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Humanismo y tecnología 

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Detalle del informe sobre el uso responsable de la IA Generativa de Cotec. (Imagen: Fundación Cotec)

Al borde ya de cumplir los diez años presidiendo la Fundación Cotec, Cristina Garmendia y su equipo nos sorprendió con un provocador Anuario, que es una de las maneras más eficaces para convertirte en un catalizador de la innovación. Un concepto que, inevitablemente, lleva aparejado el éxito y la provocación. Los numerosos cambios que promueve la sociedad lo son porque hay innovación y eso siempre remueve el motor del conocimiento.

Ya es mucha casualidad que entre las 15 posibles respuestas a la encuesta que hace Cotec entre los asistentes a la Gala de presentación de su Anuario, varios centenares de personas (más de 700 asistentes) eligieron Humanismo y Tecnología, propuesta ganadora. Podían haber elegido entre “Escucha activa y juventud”, “Despolarizar la redes”, “Laboratorios ciudadanos”, “Futuro del empleo”, “Tecnología y derechos”, “Política pública por misiones”, “Información de calidad”, “Participación ciudadana”, “Buen uso de los datos”, “Neurotecnología y ética”, “Inteligencia artificial responsable”, “Innovación en política”, “Evidencias para el consenso educativo” y “Cocreación y crisis climática”. Pero no, optaron por un tema (que será desarrollado a lo largo de los próximos 12 meses) de pensamiento y la reflexión ante la revolución industrial.

No es nuevo. En tiempos convulsos y de cierto temor buscamos explicaciones y soluciones. Me recordó a una anécdota que ocurrió en la conversación que mantuvieron en 1955 Harold MacMillan, entonces ministro de Asuntos Exteriores del Reino Unido y Nikita Kruschev, primer secretario del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética tras la muerte de Stalin. El que después sería el líder soviético le preguntó al que después fuera Primer Ministro británico en qué creía realmente Occidente. La respuesta fue “en el cristianismo”, según contó Karl Popper en una conferencia que dio en Zürich en 1958 titulada ‘¿En qué cree Occidente?’.

Me pregunto por qué la mayoría votó “Humanismo y democracia”. ¿Fue el efecto de titular el Anuario ‘Innovación y Democracia’ o la sensación general de que no sabemos arreglar lo que se nos viene encima con el cambio tecnológico? Personalmente, me decanto por el segundo. Sabemos que en momentos cruciales necesitamos pensar, entre otras cosas, para combatir el temor o el miedo al cambio.

Tanto la pregunta como la respuesta de los dos líderes citados expresan temor. El momento es de tensión. Todavía se está reconstruyendo lo que destruyó la II Guerra Mundial y comienza la Guerra Fría con el hongo atómico en la mente. Uno pregunta y otro se aferra al pensamiento nacido antes de que existiera el cristianismo. Lo refleja bien Agustín Baeza en el título de su reciente libro: ‘La Polis Mecánica’. Es la transformación de los esquemas que ya eran tradicionales y a eso nos tenemos que agarrar para buscar explicaciones y soluciones.

En este sentido se expresaron los tres vicepresidentes de la Fundación Cotec; tres figuras de nivel como lo son José María Álvarez-Pallete, presidente de Telefónica; José Ignacio Goirigolzarri, presidente de CaixaBank y Francisco de la Torre, alcalde de Málaga. Tres excelentes representantes de los actores y sufridores de los cambios: las personas individuales, las empresas y, cómo no, las administraciones públicas que, coincidiendo con Francisco de la Torre, deberían potenciar a las más cercanas, es decir, a los ayuntamientos.

En fin, nos encontramos en un periodo de cambio tecnológico que, como dijo el Rey Felipe VI en la clausura del acto, obliga a una profunda reflexión en beneficio de la sociedad en su conjunto y, dado que la innovación no se agota, habrá que seguir desde un prisma humanista (*) este profundo cambio. Su control es el gran objetivo y de ahí el profundo reto de pensamiento al que nos obliga la tecnología.

(*) “El progreso consiste en desplegar el conocimiento para permitir que todo el género humano florezca y prospere, del mismo modo que cada uno de nosotros buscamos florecer y prosperar”, escribe Steven Pinker en su libro 'En defensa de la Ilustración’.

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