la primera mitad del mes. A partir del 17, las pruebas lunares se pasaron a Cabanillas, ya en Navarra, que tiene condiciones orográficas similares a los paisajes que encontraría el róver en regiones de la Luna o Marte.

Además de estas pruebas lunares, GMV ha desarrollado en su centro de Tres Cantos un subsistema semiautónomo de GNC antes mencionado, con el objetivo de alcanzar la conducción continua, “es decir, ir más allá del estado actual de la técnica, evitando paradas durante las travesías”. 

Con ello garantizan que el sistema de guiado GNC pueda conducir el róver a la velocidad requerida, permitiendo que el ciclo de control se realice mucho más rápido que en los róveres tradicionales. De hecho, el proyecto incluye un centro de control, con el cual se pueda comandar el róver usando distintos niveles de autonomía.

La importancia del proyecto

Según GMV, la robótica espacial ha sido identificada por los principales actores espaciales europeos y mundiales, «como una tecnología clave para el futuro del sector”. Así, “tanto la ESA, como la Comisión Europea (CE), están financiando múltiples desarrollos relacionados con tecnologías de robótica espacial, gracias también a su posible reutilización en entornos terrestres complejos, como salvamento, minas, centrales nucleares, etcétera”.

De todos modos, el objetivo principal siempre ha sido y es la Luna, “el próximo paso en la exploración humana”, consideran. “El agua, así como otros materiales volátiles y lunares, como por ejemplo regolitos, metales o elementos de tierras raras (REE), presentan recursos potenciales que pueden respaldar la exploración humana y robótica de forma sostenible en la Luna, el Sistema Solar y más allá. Los polos lunares son particularmente interesantes para la exploración, pero representan un entorno muy duro, con temperaturas muy bajas (por debajo de 30K/-243 Celsius) y condiciones de iluminación muy difíciles”, argumentan para dar cuenta de su importancia.

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