“La fuerza no viene de la capacidad corporal, sino de la voluntad del alma", Gandhi.
Lorena Blázquez es ingeniera industrial. “Mi padre es ingeniero y siempre he vivido ese ambiente y me gustaba mucho”. Pero cuando empezó a trabajar en la empresa familiar, de instalaciones eléctricas y mecánicas no lo tuvo fácil. Sus compañeros le decían: “Sabemos que estás aquí porque eres la hija del jefe”.
Ella estaba decidida a demostrarles que estaba allí porque valía: “Es cierto que después, con el trato, han reconocido que estoy a la altura, pero tenía que hacer el triple que ellos. Yo era la única mujer ingeniera en ese departamento y quería que vieran que no dejaba de hacer las cosas por ser la hija del jefe. Quería demostrar que estaba allí por mi trabajo. Este es un mundo de hombres, aunque ahora las cosas están cambiando”.
Pese a todo, el trato hacia las mujeres es diferente, como explica Lorena: “Yo voy mucho a obra, y me aceptan, pero cuando el jefe de obra es mayor te trata con paternalismo, como si fueras una niña o su hija, y cuando dicen algún taco te piden perdón”, explica.
El gran reto
Poco podía imaginar Lorena que aquellos inicios difíciles se volverían casi insignificantes frente al gran reto que la esperaba cuando la diagnosticaron un cáncer. “Linfoma de Hodgkin, en estadío 4, o sea, ya extendido al pulmón, estómago, huesos… Es un cáncer del sistema linfático que avanza lento, aunque esté muy extendido tiene mejor pronóstico”.
Un año antes del diagnóstico, el cáncer tendría que haber dado los primeros síntomas, pero Lorena confiesa que no los advirtió. “Cuando te lo diagnostican, mirando hacia atrás te das cuenta de los dolores de estómago, ovarios, pecho. Había consultado, pero los médicos me decían que era estrés. Me notaba cansada, que es otro síntoma, pero lo achacaba al entrenamiento. Yo corro. Acababa de hacer una media maratón. Además, las niñas, la casa, el trabajo… El cansancio me parecía normal.”
Finalmente, la enfermedad decidió dar la cara: “Un ganglio inflamado en la ingle, hizo sospechar a mi médico de cabecera, que me mandó urgente al hematólogo. Me hicieron una biopsia. Fue cuando supe que tenía cáncer. Salí de la consulta sin una lágrima, pendiente de ver a la hematóloga al día siguiente. Ya en la calle empecé a llorar. Creía que iba a morirme y sólo podía pensar en mi familia, mis hijas, mi marido, mis padres… Y en su vida sin mí”.
Afortunadamente hoy puede contarlo. Como el cáncer estaba muy avanzado, optaron por un tratamiento de choque. Se lo hicieron diciembre pasado: ocho sesiones de quimioterapia seguidas. Y ha conseguido una remisión casi total, aunque sigue en revisión cada seis meses.
Además del apoyo de su familia, y en especial de su marido (“si yo me venía abajo, él estaba allí”), Lorena destaca que su afición a correr ha sido de gran ayuda en todo el proceso de su enfermedad: “Siempre he corrido. Cuando entrenas estás todo el rato luchando contigo misma, superándote. Eso psicológicamente me ha ayudado mucho durante el tratamiento. Porque físicamente estás mal, pero psicológicamente, gracias al entrenamiento, estás preparada para afrontarlo”.
La importancia del ejercicio físico
"Cuando luchaba contra el cáncer el ejercicio fue un gran aliado", destaca Lorena. “No dejé de correr. Lo hablé con mi doctora, que también corre. Me dijo que podía seguir haciéndolo, pero que no forzara demasiado. Así que corría o andaba, lo que podía en cada momento, para no pensar que estaba enferma. No podía estar en casa. No quería verme enferma. Te autoengañas. No quise verme nunca sin pelo. Me puse una prótesis capilar y no me la quitaba para nada”.
Mirando hacia atrás dice sin pensarlo: “No ha sido tan duro”. Su voz demuestra convicción. Pero un momento después reflexiona: “Ha habido ratos muy malos, cuando digo que no ha sido muy duro, es porque se me olvida. Cada sesión de quimio tenía efectos secundarios diferentes y no sabía qué me estaba pasando. He tomado muchos corticoides para poder aguantar los ciclos de quimio tan seguidos. Y hubo un momento, cuando me quitaron los corticoides, que me dio un “mono”, tenía temblor, sudor frío... Eso fue un día. Otro, dolores en el pecho, otro, dolores muy fuertes de huesos, vómitos, sensación de que no sientes las manos, hormigueos. Pero me acostumbraba, incluso a los hormigueos, y le decía a la hematóloga que ya nos los notaba. Y ella contestaba, pues serás la única”.
Algo de miedo sigue agazapado y sale en cada revisión. “En las revisiones te vuelves un poco hipocondriaca. Cualquier dolor piensas en lo peor. Yo voy temblando. Aunque me dicen que es normal, que me iré relajando y dejaré de pensar que todos los dolores son cáncer”. Pero Lorena es una mujer fuerte y decidida. “Hay que llevarlo lo mejor posible”.
Rumbo al Groenlandia
Y para demostrarlo, o para demostrárselo a sí misma, se ha lanzado a una nueva aventura, está vez escogida por ella. El reto Pelayo 2017, que en esta edición ha llevado a cinco mujeres que han superado el cáncer al círculo polar, en concreto a Groenlandia, donde han recorrido cientos de kilómetros a pie y en kayak, rodeadas de hielo, nieve, icebergs, fiordos y con temperaturas de 30ºC bajo cero. El objetivo, resaltar los beneficios de realizar ejercicio físico durante y después del tratamiento del cáncer. Algo que Lorena tenía ya muy claro, como ha explicado.
“Cuando planteé a mi familia que quería ir a Groenlandia, me decían que estaba loca, después de lo que había pasado. Pero me veían tan contenta y tan ilusionada, que acabaron apoyándome. Conmigo no hacen carrera”, comenta riendo. Y explica que los miembros de su familia han sido los que más miedo han pasado durante esta aventura, “igual que durante la enfermedad, porque no saben lo que tú sientes. Durante estas tres semanas en Groenlandia, no podíamos hablar con ellos, porque no había teléfonos, solo mensajes por satélite. Aunque tenían noticias por la organización, han sido tres semanas de incomunicación. Y lo han llevado mal, porque no sabían nada directamente de nosotras. Y en especial mis hijas de 6 y 9 años”.
Las otras cuatro integrantes de este reto de superación han sido, Encarnación Díaz, Ana Belen Olivo, Micaela Sinde y Esther Gil. “Las echo de menos, tenemos un grupo de whatsapp y nos vemos, sobre todo las tres de Madrid. Hemos congeniado todas muy bien. A pesar de que no nos conocíamos de nada. Lo que teníamos en común es una enfermedad superada. Hemos sido una piña, nunca hemos tenido un problema, si alguna se venía abajo, siempre había otra que animaba”.
Y es que la experiencia en Groenlandia ha sido dura, como reconoce Lorena. “Por las noches lo pasaba fatal con el frío. Otra de las integrantes de la expedición estaba pendiente, animándome. Dormíamos todas en la misma tienda, por el frío, con el plumas puesto. En los momentos cansancio siempre afloraba una sonrisa, o alguna cantaba una canción para animar”.
Al final, tuvieron que suspender la expedición antes de lo previsto, cuando se encontraban al norte del glaciar Sermilit, debido a las condiciones meteorológicas y a la numerosas grietas en el hielo que dificultaban la marcha.
La pregunta es inmediata. ¿Siempre has sido así de decidida, Lorena? Y no hay duda a la hora de responder: “Sé muy bien lo que quiero, y lo he hecho. Las mujeres tenemos que ser independientes, luchar por lo que queremos. Me considero una mujer muy independiente y eso es lo que quiero transmitir a tus hijas, que no tienen que depender de nadie”.
Cuando partió para Groenlandia, con sus cinco compañeras, llevaban “una mochila llena de esperanza, de fuerza, y sobre todo de vida”. A la vuelta, la alegría y la sensación de sentirse bien. “El reto Pelayo lo volvería a repetir. Porque no me dejan... Pero ahora con mi marido he decidido que vamos a hacer todas las medias maratones de España. El mes que viene empezamos por Badajoz.
Resalta que ahora, después de todo lo vivido, es capaz de disfrutar más de las pequeñas cosas del día a día. “He aprendido que con poco eres superfeliz. No hay que darle tanta importancia a las cosas. Todo es menos complicado de lo que creemos, damos importancia acosas que no la tienen. Cuando está enferma lo ves y ahora se reafirma más. Hay que vivir el momento. Si te preocupas del mañana, te pierdes el hoy”.