Jaime Rocancio no quería dejar huérfanos a sus hijos. Tras salir de la cárcel por quinta vez rompió en un grito catártico: “Hasta aquí llegué”. El expandillero conocido como Calabazo tuvo suficiente con la violencia entre grupos rivales en el barrio bogotano de Egipto. La intestina lucha en una de las zonas más antiguas de la capital colombiana se saldó en 20 años con cerca de 1.200 vidas, entre ellas las de sus ocho hermanos. Poco sabía que la solución para enterrar el hacha de guerra pasaría por el turismo, y menos que se trataría de una startup con nombre gringo: Impulse Travel.
Colombia es mucho más que la violencia que se ve en los telediarios. Rocancio dejó la gorra de pandillero para convertirse en uno de los 15 proyectos de la plataforma, que busca mostrar la otra cara del país sudamericano. Pero parte de lo que hace a esta empresa diferente es que quienes se encargan de enseñar ese rostro positivo fueron testigos, en primera persona, de la inseguridad.
Las experiencias turísticas que ofrece Impulse Travel forman parte de un esfuerzo de las comunidades por salir adelante. Como la academia de danza Unión Latina, en la comuna 3 de Medellín, donde los chavales se alejan de las garras del narco, y muestran una destreza tan buena que a pocos sorprendería saber que en 2017 ganaron el campeonato mundial de tango grupal. La plataforma es el pegamento que une a distintos proyectos comunitarios que desean mostrarse al mundo y, sobre todo, romper el estigma de su pasado violento.
De hacer tours a emprender
Rodrigo Atuesta, cofundador y CEO de la startup, contesta la videollamada de Innovaspain el 14 de mayo, en un pequeño piso a la vera del mar cantábrico, en un pueblo a pocos kilómetros de Santander. Va rumbo a Madrid para hacerse del más reciente premio para su empresa: el reconocimiento como mejor oferta de viajes en la categoría paz, justicia social e instituciones sólidas de la Organización Mundial del Turismo.
El colombiano, con un grado en Ingeniería industrial, se inició en el sector como guía en recorridos por La Candelaria, la zona colonial de Bogotá. Al poco tiempo se hizo socio mayoritario de la empresa de tours donde comenzó a destilar su don de gente: Destino Bogotá. Era cuestión de tiempo para que decidiese dejar su sello en la empresa y convertirla en Impulse Travel.
La mayoría de los emprendedores suelen coincidir en una cosa: un antes y un después. Un punto de inflexión. Para Atuesta ese clic fue un momento de profunda frustración. En 2016, Colombia tiró por tierra en un plebiscito (49,78% a favor y 50,21% en contra) el acuerdo de paz que alcanzó el entonces presidente Juan Manuel Santos con las guerrillas de las FARC. "El momento fue muy duro", recuerda. Y se hizo la pregunta del millón de dólares: "Si no es con la democracia, ¿cómo puedo hacer justicia a través del turismo y el emprendimiento?".
Una empresa social con impacto
Atuesta asegura que su empresa trabaja como un virus “aunque ahora solo se piense en uno como algo negativo”, porque, al igual que los seres microscópicos “Impulse entiende dónde está, imita lo que hay a su alrededor y lleva esa información a otros lugares”.
En pocas palabras, la plataforma ve las iniciativas ciudadanas y las catapulta para que estas puedan atraer visitantes. El CEO está convencido de que los viajes tienen que tener una dimensión social. Y en el caso particular de Colombia esta premisa va más allá: "El turismo tiene un potencial gigantesco para la construcción de la paz".
Al principio todo fue miel sobre hojuelas. En 2019 la iniciativa recibió una inyección de 400.000 euros por ser la ganadora del programa Booking Booster de Booking.com. En ese mismo año, con 24 empleados, la empresa rompió la barrera del millón de dólares en ventas. La empresa dio un salto estratosférico y pasó de trabajar de cuatro a 15 proyectos comunitarios. “Desde el segundo año de operaciones, comenzamos a reinvertir todo”, comenta el cofundador.
Reinventarse con la pandemia
Y llegó la pandemia. Colombia, como buena parte del mundo, cerró a cal y canto. De pronto Atuesta vio cómo el proyecto, que no dejaba de avanzar, paró en seco. Con calculadora en mano y números rojos en la contabilidad, tuvo que aplicar un ERE. No revela la cifra pero sí admite que fue un momento agrio y que, de no haberse hecho, pudo afectar la viabilidad de la empresa: “Es de las cosas más difíciles que he tenido que hacer en mi vida, emocionalmente. Pero fue lo necesario para tener a Impulse andando".
Tras una campaña de recaudación de fondos (crowdfunding, en inglés) y de pedir financiación a ONG y al Gobierno colombiano, Impulse Travel reunió unos 70.000 euros. Con ese dinero, la dirección decidió montar el proyecto Líderes de cambio, que apoyará a los 15 proyectos de la plataforma a buscar otras fuentes de ingresos, además de dotarlos de capital semilla y mentorías. Como en una aceleradora. Además, Atuesta fundó la asociación Impulso Colectivo, enfocada al desarrollo empresarial de las iniciativas con las que ya trabajan.
Todo ha merecido la pena. Así lo asegura Atuesta, que tiene como objetivo, una vez superada la pandemia, que la startup que fundó vuelva a ser sostenible financieramente. Pero a más largo plazo, espera que la idea que lo llevó a emprender con el proyecto se vuelva cada vez más normal en el mundo de las compañías emergentes: el impacto social.