Gonzalo Salazar de Pablo: “Nuestra sanidad es tan buena porque los profesionales tienen una carga de trabajo muy alta”

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Trabajadoras del Hospital Clínic de Barcelona en plena pandemia. (Imagen: Francisco Àvia_Hospital Clínic).

Mal bautizados como 'héroes sin capa', los profesionales de la salud se dejaron la piel en los peores momentos de la pandemia, cuando al desconocimiento del SARS-CoV-2 se unían el permanente riesgo de colapso del sistema o la falta de equipamiento adecuado para tratar a los pacientes con seguridad.

El investigador pre doctoral de la Universidad Complutense de Madrid y del Instituto de Psiquiatría, Psicología y Neurociencia del King's College de Londres, Gonzalo Salazar de Pablo, analiza en un artículo publicado en Journal of Affective cómo el COVID-19 ha hecho mella en la salud de estos trabajadores. A la espera de la vacuna, arroja luz sobre qué podría ocurrir ante la llegada una segunda ola agresiva.

“El impacto de una segunda ola puede ser devastador para la salud mental del personal sanitario”

“Creo que se ha trabajado mucho y se han establecido medidas para proteger a los sanitarios y a toda la población. En caso de infección, sería posible optimizar los recursos y el tratamiento”, apunta. Sin embargo, opina que, en cuanto a preparación a nivel psicológico, “lamentablemente”, todo apunta a que “el impacto de una segunda ola puede ser devastador”.

En líneas generales, la investigación abordada por Salazar de Pablo pretende evaluar cuál es el impacto de los coronavirus (SARS, MERS y COVID-19, de manera separada y conjunta) en la salud física y salud mental de los profesionales sanitarios. “Lo que más nos ha llamado la atención es lo alto que ha sido el impacto en la salud mental de los profesionales. No solo en la crisis del COVID-19, sino también en la del SARS y en la del MERS”.

Por otro lado, el investigador destaca cómo les ha sorprendido la baja frecuencia de síntomas de estrés postraumático en profesionales expuestos al COVID-19. “Sospechamos que es posible que aumente de manera considerable en los próximos meses. Algunos científicos se refieren a este posible efecto a medio-largo plazo como la cuarta ola”.

En trabajo ha tenido en cuenta a cualquier trabajador sanitario: médicos y enfermeros, pero también auxiliares de enfermería, personal administrativo, personal de limpieza... “El 74% de los estudios que hemos encontrado incluían varios profesionales diferentes. Dentro de los estudios que se centraban en unos profesionales en particular, siendo los estudios sobre enfermeros y médicos los más frecuentes, también encontramos estudios que evaluaban a estudiantes de medicina y a trabajadores sociales por ejemplo”.

Problemas

A nivel físico, el trabajo concluye que lo más frecuente ha sido que aquellos profesionales sanitarios con una infección por coronavirus desarrollen fiebre (75.9 %), tos (47.9 %), mialgias o dolores musculares (43.6 %). También escalofríos (42.3 %), fatiga (41.2 %), dolores de cabeza (34.6%), disnea o dificultad respiratoria (31.2 %). Los síntomas menos habituales fueron el dolor de garganta (25.3 %), nauseas o vómitos (22.2 %) y diarrea (18.8 %).

En el plano psicológico, los trabajadores han estado expuestos a una gran cantidad de estrés “y eso ha llevado a problemas psicológicos importantes”. Entre ellos, más de un tercio han tenido problemas de insomnio y burnout -trabajador quemado o agotado-. Más de uno de cada cuatro han tenido síntomas depresivos o de ansiedad. También han sufrido estigmas debido a su profesión y el contacto con el virus.

Salazar de Pablo cree que ambos terrenos patológicos “son muy preocupantes”. En el caso de las consecuencias físicas, se ven fundamentalmente en las personas infectadas. “Aunque debido a su trabajo los profesionales sanitarios están más expuestos y el riesgo de contagio es mayor, el impacto a nivel físico es similar al de los no sanitarios. De hecho, en parte, debido a la mayor detección de casos y seguramente también por ser personas con menor patología de base, la mortalidad ha sido menor. Por otro lado, todos los profesionales expuestos a la enfermedad están en riesgo de sufrir problemas psicológicos. Además, estos problemas pueden no aparecer hasta meses después, cuando las estrategias de afrontamiento se agotan”.

“Ponerse la mascarilla es sinónimo de apoyo a los profesionales sanitarios”

¿Ha provocado la emergencia que le veamos las costuras al sistema sanitario? “Mi opinión personal es que sí”, afirma Salazar de Pablo. “Después de trabajar en Reino Unido y en Estados Unidos, pienso que nuestra sanidad es tan buena precisamente porque los profesionales tienen una carga de trabajo muy alta y están dispuestos y acostumbrados a trabajar al 100%. Lidian con los recursos justos para el trabajo que tienen que realizar. Cuando en una situación como esta, se eleva la demanda de manera drástica, no hay margen de maniobra y la situación no es sostenible. Básicamente, el sistema se colapsa”, apunta el investigador.

Considera que ahora es responsabilidad de todos no volver a poner a nuestros sanitarios cerca del abismo.La sociedad tiene una labor muy importante. En determinados momentos, se verán obligados a tomar una decisión, realizar determinada actividad de ocio o no, ponerse una mascarilla o no ponérsela... Hemos pasado por una situación muy difícil, con muchas limitaciones y queremos olvidar lo que ha ocurrido, pero es momento de ser responsables y apoyar a los profesionales sanitarios es también esto.

Respecto a las Administraciones públicas, Salazar de Pablo considera que lo más importante es que la dotación de medidas de seguridad para proteger a los trabajadores. “No queda tan lejos cuando los profesionales no disponíamos de suficientes equipos de protección personal de calidad”.

A nivel psicológico, “es importante que los profesionales dispongan de atención psicológica de manera rápida en caso de que aparezcan problemas de salud mental”. El investigador iría más lejos. “Creo que sería bueno implantar medidas preventivas que intentaran mejorar la resiliencia y optimizar las medidas de afrontamiento de los profesionales”.  

Además del King's College de Londres y la Universidad Complutense de Madrid, en la elaboración del estudio han participado varios investigadores de Corea y de Italia, otro de los países más afectados por el virus.

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