Por Razvan Vlaicu – Esta columna fue publicada originalmente en el blog Ideas que cuentan del BID.
Desde hace mucho tiempo el desempeño económico ha sido considerado un factor clave en el comportamiento del electorado. “Es la economía, estúpido”, dijo un estratega de la campaña de Bill Clinton, dejando claro que el historial económico de los gobiernos es lo que más le preocupa al electorado.
Pero hacer demasiado énfasis en la economía puede dejar de lado otros factores no menos relevantes. Un estudio reciente realizado por George Ward del Instituto Tecnológico de Massachusetts sugiere que la felicidad (la satisfacción de la vida o el bienestar subjetivo) también juega un papel fundamental. No solo factores como el PIB per cápita, sino también como el apoyo social, la libertad, la generosidad, la salud de las personas y el índice de percepción sobre la corrupción de los gobiernos, constituyen los elementos de la felicidad en el Informe Mundial de la Felicidad (WHR, por sus siglas en inglés). Estos factores pueden ayudar a determinar si los ciudadanos acuden a las urnas o no. Y también influyen en su decisión de votar por el presidente en ejercicio o por un candidato antisistema.
La felicidad y el electorado europeo
Saber esto puede ayudar a entender mejor los resultados electorales en América Latina y el Caribe. Según el Informe WHR 2019 el bienestar subjetivo, o la felicidad, en la región ha disminuido de manera constante desde 2013. Entre los países de la región, solo Costa Rica y México figuran entre los 25 países más felices del mundo (véase el cuadro). Los latinoamericanos suelen disfrutar de vínculos sociales y personales inusualmente estrechos— que constituyen elementos de apoyo social esenciales para la felicidad. No obstante, también perciben altos niveles de corrupción en sus países. Esto significa que centrarse solo en la economía no es el único boleto a la reelección. Un notable crecimiento del PIB, bajos índices de desempleo y un sistema tributario justo son factores que pueden acercar a un político a la victoria. Pero lo que puede marcar una diferencia es lograr mejoras en otros aspectos de la vida que son esenciales para la felicidad de las personas.
La participación electoral con frecuencia resulta fundamental para el éxito electoral de un político. Como lo señalé en un reciente blog, aunque votar es esencial para la democracia, puede ser visto como irracional desde un punto de vista estrictamente individualista. Adquirir conocimientos sobre cuestiones políticas implica costos reales tanto de tiempo como de dinero; incluso el hecho de desplazarse hasta un centro de votación. Y un individuo por sí solo tiene muy pocas probabilidades de afectar el resultado de unas elecciones.
La felicidad aumenta la participación electoral
Pero ahí no termina todo. Votar también puede reflejar una conducta prosocial, similar a las donaciones caritativas que se realizan por interés propio. Además, la investigación muestra que la conducta prosocial está correlacionada con la felicidad. Según un estudio, los ciudadanos estadounidenses que en una encuesta afirmaron estar muy satisfechos con sus vidas, fueron 6,7 puntos porcentuales más proclives a votar que aquellos que afirmaron no estar muy satisfechos. En pocas palabras, las personas felices están más dispuestas a participar en el proceso democrático. Este hallazgo debería hacer eco en los políticos ya que, para ser reelegidos, deben mejorar tanto el bienestar como la participación electoral de sus ciudadanos.
Hay una dinámica similar en juego a la hora de reelegir al presidente en ejercicio. La pérdida del propio cónyuge, algo que no tiene relación alguna con el desempeño del gobierno, puede reducir la felicidad y el apoyo al partido gobernante. En cambio, eventos aparentemente irrelevantes que aumentan temporalmente la felicidad, como la victoria de nuestro equipo favorito de fútbol, pueden tener el efecto contrario. En las elecciones europeas, los niveles de felicidad han tenido una influencia significativa. Según lo informaron las encuestas, el bienestar subjetivo nacional representa cerca del 9% de la variación del voto por el presidente en ejercicio, frente al crecimiento económico con un 6,5%, la tasa de desempleo con un 4,4% y la tasa de inflación con un 3% en elecciones europeas que datan del año 1973.
El descontento constante y el populismo
Sin embargo, el descontento constante, puede generar con el tiempo un cambio en la opinión pública. Puede llevar al electorado a perder la fe no solo en los partidos políticos establecidos sino incluso en el sistema democrático, haciéndolos recurrir a líderes fuertes y autoritarios que prometen políticas populistas o antisistema. Esto puede observarse claramente en sondeos de recientes elecciones europeas, entre otros casos.
La felicidad es fundamental para el comportamiento humano. Un notable crecimiento económico logrado por un gobierno, con conciencia social, puede mejorar considerablemente la satisfacción de vida de los electores y tener consecuencias políticas importantes. Pero tenemos que mirar más allá de los estrechos indicadores económicos para explicar mejor el comportamiento político.
Una vez el senador estadounidense Robert Kennedy dijo: “El producto interno bruto no toma en cuenta la salud de nuestros hijos, la calidad de su educación ni la alegría de sus juegos. Tampoco la belleza de nuestra poesía, la solidez de nuestros matrimonios, la inteligencia de nuestro debate público ni la integridad de nuestros funcionarios públicos”. Las elecciones, en definitiva, pueden depender de amplias nociones que definen el bienestar.