En ‘El algoritmo y yo’ (Anaya Multimedia), Idoia Salazar y Richard Benjamins ofrecen las claves para una sana y productiva convivencia entre seres humanos y artificiales. “La inteligencia artificial (IA) no es futuro, sino presente, y tenemos que dejar de verla como una enemiga”, explica Salazar al otro lado del teléfono. Presidenta y cofundadora de OdiseIA, doctora en Periodismo y profesora de la Universidad CEU San Pablo, Salazar afirma que han pretendido ayudarnos a convivir con una tecnología que gana presencia en todas las áreas, dentro de un abanico que va de las empresas y organizaciones más disruptivas a la pura cotidianeidad.
Pese a esta relevancia creciente, Salazar asegura que, a nivel general, la sociedad aún no es consciente de cómo las entidades utilizan los datos personales de los usuarios en su propio beneficio. “Los ciudadanos tienen derecho a saber cómo es gestionada esa información y qué impacto puede tener en ellos. Por el momento, falta más transparencia y más educación”.
Para despejar parte de la incertidumbre, Salazar y Benjamins decidieron escribir una suerte de guía para todos los públicos. “El objetivo es que cualquiera sea capaz de entender de qué manera los algoritmos inciden en la salud, la educación, el deporte, la sanidad o en nuestras relaciones personales. Además, aportamos una serie de consejos para educar a ‘nuestro’ propio algoritmo. Es una herramienta que aprende. Con simples gestos podemos conseguir que la interacción con la IA sea lo más consciente posible y que el ser humano no pierda capacidad de decisión”.
Si en “El Mito del Algoritmo”, se propuso precisamente desmitificar esta tecnología y que dejáramos de pensar en los robots “como un ejército de Terminators”, en el presente libro, Salazar invita a codearse con la IA y aprovechar todo lo bueno que nos puede ofrecer. “Nos ayudará a vivir mejor, predecir enfermedades, agilizar procesos judiciales, combatir los retos de la sostenibilidad y las hambrunas o gestionar movimientos migratorios”.
En el que considera “un momento crucial para la historia de la humanidad”, Idoia Salazar señala que, una vez más, el problema es el ser humano y el uso que hace de las herramientas que tiene a su alcance. “Es imprescindible que pongamos a las personas en el centro de la IA. La tecnología debe ser un apoyo, pero la decisión final nos corresponde a nosotros, por muy preparados que estén los sistemas artificiales”.
Todos podemos contribuir a navegar por el cauce correcto. “En el libro hablamos de la hipotética necesidad de poner en marcha gimnasios de la mente para entrenarnos en la capacidad de tomar decisiones actualmente delegadas en sistemas de IA. No es descabellado”.
Es por ello que Idoia Salazar se opone a algunos ‘pecados’ por todos cometidos. ¿Por qué ver lo que Netflix nos recomienda cada noche? Hagamos una búsqueda manual. ¿Por qué permitir que el GPS nos lleve a destino por una ruta que casi de antemano sabemos que no es la correcta? “Tenemos que salir de esa cárcel de comodidad y educar al algoritmo. Trabajemos el criterio personal y la consciencia de la decisión, por pequeña o sencilla que parezca”.
A sentar más rápido las bases de este nuevo paradigma de interacción ayudaría, a su juicio, un radical cambio en el sistema educativo. “Se ha terminado la era de la memoria y comienza el tiempo del criterio, de la creatividad… en definitiva de las habilidades. Si la educación no lo entiende tendremos un problema social. Actualmente, el mundo no está preparado para afrontar el impacto de estas tecnologías. Hablamos del metaverso pero no sabemos distinguir un robot de un sistema de IA o adónde van a parar nuestros datos”.
Este giro de timón educativo afectaría a toda la población, desde los niños a la tercera edad. “La administración debe ser ágil esta vez e ir mínimamente a la par de los ritmos y el impacto tecnológico”, añade Idoia Salazar.
La experta sí celebra el paso adelante del Gobierno con la creación de la Secretaría de Estado de Inteligencia Artificial y Digitalización. “La persona al frente (en alusión a Carme Artigas) es la idónea, pues conoce a la perfección el sector. Una sola institución influye hasta cierto punto, por eso lo ideal es que todos los ministerios tengan a la IA en el centro de sus estrategias. Muchas cosas se están haciendo bien, pero han de acometerse más cambios y con mayor rapidez”.
Mientras Europa termina de dar forma a una legislación ad hoc sobre IA, iniciativas como OdiseIA vigilan que empresas y organizaciones hacen un uso ético y responsable de la IA. «La regulación ha de proteger al ciudadano. Hay que cuidar que los sistemas de IA no manipulen a la sociedad. Por eso hay que prestar atención, por ejemplo, a las tecnologías de reconocimiento facial que hacen seguimientos injustificados. También a los sesos de género y diversidad de algunos algoritmos que tienen una incidencia claramente negativa y derivan en desigualdades».