“Sólo deberíamos deshacernos de nuestra ropa cuando está hecha trizas”. Zaloa Basaldua, es una de las impulsoras de Altrapo Lab, la cooperativa de iniciativa social nacida hace siete años en Madrid que trabaja en torno al reciclaje y la reutilización textil desde un enfoque creativo, trabajando tanto con el diseño como desde el punto de vista de las personas consumidoras.
Con varias máquinas de coser, un montón de ropa usada y un metro al cuello, Basaldua y sus compañeros de la cooperativa han puesto en marcha uno de sus talleres en ‘La Nave’ como parte del programa de #Imperdible04 de Cotec, centrado este año en los ODS. Los participantes han podido confeccionar una bolsa de tela a partir de esas prendas, muchas de ellas en perfecto estado. “Esta montaña de ropa simboliza el consumo excesivo de este mercado. Queremos demostrar que hay alternativas al consumo convencional, por eso organizamos este tipo de actividades y otras a gran escala, como intercambios masivos de ropa”.
Licenciada en Bellas Artes y con una amplia experiencia en vestuario y sastrería de teatro, cine, televisión y circo, Basaldua incide en la necesidad de impulsar un comercio textil más justo. “No desechamos las prendas nuevas siempre y cuando estén producidas por marcas locales, con materiales orgánicos, con la trazabilidad visible al completo y con trabajadores tratados como merecen”. Su apuesta prioritaria es la segunda mano “porque no hay prendas más sostenibles que las que ya existen”.
En su defensa de la economía circular, el camino que toman los residuos textiles es, según la representante de Altrapo Lab, “el gran tema”. “Hay numerosas investigaciones abiertas; algunas promueven que cuando una prenda está ya muy deteriorada tiene una segunda vida como material de aislamiento. Con otras ideas en las que el residuo acaba transformado en combustible no estamos tan de acuerdo ya que la mezcla con derivados del petróleo lo convierte en un contaminante. Otro de los grandes destinos de la ‘basura’ textil es aún hoy África, donde también empiezan a rechazarla”.
Zaloa Basaldua percibe que el nivel de implicación de la industria ha mejorado –“aunque hay mucho lavado de cara”- y que las instituciones públicas también empiezan a moverse. “En ambos casos el origen de este compromiso está en nuevas demandas de consumidores que defienden otros métodos”. Aún así cree que las grandes marcas no actúan en términos de sostenibilidad. “Para cambiar el modelo de raíz no bastan pequeños gestos”. Hace unos meses, el Ayuntamiento de Madrid repartió por la ciudad varios contenedores para depositar ropa. Uno de estos lotes es gestionado por Recumadrid, otra cooperativa que opinión de Basaldua sí tiene detrás un proyecto social que funciona frente a una mayoría “que no hace una gestión social del residuo”. ¿El ciclo ideal? Que la ropa se use hasta que no pueda más, si por ejemplo está hecha de algodón 100% que vuelva a hilarse y si tiene otros materiales, que se investigue para encontrar el mejor camino”.