En 1972, durante la Cumbre de la Tierra de Estocolmo convocada por Naciones Unidas, muchos de los carteles que promovían el evento los protagonizaban personas montando en bicicleta en un claro gesto de potenciar un transporte que pudiese ser alternativa a los coches y su contaminación. Por aquellos tiempos, el economista Nicholas Stern ya impartía clases en la Universidad de Cambridge y alertaba sobre las consecuencias que tendría el cambio climático en el planeta. No se equivocó.
Ya entonces, Stern apostaba por sublevarse ante aquellos que preferían mirar para otro lado. “La situación actual no es tan diferente como antes; la juventud siempre ha tenido mucho que decir a la hora de cambiar las cosas. En esta cumbre lo estamos viendo, incluso vemos cómo los hijos son quienes conciencian a los padres”.
Podrían parecer las palabras de un activista rebelde e inconformista, aunque no encajan con su perfil. Stern ha sido, a modo de resumen, vicepresidente senior para el desarrollo económico y economista jefe del Banco Mundial, además de asesor económico del gobierno laborista de Gordon Brown en Reino Unido. Como director de Política e Investigación para la Comisión de África, fue en julio de 2005 designado para conducir una revisión de la economía del cambio climático y también del desarrollo. Esto se tradujo en la publicación del Informe Stern.
Entre las principales anotaciones de este informe, el economista describe el cambio climático como “una externalidad económica cuyo tratamiento debe permitir a las fuerzas del mercado desarrollar tecnologías de bajas emisiones de carbono”. El informe, al igual que su autor, también llama a la acción. Por otro lado, concluye que “tratar el problema ahora” es la mejor opción económica. Su redacción en presente aún es válida a día de hoy 13 años después. Stern sostiene que “se sigue necesitando una inversión equivalente como mínimo al 2% del PIB mundial para mitigar los efectos del cambio climático”.
“¿Quién dice que no se pueden cambiar las cosas? Cada uno tenemos que estar convencidos. Se puede cambiar la dieta, se puede viajar en transporte público, se puede reciclar. Es cuestión de voluntad”. Pero no todo son críticas al ciudadano. Stern también ha aprovechado la COP25 para ‘atizar’ a los gobernantes. “No podemos trasladar mensajes de concienciación si no le facilitamos las cosas al ciudadano”. Esto es a su juicio “mejorar el sistema público de transportes e crear más coches eléctricos”. Para ello Stern apuesta por basar la inversión en la innovación.
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