La mayoría de las ciudades españolas de más de 100.000 habitantes están poco conectadas con el entorno natural. Ésta es una de las principales conclusiones que ha aportado una nueva herramienta diseñada por investigadores de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) para evaluar la conectividad de las grandes ciudades con su entorno natural y la accesibilidad de la población a sus áreas verdes.
Se trata de una herramienta interactiva con datos sobre el estado del entorno natural, áreas urbanas y periurbanas de las principales ciudades europeas con más de 100.000 habitantes. Todo ello, con el objetivo de avanzar en materia de conservación de la biodiversidad, estableciendo una infraestructura verde y restaurando al menos el 15% de los ecosistemas degradados para el año 2020. Además de un sistema de autoevaluación para estas ciudades, los indicadores pueden servir para establecer objetivos de sostenibilidad urbana.
De esta forma, en función de los datos que obtienen en cada indicador y siguiendo los criterios de la Agencia Europea de Medio Ambiente, las ciudades se dividen en diferentes tipologías. Tal y como explica Jaume Fons, coordinador del proyecto, “en España, el mapa muestra un total de 37 ciudades, de las cuales quince se consideran ciudades verdes en relación con la superficie y distribución de sus elementos naturales y seminaturales”. Sin embargo puntualiza que, si bien “son verdes en cuanto a la superficie ocupada, no lo son tanto en términos de conectividad, distribución o accesibilidad de sus estructuras verdes, y por tanto no constituyen necesariamente el modelo urbano ideal para promover la conservación de los ecosistemas y la salud de la población”.
Por un lado están las ciudades ‘de periferia verde’, donde las áreas verdes periurbanas son importantes conectores entre el centro urbano y los ecosistemas naturales más próximos, además de un punto clave en las medidas de ordenación territorial. Se asemejaría a poblaciones de Bélgica y Holanda, y por parte de España, entrarían en esta catalogación Bilbao, Pamplona, Gijón o Santander, entre otras.
Otra tipología son las denominadas ciudades ‘forestales’, en las que la presencia de espacios naturales dentro de parte del municipio a menudo influye en la ordenación de estas ciudades. Éste sería el caso de la mayoría de ciudades escandinavas y de algunas españolas como Palma de Mallorca, Vitoria o Santiago de Compostela.
Finalmente, están las grandes áreas metropolitanas, como Madrid y Barcelona. La primera sería considerada una ciudad ‘fragmentada’, con un modelo similar al londinense, que presenta zonas residenciales de baja densidad y una distribución de los elementos verdes relativamente homogénea. Por su parte, Barcelona sería ejemplo de ciudad ‘verde impermeable’, propio de Alemania o Polonia, donde aun teniendo densidades de población más elevadas que en el resto de las comarcas de la provincia, presentan una menor proporción de infraestructuras verdes.
Medir el ‘verdor’ de una ciudad
Esta metodología identifica las infraestructuras verdes urbanas y periurbanasa raíz de diversos indicadores. Por ejemplo, tiene en cuenta la proporción de zonas verdes, desde parques y jardines a líneas de árboles de las calles. Así puede hacerse una idea de la capacidad de una ciudad para mejorar la salud de las personas, favorecer la biodiversidad y mitigar los efectos del cambio climático.
Otro dato importante es el que se refiere a la distribución de los elementos verdes dentro de los municipios, que refleja el grado de conexión a la red ecológica, así como la accesibilidad de las personas al bienestar que proporcionan.
Por último, la zona periurbana también influye en el estatus ecológico de la ciudad e indica la probabilidad de hallar una infraestructura verde al salir de la ciudad. El límite entre el mundo urbano y el mundo rural es borroso, dinámico y en competición constante, y este indicador localiza los principales puntos de conflicto donde las medidas de ordenación del territorio pueden tener una mayor repercusión.