Guadalupe Sabio (Badajoz, 1977) se define como “muy analítica”. “Tengo que pensarlo todo mucho. Y a veces me da rabia, porque, en una mesa redonda, por ejemplo, se me ocurre la respuesta fuera de tiempo”. Pero no debe ser una mala cualidad, porque la ha llevado a ser una de las mejores investigadoras en su campo. Eso y sus diez horas de trabajo diario…
Dirige un grupo de investigación en el Centro Nacional de Investigaciones Cardiológicas (CNIC), acreditado como Centro de Excelencia Severo Ochoa, el máximo reconocimiento otorgado a los sitios donde hacen ciencia de alto nivel, explica orgullosa. El equivalente a los Centros de Alto Rendimiento en el Deporte.
“El CNIC es un centro muy bueno para investigar. He estado diez años fuera de España, y cuando me incorporé al CNIC vi que no tiene nada que envidiar a otros centros del extranjero. Aquí tienes todas las facilidades para hacer la ciencia de primer nivel que se necesita. Es un gran privilegio. Casi todo lo que se te ocurre, lo puedes hacer, porque tienes el aparataje adecuado”, detalla Guadalupe Sabio.
Estudio Veterinaria, aunque su primera vocación fue la Medicina, a la que renunció porque “los pacientes suponían una gran responsabilidad”. Veterinaria tiene muchas cosas en común con Medicina. Aún así, diagnosticar con pocas pistas, no acababa de convencerla. “Me gustaba la clínica pero quería ir más allá. Siempre he querido saber cómo funciona el organismo, por qué aparecen las enfermedades y cómo detectarlas. Y vi que había mucho por averiguar y eso me llevó a investigar”.
En el laboratorio que dirige (“sabio-lab”) tratan de averiguar cómo aparecen las enfermedades asociadas a la obesidad, como las cardiovasculares y la diabetes, que todos tenemos claro que están relacionadas. Recientemente se ha visto que además de estas, hay otras, como el cáncer que también están relacionadas con la obesidad, y entre ellas el cáncer hepático”. Además, buscan las dianas terapéuticas para luchar contra él”.
El cerebro también entra en juego en estas desafortunadas asociaciones, como explica Sabio: “hay una gran conexión entre enfermedades neurodegenerativas, como el alzhéimer, y la obesidad”, adelanta. Aunque de momento los detalles están por aclarar, porque es algo que se empieza a estudiar ahora, matiza.
En su laboratorio quieren desentrañar la relación entre “unas proteínas que controlan cómo la célula responde a estímulos externos, denominadas quinasas, y la aparición de patologías como el hígado graso. “Lo tienen un porcentaje alto de personas obesas. Es el primer daño que aparece en el hígado como consecuencia de la obesidad. Un número importante de ellos desarrollarán fibrosis y otros, cáncer. Nuestra hipótesis es que estas proteínas están implicadas en todo este proceso. Hemos visto que, en humanos, su expresión aumenta en pacientes con hígado graso”.
Medicina traslacional
La información que obtienen con los modelos de ratón, la trasladan a la clínica. “Colaboramos con médicos para obtener muestras de pacientes, aquí no se puede modificar de forma activa nada, como en los animales, pero podemos hacer correlaciones. Esto permite ver, por ejemplo, que los pacientes con hígado graso tienen más elevada esta proteína”.
El siguiente paso, es la financiación para convertir sus hallazgos en un medicamento. Y esto no es fácil. Aquí entran en juego las farmacéuticas, el tercer eslabón, junto con la investigación básica y la traslacional, para que el descubrimiento llegue a la sociedad y se beneficie de él.
“No es fácil conseguir financiación. Tienes que estar en el sitio adecuado, en el momento adecuado y tener los contactos adecuados con las farmacéuticas. Hacer un ensayo clínico es carísimo. Las farmacéuticas no pueden invertir en todas las moléculas. Y seleccionan, porque es una inversión enorme para ellas”, explica.
Muchos factores juegan en contra, “Hay que saber relativizar lo que las farmacéuticas han tenido de invertir en un medicamento que compramos en la farmacia. Y cuánto ha perdido en los que no han funcionado hasta encontrar el adecuado. Además, el tiempo de vida de patente, una vez en el mercado, es muy limitado y el uso de un fármaco para otro fin tampoco aumenta el tiempo de patente. A veces es difícil que se interesen por una molécula con tantas trabas”.
Algo que se agrava cuando se trata de medicamentos para combatir la obesidad, porque aquí los límites a los efectos adversos son muy restrictivos: “El problema dela obesidad es que no se considera una enfermedad, a diferencia de lo que ocurre con el cáncer”.
Cuando acaba su jornada laboral, su cabeza sigue dando vueltas a lo que ha trabajado en el laboratorio. Desconectar es difícil, confiesa. “Conduciendo, de vuelta a casa, me surgen muchas ideas, o voy pensando lo que tengo que hacer al día siguiente en el laboratorio. Lo llevo continuamente en mi pensamiento. Incluso durmiendo”. Y es que, explica normalmente en los momentos de relax, aparecen ideas que no fluyen con la presión del trabajo: “Te ofuscas. Cuando diseñas un experimento y sale lo contrario no eres capaz de quitártelo de la cabeza. Con un poco de distancia se ve más claro. Es lo que pasa cuando estás relajada”.
El poco tiempo libre que le queda lo dedica a la vida familiar, a sus tres hijos, que pretende educar de forma que no existan las barreras de género que hace más difícil a las mujeres progresar en el trabajo.
“Mis hijos se han acostumbrado desde pequeños a que paso tiempo en casa, y no se quejan. Les gusta venir al laboratorio, cuando me quedo hasta tarde, o en verano que acaban antes, si suben al despacho están muy contentos. No tienen esa debilidad por mí como otros niños. Son muy padreros. Cuando sean mayores estarán educados en un ambiente de igualdad entre ambos miembros de la pareja”. Lo dice mientras la reclaman desde casa para ir a recoger a los niños.
Acaba de ser elegida como una de las 100 mujeres más influyentes de España, una iniciativa que lidera Mercedes Wullich, directora y fundadora de MujeresyCia, para impulsar la presencia de mujeres en todos los ámbitos. “Creo que es importante que existan este tipo de baremos para visibilizar a las mujeres en sus diferentes disciplinas. Y que las niñas vean que ser mujeres no te impide ser científica, ni matemática, ni ingeniera y que puedes elegir las carreras que quieres en igualdad de condiciones”, resalta Guadalupe.
Ha sido reconocida por la Fundación L'Oreal-Unesco por su estudio sobre la obesidad y su relación con el cáncer hepático y la diabetes y ha recibido el Premio Príncipe de Girona en Ciencia y Academia. Y acaba de recibir la Beca Leonardo a Investigadores y Creadores Culturales de la Fundación BBVA.
Aún le queda tiempo para luchar en favor de los derechos de las mujeres, una labor que ha sido recompensada con el premio Estrella de la Comunidad de Madrid. Guadalupe se muestra partidaria de las cuotas para acabar con la desigualdad. Pero llevadas a sus últimas consecuencias, para evitar los lobbies masculinos que favorecen la elección de hombres en los puestos de dirección, en detrimento de las mujeres: “Siempre suscita mucho debate, parece que si hay cuotas, las mujeres que han llegado se lo merecen menos, pero nadie se pregunta qué pasa con esas mujeres que no lo han conseguido porque el seleccionador tiene un problema de sesgo y valora menos los méritos de una mujer”.
Y pone como ejemplo, el desafortunado chiste del Nobel de Medicina, Tim Hunt, sobre las mujeres. Una actitud que le costó el puesto: “Ocurren tres cosas cuando uno comparte el laboratorio con las mujeres: se enamoran de uno, uno se enamora de ellas y cuando se las critica, lloran". Más allá de la anécdota, Guadalupe reflexiona: “Pocas personas se planten que Hunt estaba en un montón de comisiones de evaluación, y si piensa así es muy probable que a muchas mujeres les cerrara la posibilidad de alcanzar puestos importantes”.
No se trata de un problema puntual, argumenta. “En muchos casos estamos las mujeres fuera de contexto porque por tradición la mayoría de los hombres han ocupado los puestos de dirección y el networking afecta. Es más fácil entre hombres, elegir a otro hombre. Muchas veces terminamos colaborando más entre sexos, es un sesgo inconsciente, que no se soluciona porque no lo ves. Por eso los comités de los centros tienen que tener cuotas y deben llegar a las comisiones de alta dirección, porque si solo se ponen en paneles de evaluación en el trabajo duro, las mujeres tenemos que multiplicarnos para estar en ellas, pero después en los comités de evaluación de los puestos más alto quedamos fuera, y el sistema te come”.
¿Habrá alguna vez una presidenta de una institución tan emblemática como el CSIC?, una desigualdad que investigadoras de la talla de Margarita Salas han expresado como queja. Guadalupe ríe y contesta sin dudar: “Nos quedan muchos cristales que romper hasta llegar a la presidencia del CSIC”.